Jaime Olmedo durante su intervención en el foro 'La libertad en el siglo XXI'.
Muy buenos días. Presidencia de la Universidad Camilo José Cela, Director de EL ESPAÑOL. Académicos de la Real Academia de la Historia. Claustro. Señoras y señores, queridos amigos.
Es un honor para la universidad y para mí personalmente participar en la inauguración de este ciclo sobre 'La libertad en el siglo XXI', que lo que pretende es reflexionar sobre los retos contemporáneos de la libertad en diversos ámbitos como estamos viendo, la ciencia, la educación, la cultura, la tecnología, los mercados, la prensa... y sobre todo poner de relieve cuáles son las amenazas, cuáles son los mecanismos de control, muchas veces de manipulación y de vulneración que están emergiendo también en la era digital.
La libertad siempre ha tenido una difícil definición. De hecho, la primera definición que nos consta en español es de 1611. La hace Sebastián de Covarrubias en su Tesoro de la lengua castellana. Es una definición por lo que no es. Es una definición en negativo. Dice Sebastián de Covarrubias que la libertad se opone a la servidumbre o la cautividad.
Hay que esperar hasta el Diccionario de autoridades en el año 1734, la primera obra lexicográfica de la Real Academia Española, para encontrar la primera definición en positivo.
Allí dice la Academia que "la libertad es la facultad natural o libre albedrío que tiene cada uno para hacer o decir lo que quisiere, menos lo que está prohibido o por fuerza o por derecho". Estas son las dos restricciones que se establecen: "O por fuerza o por derecho".
En 1803, en otra de las ediciones posteriores del Diccionario de la Real Academia Española, añade un elemento importante. Dice que precisamente por eso, por esa capacidad para obrar, somos dueños de nuestras acciones. Es en 1884 cuando precisa algo más importante, porque ya no nos nombra dueños de nuestras acciones, sino que nos dice algo más, que somos responsables de nuestros actos.
Así se ha mantenido prácticamente hasta hoy. La definición de libertad que podemos leer hoy en el Diccionario de la Real Academia Española nos dice que es la facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos.
Efectivamente, la libertad implica responsabilidad. El ejercicio de la libertad nos hace por eso responsables. Es la capacidad de discernimiento moral para optar por el bien o por el mal. Por eso la libertad debe ser responsable y guiada por la razón en su búsqueda de la verdad, a la que se refería Nieves Segovia, y del bien común. Sin esa finalidad del bien común, la libertad es una condición necesaria para el hombre, pero no suficiente para la sociedad.
La verdad, yo siempre digo que es la distancia más corta entre dos libertades: la libertad de pensamiento y la libertad de expresión. Y previa a esa libertad de expresión, y mucho más importante es, como digo, la libertad de pensamiento, esa libertad intelectual, o lo que es lo mismo, la conciencia, la espontaneidad en dirigir siempre la mente hacia la realidad.
Como afirmó Johann Stuart Mill en su tratado sobre la Libertad en 1859 "es imposible separar la libertad de hablar y escribir de la libertad de pensamiento". Por eso la libertad de expresión debe ir siempre unida esencialmente a la libertad de conciencia, a la libertad de pensamiento.
¿Para qué nos sirve la libertad de expresión si nos expresamos diciendo estupideces o haciendo seguidismo de determinadas consignas? Necesitamos a los buscadores de la verdad y la libertad que participan de eso que John Milton llamó "el esfuerzo comunitario" por la verdad, ese que, frente a la raza de embaucadores, dice Milton, "va de cerro en valle y de valle en cerro, recogiendo trozo a trozo los pedazos de la verdad que hayan quedado esparcidos".
Carmen Iglesias inaugura el ciclo de conferencias 'La libertad en el siglo XXI'
Pues bien, Carmen Iglesias pertenece a ese esfuerzo comunitario por la verdad y participa de él. Es una maestra. Aquí se ha hablado
del término maestro que mencionaba Pedro J. Ramírez. Y recuerdo a Steiner, siempre Steiner, cuando en su elogio de la transmisión define al maestro como la profesión más enorgullecedora y al mismo tiempo la más humilde que existe.
