Cada mañana levanto a mis hijos para ir al colegio y la secuencia es la misma: higiene, ropa, desayuno, deberes y mochila. Tengo la sensación de que estoy en el día de la marmota y repito una y otra vez las mismas frases para no llegar tarde, hasta que grito, y entonces milagrosamente están preparados. El otro día pensé que hoy en día lo más cercano a una mamá loro, sería un chatbot, un robot conversacional, y que estaría bien tener uno que repitiera por mí la retahíla anterior y que no supieran hacer callar como a Alexa.

Parece mentira cómo estamos asimilando gran cantidad de chatbots en nuestras vidas para ayudarnos, asistirnos y respondernos (que no escucharnos con empatía) en diferentes aspectos de la vida, incluida la maternidad, en donde ya existen algunos para resolver dudas sobre el embarazo o la crianza del bebé. 

Personalmente, utilizo unos cuantos cada día que me ayudan en diferentes tareas en mi vida profesional, pero también en la personal para hacer la lista de la compra, organizar viajes o, incluso, comunicarme con los míos como LuzIA (que me transcribe los mensajes de voz de mis hijos y básicamente de todos los que han nacido en este siglo que se comunican de esta manera por WhatsApp).

Las preguntas que normalmente hacemos a madres y abuelas, ahora las responde una inteligencia artificial (IA), y no hablo de aquellos que intentan resucitar mediante la IA la imagen de sus seres queridos, que los hay. En este sentido, recordé una película de 2019 que se titulaba I am your mother (Yo soy tu madre) y trataba de un robot que criaba una niña humana al más puro estilo Darth Vader en la Guerra de las galaxias. No tan lejos, en el mundo real, ya estamos viendo cómo países como Japón o Corea, con una población envejecida, utilizan robots para el cuidado de las personas.

Premeditadamente, muchos chatbots tienen nombre y voz de mujer porque las personas que son potencialmente usuarios de ellas perciben las voces femeninas como más amables y serviciales. Es decir, las IAs tienen rostro, voz y nombre de mujer porque se diseñan para ayudarnos.

Creo que ya no podemos concebir la vida sin conectividad ni la concebiremos sin IA y sus aplicaciones, incluidos los chatbots. Hoy en día nos comunicamos, nos relacionamos, estudiamos e incluso ligamos en línea con asistentes virtuales.

Por ejemplo, AtheneaEDU que ayuda de manera brillante a profesores a diseñar y desarrollar sus contenidos y adaptarlos a las necesidades formativas o los perfiles de los alumnos; o el chatbot de Tinder, el CupidBot, que es capaz de concretar una cita por nosotros, que vendría a ser que nos ahorra el trabajo de filtrar y de tener que escuchar por enésima vez lo de "¿estudias o trabajas?".

Las aplicaciones son cada vez más y más específicas, como Sara, un chatbot desarrollado por 1MillionBot que ayuda a las mujeres, niñas y adolescentes víctimas de la violencia machista en media docena de países de Centroamérica y el Caribe, y ha sido seleccionado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Es difícil hacer cualquier cosa en línea sin hablar con un chatbot y esto va a más. Entretenimiento, información, finanzas, salud con asistentes que nos filtran, orientan, traducen, escriben, dan respuestas preprogramadas, buscan y organizan por nosotras.

Tenemos que ser conscientes que todo ello implica una cesión de datos de la que debemos tener cuidado, a la vez que genera una nueva forma de hacer y de relacionarnos. La tecnología nos da efectividad, nos empodera y ayuda en muchos aspectos, pero en este cambio progresivo hay que ser conscientes de dónnde nos metemos. Cuáles son las reglas y qué derechos y deberes adquirimos, especialmente si afectan a nuestros hijos, y es por eso por lo que hay que ser una "mamá hacker", porque ojalá hackeemos el mundo en positivo con innovación humana.

PD: En la era del humanismo tecnológico, cuidado con los tóxicos, trepas, troyanos y trolls y rodearos SINERGENTES que siempre suman aptitudes, equipo y valores.