Este jueves, laSexta estrena el programa El camino a casa, un nuevo formato en el que el escritor Albert Espinosa acompañará a varios famosos hasta aquellos lugares donde crecieron. El primer invitado será Jesulín de Ubrique, y ambos han acudido para promocionarlo a El Hormiguero y desgranar algunos de los momentos que presenciaremos.

Espinosa, que recientemente también fue a Pasapalabra, explicó que se trata de descubrir no quiénes son esos famosos, sino quiénes eran. El título se lo debe a un amigo que tuvo cuando estuvo ingresado en la adolescencia por un osteosarcoma, y un amigo suyo soñaba con poder hacer ese camino de volver del colegio a casa. Un chico que falleció, que les regaló a todos sus compañeros de batallas unos relojes de arena con sus cenizas.

Jesulín de Ubrique contó cómo ha regresado a lugares donde fue muy feliz, y que hacía más de 35 años que no los visitaba. Definió su participación en El camino a casa como algo “muy emotivo”, y le dio las gracias a Albert Espinosa por cómo se ha emocionado, pues “soy muy duro y no soy de soltar las lágrimas”.

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El secreto de este nuevo programa es que Espinosa ha contado con “seis famosos que todavía tienen el niño dentro”: Pocholo Martínez-Bordiú, Rosa López, Luis Tosar, Fernando Tejero y Ana Peleteiro. Y hablando de niños, fueron con Jesulín a su colegio, y para poder grabar el productor Jorge Salvador tuvo que dar una charla. Sin embargo, en el plató bromearon conque todos los niños le cantaron la canción que Leonardo Dantés le compuso y que detesta.

Jesulín contó entonces que disfrutó de su etapa del colegio.No he sido el alumno estrella, me defendía”, decía el torero, que repitió tres veces sexto de EGB porque ya estaba toreando, y no le dejaron seguir estudiando. Para él, uno de los recuerdos más bonitos del colegio era “ir por los libros, para forrarlos. Yo iba feliz de la vida, porque sabía hasta donde podía llegar”, sentenciaba entre risas.

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Albert Espinosa tampoco fue buen alumno. “Suspendía cinco, seis, siete… Pero me puse enfermo a los 14 años, y me pasaron todo a sobresaliente y pensé: el cáncer me ha hecho listo. Pero creían que me iba a morir y no se atrevían a suspender al niño”, contaba con humor. En su etapa escolar aprendió a hacer negocios, vendiendo frutos secos y helados a sus compañeros.

El de Ubrique, por su parte, ya comenzó a ganar dinero con 12 años, cuando empezó a torear. “Mi etapa infantil no es de un niño normal, entre comillas, porque tenía una responsabilidad muy grande, y me estaba jugando la vida, aunque tú tampoco eres consciente de lo que puede hacerte un animal”, contaba. Esa responsabilidad, detalló, era que muchas familias dependían de que torease, empezando por la suya propia. Además, recordó cómo su padre para sobrevivir fabricaba todo tipo de juguetes y los vendían.

Pablo Motos detalló entonces que la película Rocky marcó la infancia tanto de Jesús como de Albert. Jesulín reconoció que la cinta era una forma de estimularse para “salir a la plaza como una moto”, y que, como el personaje, “se tiene que preparar todos los días para morir”. Y añadió que una cosa que tiene que hacer en la vida esir a buscar a Sylvester Stallone y hacerme una foto con él”. A Albert, por su parte, Rocky le recordaba a su ingreso en el hospital, y cómo su padre tocaba su banda sonora con el claxon del coche.

Mientras contaba la anécdota, el escritor quiso decir que le encanta el “grosor de las lágrimas” de Jesulín. Que los niños miran mucho de fuera y poco para adentro, y los adultos, al revés, pero que Jesulín tiene la capacidad de mirar para dentro y para fuera”. Jesús Janeiro admitió entonces que le gusta ser infantil. “Lo bonito es que él perdona y olvida siempre por un bien mayor, y eso emociona”, añadía Espinosa sobre el andaluz.

Otro punto en común que tienen Espinosa y Janeiro es una manía relacionada con sus zapatos. Albert utiliza las mismas zapatillas deportivas desde que era adolescente, y que solo se pone para ocasiones especiales, como esa visita a El Hormiguero. Jesulín, por su parte, contó cómo usó más de 200 corridas las mismas manoletinas, pues creía que le daban suerte, y que llegó a torear con un cartón puesto, porque ya no podían repararlas más. También se confesó supersticioso con su montera, pues ha usado la misma durante 39 años, y que una vez que se la cambió por una nueva le dieron una cornada.