Profesor es el que enseña. Y maestro es de quien se aprende y muchas veces de forma involuntaria por esa persona. Y Carmen es uno de los pocos referentes que en efecto, tenemos actualmente.
En su monografía sobre Juan Luis Vives, Ortega y Gasset, después de decir el lugar y la fecha de nacimiento de un humanista, dice: "Con esto hemos mencionado dos tercios de su biografía". Pues bien, con Carmen Iglesias sucede algo parecido.
Con decir Carmen Iglesias hemos mencionado dos tercios de su biografía, porque Carmen ha hecho mucho y ha sido en muchas de las cosas pionera. Puede decir lo que dice el Asia en el soneto que incluye Cervantes en la Galatea, ese último endecasílabo perfecto cuando dice la pastora "libre nací y en libertad me fundo".
Esa es la esencia de Carmen Iglesias. Y digo que ha sido muchas cosas y ha sido pionera en algunas de ellas porque ha sido catedrática de la Complutense, catedrática de Historia de las Ideas y Formas Políticas. Luego, en la Rey Juan Carlos, catedrática de Historia de las Ideas Morales y Políticas Académicas y su directora desde el año 2014, 11 años ya. Académica de número de la Real Academia Española desde el año 2000. Directora del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, cargo por el cual además fue la primera mujer consejera nata del Consejo de Estado. Una institución que el año que viene cumplirá 500 años.
Y fue, como decía Pedro J. Ramírez, presidenta de Unidad Editorial entre el año 2007 y 2011. Y por el tema que nos convoca hoy, de entre todas sus publicaciones, más de 200 títulos, quiero destacar el pensamiento de Montesquieu, Ciencia y filosofía en el siglo 18, Razón y sentimiento y utopía. Un título precioso para unos estudios sobre Historia de España.
Ha sido comisaria de algunas de las exposiciones más históricas que ha habido en España y que han cambiado el concepto tanto de las exposiciones como de los catálogos aparejados a ellas y ha recibido distintas distinciones. No solamente la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio o la Orden de las Palmas Académicas de Francia, el Premio Internacional Montesquieu, el Premio Nacional de Historia, el Premio Julián Marías de Investigación en Humanidades y Ciencias Sociales.
Ella ha hecho suya una frase de Julián Marías que es "por mí que no quede". Y eso lo hace efectivo cada día y lo sabemos todos cuantos hemos convivido con ella. Por mí que no quede.
El Premio Ordenes Españolas, el Premio Carlos Tercero de las Redes Sociales Económicas de Amigos del País, el año pasado la Medalla de Honor de Madrid...
Pero hay una serie de premios que valoran su trayectoria. Una trayectoria siempre al lado de la libertad y que yo sé que tienen para Carmen un valor muy especial.
Está el premio Valores Humanos del grupo Correo de Comunicación, el Premio Mariona, el Premio a la Convivencia y, en el año 2022, el Premio Miguel Ángel Blanco.
Carmen Iglesias se batió en favor de la libertad en los años más duros del País Vasco. Miembro de Patronatos y Consejos de Administración en distintas fundaciones e instituciones, recuerdo sólo el Museo del Prado, Patrimonio Nacional o el Foro de Iberoamérica.
Como escribió Schelling en Sobre la esencia de la libertad humana, ese tratado suyo de 1809, "sólo en la personalidad", dice él, "está la vida" y la vida de Carmen nos habla de una personalidad basada en eso que Fernando Savater definió como "coraje para vivir, prudencia para sobrevivir y generosidad para convivir".
Qué puedo decir yo de esa generosidad, puesto que conocer a Carmen cambió mi vida.
Muchas gracias, Carmen. Tuya es la palabra.
***Jaime Olmedo es rector de la Universidad Camilo José Cela. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid y doctor en Filosofía y Letras por la Universidad de Bolonia, es también académico de número de la Real Academia de la Historia desde 2025.