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La historia de Juan del Val no es la típica de un escritor famoso. Antes de conquistar las librerías y la televisión, el autor madrileño vivió jornadas que poco tenían que ver con premios y focos.

Por entonces, no soñaba con bestsellers ni alfombras rojas; más bien luchaba cada día contra el frío y el calor en medio del ruido de una obra.

Sobre esa etapa, el escritor de 55 años hace una referencia muy clara: "Odiaba las obras con toda mi alma". Abandonó los estudios a los 17 años y su destino, al menos por un tiempo, fue teñido por el polvo y el cemento.

"En las obras nunca hace una temperatura agradable: o mucho frío o mucho calor. Y todo el sonido allí es a metal, no es agradable", confesaba desde el recuerdo, con la franqueza que le caracteriza.

La juventud de Del Val tampoco fue sencilla. De hecho, él mismo admite que era "un estudiante muy malo y tampoco excesivamente comprendido".

Expulsado de dos institutos, terminó trabajando como albañil más de dos años y medio. Sin embargo, esa experiencia cambiaría el rumbo de su vida.

Había días en los que el desánimo era demasiado. "Lo único que me apetecía era construirme a mí para salir de ahí", relata.

La trayectoria de Del Val

Poco a poco, esa incomodidad le impulsó a buscar algo distinto, lejos del mono de trabajo. Un salto valiente le llevó a probar suerte como escritor, aunque no tenía experiencia y sabía que el camino sería largo.

Su primer trabajo como periodista llegó tras insistir mucho y asumir riesgos. "Pronto cambié la hormigonera y el mono por la pluma", recuerda entre risas.

Fue redactor en El Independiente durante diez años y ahí se formó a golpe de esfuerzo y constancia.

Del Val no esconde las dificultades que ha atravesado. "Mi vida estaba destinada al fracaso, pero decidí que solo yo podía cambiarla".

Hoy, tras haber publicado seis novelas y ganar el Premio Planeta, siente que los años duros le dieron herramientas valiosas.

"He vivido años con una bola en el estómago y mucho dolor sin ninguna justificación"; afirma mostrando su lado más humano.

Junto a Nuria Roca, su pareja y compañera de trabajo, ha encontrado un equilibrio personal y profesional que refuerza su historia.

Juntos, en platós de televisión y en casa, demuestran que la complicidad puede sobrevivir a los focos. "A veces es complicado", reconoce Nuria, "pero sabemos discernir bien entre lo profesional y lo familiar".

La vida de Juan del Val enseña que no hay pasado que marque el futuro para siempre. Sus recuerdos como albañil no son obstáculos, sino el inicio de un relato de superación.

Del cemento surgió el escritor y ese viaje inspira a cualquiera que algún día vea su propio destino forjado en sueños y trabajo duro.