Lisboa

Hace un par de días, el presidente de la República Portuguesa, Marcelo Rebelo de Sousa, recibió a la selección nacional de futbol en el Palacio de Belém para una última recepción antes de que Cristiano Ronaldo, Pepe y los otros jugadores partiesen para la Eurocopa en París. En un emotivo discurso, el carismático jefe del Estado invocó el sentimiento patrio y apeló a la unidad nacional ante los retos por venir en el extranjero. “Os pido sólo una cosa”, dijo Rebelo de Sousa, dirigiéndose a los portugueses. “En todo lo que hagáis, cuando el mundo mira hacia vosotros, acordaros de los portugueses”.



El político conservador hablaba a un grupo de deportistas de élite, pero podría haberse estado dirigiendo a los políticos presentes en el pleno del Parlamento luso la tarde del jueves, cuando se esperaba que la izquierda y la derecha presentaran un frente común ante las instituciones europeas.



Al igual que España, Portugal corre el riesgo de ser multada por no haber cumplido las metas del déficit consagrado dentro del Pacto Fiscal Europeo, que establece que aquellos Estados miembros que violan los parámetros relativos al 3% del déficit se enfrentarán a sanciones automáticas. Portugal iba camino de cerrar 2015 con un déficit público de apenas un 3,2%, pero la inesperada necesidad de rescatar al Banco Internacional de Funchal (Banif) con una inyección de 2.5000 millones de euros hizo que el resultado final fuera del 4,4%.



En cuestión de semanas la Comisión Europea decidirá si Portugal tendrá que asumir las enormes sanciones que le corresponderían por incumplir el objetivo de déficit, y el miércoles dos textos condenando a esas posibles multas fueron presentados en el hemiciclo. Se esperaba negociar un único texto que dejara claro que el país consideraba que semejante castigo sería injusto, discriminatorio, y enormemente dañino para la economía lusa.



Al final no ha sido posible. Las diferencias políticas entre los dos lados, las tensas negociaciones llevadas a cabo con mala fe y la determinación de defender la herencia tanto de un lado como del otro cara a las futuras elecciones municipales de 2017 impidieron llegar al consenso, con el resultado final de que hoy la Asamblea de la República condenó las posibles sanciones de Bruselas, pero a través de dos documentos que se diferencian por apenas 88 caracteres sobre las políticas de austeridad del anterior Gobierno del conservador Pedro Passos Coelho.



Un frente común ante Bruselas



La izquierda y la derecha lusa viven enfrentadas en un ambiente de inusual crispación para éste país desde el pasado otoño, cuando el socialista António Costa consiguió derrotar a Passos Coelho y hacerse con el puesto de primer ministro gracias a una inédita alianza parlamentaria de los partidos de la izquierda. Apoyado por los marxistas del Bloque de Izquierda y los diputados del Partido Comunista Portugués, el Ejecutivo minoritario de Costa gobierna con la oposición férrea de los conservadores del Partido Social Democrático y el Centro Democrático Social, quienes consideran que el actual primer ministro les “robó” el poder y opinan que las políticas sociales del Ejecutivo conducirán el país a la ruina financiera.



La división política era evidente en la campaña que se ha llevado a cabo para hacer lobby contra las sanciones, en la que los líderes nacionales han viajado a las principales capitales europeas para reunirse con autoridades europeas en repetidas ocasiones, pero nunca juntos. Costa y su ministro de Finanzas, Mário Centeno, han acudido a Bruselas varias veces, mientras que Rebelo de Sousa se ha marcado una serie de peregrinajes a Berlín, París y Bruselas para presentar el caso portugués personalmente ante Angela Merkel, François Hollande, Mario Draghi y Jean-Claude Juncker. Por iniciativa propia el ex primer ministro Passos Coelho también ha viajado a la capital europea con su ex ministra de Finanzas, Maria Luís Alburquerque, para argumentar que su Ejecutivo cumplió con el objetivo de déficit marcado, y que dado que el desvío se debe al fallo imprevisto de Banif, las sanciones son aplicables.



Ante tal evidente división, la semana pasada el Presidente de la Asamblea de la República, el socialista Eduardo Ferro Rodrigues, hizo la propuesta ‘revolucionaria’ de presentar un texto común en el Parlamento que condenara a las posibles sanciones en nombre de todos los portugueses. La idea fue inmediatamente apoyada por Rebelo de Sousa, que consideró que sería una señal clave de la unidad nacional ante semejante amenaza financiera. Durante varios días ambos lados del hemiciclo estudiaron sus opciones, y el miércoles tanto la izquierda como la derecha presentaron declaraciones.



La de los socialistas, apoyada por sus aliados en el Parlamento, era curiosamente austera, apenas tres párrafos calificando a las posibles sanciones de “injustas, incomprensibles y contraproducentes” y señalizando que sólo contribuirían a dañar la economía nacional y las relaciones entre Portugal y las instituciones europeas.

El texto de la derecha (PSD y CDS-PP) era idéntico, con una diferencia clave: los 88 caracteres que hacían referencia a la injusticia de aplicar una multa al país “debido a los esfuerzos del mismo, e los resultados de consolidación nominal y estructural alcanzados por el país”.



La veterana periodista política Liliana Valente, redactora del diario luso Publico, explica a EL ESPAÑOL que “el choque se vio venir de lejos. La derecha rechaza aceptar un texto que no hiciera referencia a las metas alcanzadas por el anterior Ejecutivo, y la izquierda no va a promulgar un texto celebrando los éxitos de Passos Coelho sin mencionar los fallos de sus políticas”.



