Leticia Dolera está en un buen momento profesional. Como actriz, tiene pendiente de estreno Silencio, la serie de vampiras de Eduardo Casanova. Y como actriz, guionista y directora, lanza ahora Pubertat, ficción que ve la luz este 24 de septiembre en HBO Max, y que para ella ha supuesto un salto en todos los sentidos profesionales.
“He aprendido muchísimo a la hora de construir personajes, familias. Son muchos microuniversos, cada uno con su trauma, con su herida, pero que luego, además, todo eso forme parte de una misma historia. Me llevó muchísimo tiempo escribir, fue durísimo, pero al final ha merecido la pena, yo creo”, explica Dolera a BLUPER en una conversación telefónica.
Compuesta por seis episodios, Pubertat gira alrededor de la noche de San Juan, en el contexto cultural de la tradición castellera catalana. La armonía de una pequeña comunidad se dinamita cuando una denuncia de agresión sexual estalla en redes sociales, señalando a tres adolescentes como responsables.
Xavi Sáez, Betsy Túrnez, Alexandra Russo, Jean Cruz, David Vert o Biel Durán acompañan, entre otros, a Dolera en esta serie que plantea una pregunta que no tiene una única respuesta: ¿Puede un niño ser un agresor sexual, o todo es fruto de la confusión propia de la edad?
¿Qué conversación social o cultural te gustaría que abriera Pubertat en el público?
Una conversación sobre qué hacemos con las redes sociales, con la educación de los menores y con nuestra forma de acercarnos a la sexualidad.
Leticia Dolera en un fotograma de 'Pubertat'.
Lo primero que se viene a la cabeza leer la sinopsis es el caso de La Manada que, de hecho, se menciona en el primer episodio.
La primera semilla surge en la sala de montaje de la primera temporada de Vida Perfecta, hace siete años. Mi productor, Oriol Maymó, y yo conocíamos un caso similar al de la serie, y estábamos impactados por la edad de los chicos y por cómo los padres y madres habían gestionado el conflicto. Bueno, mal gestionado el conflicto.
Es algo que suele pasar cuando un chaval es acusado de algún delito, los padres se cierran en banda, como es natural y es humano, o sea. Es algo totalmente comprensible, y se centran en proteger a su hijo más allá de comprender por qué su hijo quizás se ha visto involucrado en una situación así.
Una pregunta que deja la serie es en qué momento las cosas que hace una persona dejan de ser cosas de niños. Si el hacer, por ejemplo, botellón aunque tus padres te digan que no, te hace dejar de ser niño.
Al final la pubertad es el momento bisagra, ¿no? Por eso yo quería que los chavales actores tuvieran la edad de los personajes 13, 14, y no coger actores de 15 para interpretar papeles de niños de 13. Porque creo que es una edad muy concreta donde ves al chaval caminando hacia su edad adulta, pero todavía ves al niño también. En cambio, si pasas a los 15, el niño ya cada vez está más lejos. Los protagonistas, de hecho, si los miras, tú ves al niño.
Pero también ves al chaval que está caminando hacia su adultez. Y eso era para mí lo interesante, ese momento bisagra y ese momento además donde son tan vulnerables, tan esponjas. Es ese momento de descubrimiento, y por eso me gustaba plantear el conflicto en esta edad, para realmente caminar en el terreno de los grises, de la duda. De, si realmente, estamos ante una agresión sexual o estamos ante una confusión propia de la edad.
¿Cómo ha sido trabajar con estos actores jóvenes, que interpretan a gente de su edad?
Para los chavales era su primera vez en interpretando delante de una cámara, incluso algunos de ellos no habían hecho interpretación nunca. Yo hablé mucho con todo el reparto, les avisé de que iba a ser un rodaje duro, porque habría muchos tiempos de espera, porque somos muchos y haría mucho calor.
Quise que todos se enteraran de que íbamos todos a una y que lo importante era la historia, no que ningún actor brillara por encima de otro y esto creo que se ha conseguido y que hay una comunión en el reparto de la que estoy muy orgullosa.
Fotograma de la serie 'Pubertat'.
Pubertat pone sobre la mesa cómo no se habla de sexo en una casa, ni de padres a hijos, pero tampoco entre parejas que se están acostando.
La sexualidad sigue siendo ese tema que está envuelto, por un lado, por un tabú muy grande. Y, por otro lado, cuando se habla mucho de sexualidad hoy en día, es como que se habla casi como un capital sexual, como que te empoderas a través de tu sexualidad. Y se está vinculando mayor éxito a mayor sexualización.
Pero el terreno del medio, que es el de la vulnerabilidad, el del autoconocimiento, el del conocimiento del otro, el del acto sexual como un acto íntimo donde la comunicación es muy importante, ese tipo de conversación se tiene menos. Solo hablamos desde el tabú o desde la visión más capitalista.
En el primer capítulo, cuando un personaje adulto tiene un gatillazo, pide a su pareja ver porno. Y le da menos pudor hablar de pornografía que de cómo son sus relaciones.
Totalmente, es como si le tuviéramos miedo a la intimidad real y a la vulnerabilidad. Y como si hablar en esos términos tuviera una carga moral negativa, cuando la realidad es que la sexualidad nos atraviesa desde la infancia hasta que nos morimos, y toca partes muy vulnerables de nosotros mismos y no pasa nada por decirlo.
La acción está ambientada en una pequeña localidad, y parte de la acción tiene que ver con una asociación de castellers. ¿Por qué esa elección?
Quería situar la historia en el marco de la cultura popular, para mostrar, en cierto modo, a nivel metafórico, esa tensión entre una mirada más conservadora y una mirada más progresista. Además, sin además ningún elemento de juicio.
Empecé a pensar dónde en qué marco cultural podían tener lugar la serie, y cuando apareció la imagen de un castell, ya no la pude soltar. Porque me parecía que encerraba todas las metáforas, todo el simbolismo que contamos en la serie.
Por un lado, como la pinya es superimportante, si la pinya no está bien construida, que es la base, el castell no se puede levantar. Si no hay confianza, el tronc tampoco sube, la torre humana central. Y como los niños, que son los que suben más arriba, porque son los más ligeros, se tienen que apoyar en los adultos para subir.
Es una metáfora tan bella de lo que cuenta la serie, que además como es una serie que habla de lo íntimo, pero también habla de lo colectivo, del poder de la colectividad, me parecía que los castells eran el lugar idóneo para contar esta historia.
Fotograma de' Pubertat'.
A la serie se le podrían encontrar puntos en común con Adolescencia, de Netflix. Al compartir ciertas preguntas sobre juventud, líneas que se traspasan y responsabilidades.
Sí, lo que pasa que creo que Adolescencia es un poquito más áspera, más cruda, más dura. Pubertat creo que trata más capas distintas. No es ni mejor ni peor, pero Pubertat se centra más en la familia y en la importancia de la comunidad como lugar de transformación.
La mirada de Pubertat es luminosa y es esperanzadora, cosa que creo que no ocurre en la de Adolescencia, porque cuando la vi me quedé rota.
¿La consideras una serie para que los padres los vean con los hijos?
Me encantaría. Yo creo que los chavales de la edad de los protagonistas la pueden ver perfectamente, y puede abrir una conversación interesante, con una mirada amable y tierna. Porque, si bien la serie trata sobre un conflicto delicado, sensible, complejo, la mirada hacia los personajes es tierna y es humana.
