Mis lectores más fieles recordarán que en mi última columna, Davos: ¿hablar por hablar?, había un párrafo que empezaba diciendo: "Me congratula ver que la convergencia digital ESG sigue ganando importancia, aunque usen otras palabras".

Dándole vueltas a la idea y socializando opiniones con otras personas, he llegado al punto en el que me pregunto si ESG ha muerto, si es su fin. No es que no crea en lo que hay detrás de las siglas, pero cada vez me cuestiono más si ya se ha quemado la etapa ESG y si ahora toca entrar en una nueva fase. En el fondo, nada nuevo en el horizonte, ya pasó en su momento con la RSC, las casi olvidadas siglas de Responsabilidad Social Corporativa. 

Tengo claro que el presente y el futuro son digitales. Y tengo claro que la sociedad exige que sigamos evolucionando hacia un mundo con más propósito, más sostenible, dónde se respeten los derechos de las personas y dónde las organizaciones sean gestionadas, sean gobernadas, siguiendo criterios éticos y responsables. 

Lo que no tengo tan claro es si ESG es un concepto muy amplio, difícil de medir (y por ende de monitorizar) y muy complejo de gestionar. Al fin y al cabo, estamos hablando de temas muy dispares que exigen que las personas que lideren las áreas de ESG sean auténticos todoterrenos, rodeados de personas expertas en las distintas áreas, así como las subáreas que las componen. Si a esto le sumamos la devaluación de estas siglas por el contínuo cacareo marketiniano y su excesiva politización, igual nos vemos en la obligación de darle la razón a quienes consideran que es el fin de ESG. Aunque no de lo que explica su nacimiento y su evolución. A lo mejor simplemente es el momento de seguir avanzando y de usar otras palabras hasta que, nuevamente, estén quemadas y necesiten una nueva actualización.

Estoy tocando un tema en el que hay tantos intereses, tantas opiniones, que decidí socializarlo en el Foro de Sostenibilidad de EJE&CON, la Asociación Española de Ejecutiv@s y Consejer@s de la que formo parte. La verdad es que el tema dió pie a un debate interesante, así que voy a intentar resumirlo a continuación. 

El impacto y su evaluación, el desarrollo sostenible y otros nobles conceptos originaron lo que después fue bautizado por el mundo financiero como ESG. Además, la regulación ha jugado un papel fundamental, tanto que algunos (entre ellos los agricultores que colapsan media Europa estas semanas) sostienen que hay unas desmedidas exigencias ambientales. Aunque, en el fondo, si lo miramos fríamente veremos que muchas de las controversias son ataques falsamente ideológicos para proteger determinados intereses económicos. Es más, hemos pérdido mucho tiempo filosofando, cuando lo urgente es poner foco en temas críticos con acciones para avanzar y conseguir resultados tangibles. 

Dentro del concepto ESG, podemos encontrar organizaciones que sólo buscan ser compliant, pero sigue habiendo muchas que siguen creyendo en que tienen la obligación de involucrarse para crear un futuro mejor para el planeta y para sus habitantes. No podemos negar que hay un cambio climático, ni que la sostenibilidad es un concepto que no puede quemarse, porque nos jugamos el presente y el futuro. A lo mejor es el momento de elegir algunas batallas y enfocarnos en ellas. 

Recordemos que vivimos en un mundo donde la incertidumbre es la norma, es fundamental que las empresas revisen la vigencia de sus agendas de sostenibilidad y las actualicen para seguir siendo competitivas y relevantes. La sostenibilidad genera competitividad, aporta valor a la sociedad y a las empresas; pero no podemos ignorar que esto también va de hacer dinero. Lógicamente, si lo hacemos de manera sostenible y no nos cargamos el bienestar global, pues miel sobre hojuelas. Es importante que sigamos hablando de desarrollo sostenible, ¡pongamos las tres primeras letras  en mayúsculas y aceleremos para que el progreso sea justo y SOStenible!