“Por un lado, el Ejecutivo tenía un enorme interés en conseguir una declaración única, pues sería una gran victoria política. De contar con el apoyo de la derecha, dejaría claro que la oposición a las sanciones no eran quejas de un Ejecutivo de una supuesta ‘izquierda radical’, sino de un Gobierno legítimo que se opone a una multa injusta”.



“Para la derecha el tema era complicado”, afirma Valente. “No quieren que el país sea multado, pues Costa podría alegar que mala situación económica del país se debe a ello, y reflejaría negativamente sobre el mandato de Passos Coelho ya que el actual Ejecutivo sólo tomó posesión en diciembre. Por eso optaron por un texto propio, afirmando los logros del anterior Gobierno”.



Un hemiciclo enfrentado



La mala fe en las negociaciones durante las 24 horas antes de la votación de sendas declaraciones hizo imposible llegar a un único texto. Los diputados de ambos lados insistieron en comunicarse por escrito, para tener evidencia literal de todo cambio en los documentos, y el inmovilismo imposibilitó un avance sustancial.



La sesión plenaria del jueves abrió sin un documento consensuado, por lo que ambos textos fueron debatidos en una sesión con duras declaraciones por ambos lados: la oposición conservadora fue tachada de poco patriótica por poner sus intereses políticos sobre el interés nacional, mientras que la izquierda fue tachada de mentirosa por no apoyar la moción que reconocía los logros alcanzados por el país durante los últimos cuatro años.



La sesión no fue fácil para la izquierda, ya que el debate abierto reveló la división entre el Ejecutivo minoritario de los socialistas, y sus compañeros del Bloque de Izquierda y el Partido Comunista. Mientras que los socialistas mantienen que se oponen a las sanciones porque son injustas en este caso particular –el país cumplió con el déficit, y sólo lo supera por el factor sorpresa del colapso de Banif–, los diputados bloquistas y comunistas aprovecharon para criticar a la Comisión Europea y sacar sus colores más anti europeístas, cuestionando el derecho que tienen las instituciones para aplicar semejantes sanciones e incluso planteando la salida de semejante sistema monetario.



La declaración de condena ‘minimalista’ de la izquierda fue aprobada con los votos a favor de socialistas, bloquistas, comunistas, verdes y el Partido Animalista, y con la abstención de la derecha. Para sorpresa de todos, los socialistas votaron a favor de la resolución de la derecha, que fue rechazada por los bloquistas y los comunistas.



“Los socialistas fueron muy inteligentes”, explica la periodista política Valente. “Consiguieron unanimidad en la condena, aunque haya sido a través de dos declaraciones: al final, todos los partidos se han pronunciado en contra de las sanciones de Bruselas”.



“Es una jugada que ya utilizaron en otoño, cuando formaron el Gobierno: ante la imposibilidad de contentar a todos los partidos con los que querían contar, negociaron puntos en común con cada uno de ellos, por separado”.



Dos declaraciones, un sentimiento



En declaraciones a EL ESPAÑOL tras la votación, el portavoz de los socialistas en el Parlamento, João Galamba, reconoció que “es una pena que no hemos llegado al consenso único, pero no altera que hoy el Parlamento ha condenado estas sanciones tan injustas y contraproducentes”.



Galamba dice que los socialistas no tuvieron inconveniente en votar a favor de la declaración de la derecha –“al final llegan a decir lo mismo”– pero admite entender la oposición de los bloquistas y comunistas “ya que el texto reconocía los supuestos resultados de la austeridad sin hablar de los costes humanos de ese tipo de política”.



Por su parte, el vice-presidente del PSD, António Leitão Amaro, defendió la decisión de abstenerse de la declaración de la izquierda al considerar que era necesario un texto que revindicar el esfuerzo hecho “no sólo por el anterior Gobierno, sino por todos los portugueses”.



“Era clave presentar argumentos sólidos, pues estamos presentando nuestra posición ante el resto del mundo. No podemos alegar que las cosas son injustas, sin más. Tenemos que explicar que nosotros tomamos todas las medidas que nos fueron indicadas por parte de Bruselas, y que por eso mismo no se pueden aplicar estas sanciones”.



Teresa Leal Coelho, presidenta de la Comisión de Finanzas del Parlamento y también diputada del PSD, también incidió en este punto al asegurar que “en cuestión de cinco años pasamos de un déficit del 11% a uno del 3… Sería inconcebible obviar un esfuerzo tan enorme, y ayudar a reforzar nuestro argumento de Portugal no puede ser castigada por un desvío que se debe a la inyección de capital en Banif, no a un fallo del déficit público”.



Rebelo de Sousa, por su parte, no se mostró demasiado molesto con los resultados, y en declaraciones a la prensa en un acto conmemorando el Día de Portugal, que se celebra el viernes, insistió que “a Portugal lo que le interesaba es que dijeran lo mismo, y si al final dicen lo mismo con palabras distintas, eso también es bueno. Lo que interesa es que ahí fuera entiendan que todos pensamos lo mismo, se diga de una manera o de otra”.



“Nosotros los portugueses decimos que los bueno es enemigo de lo perfecto. No conseguimos tener un único texto, pero sí lo mismo en dos documentos, lo que es bueno. Por lo tanto, estoy satisfecho, pues aunque prefiera lo perfecto, lo bueno es bueno”.



“El consenso en la substancia y el contenido, sino la forma, está ahí”, concluyó. “Dicen lo mismo con palabras diferentes, y eso es muy portugués”.

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