Contra todo pronóstico Ya son las ocho parece ser, de momento, todo un acierto para Telecinco. La cadena mater de Mediaset ha decidido confiar su acces al prime time a Sonsoles Ónega, poniéndola a competir directamente con el líder indiscutible de esa franja horaria, Pasapalabra (Antena 3). Una llegada a la pequeña pantalla que ha mejorado los datos que venía registrando Sálvame Tomate, y que de seguir así cumpliría con el objetivo fijado por Paolo Vasile en la complicada lucha de audiencias contra Antena 3

Tras el éxito de Ya es mediodía, la cadena de Fuencarral ha optado por crear un formato propio a partir de una de sus secciones, El Fresh. Un programa, Ya son las ocho, que llegó a la pequeña pantalla el pasado 15 de noviembre y que ha conseguido acaparar la atención de la audiencia. Para nadie es un secreto que el espacio ha arrancado con más de un problema por resolver, fallos que tiene su origen en varios factores que la productora del mismo, Unicorn, ya debería estar trabajando para solventar si lo que desea es consolidar los buenos datos registrados durante sus dos primeras semanas de emisión.

Lo primero que llama la atención nada más ver el programa es el número de colaboradores que lo componen. Un exceso de personas, todas ellas provenientes de otros formatos de la misma cadena y productora, tanto de Ya es mediodía como de El programa de Ana Rosa, que pueden resultar abrumador para el espectador. Se trata de un espacio que cuenta con apenas 50 minutos de duración y resulta casi imposible que cada uno de los individuos presentes en el plató puedan desarrollar verbalmente una idea. Realidad que se traduce en que unos hablen sobre otros, fenómeno muy habitual y totalmente antitelevisivo, o que por el contrario se presente a colaboradores que no terminan abriendo la boca en toda la emisión. 

Isabel Rábago junto a Sonsoles Ónega en 'Ya son las ocho'.

En Ya son las ocho hay mucho de todo, y, cómo no, también se comentan muchos temas. El exceso de sumario en cada uno de los programas termina siendo misión imposible, considerando el tiempo limitado con el que cuentan. Finalmente, cada uno de los asuntos no terminan siendo tratado como se debería y el espectador se queda con un contenido informativo que se limita al titular que ya ha sido anunciado nada más empezar. Una ambición desmesurada por tener temas que finalmente merma el formato, ya que no existe tiempo para desarrollar nada. Menos temas posibilitaría detenerse un poco más en cada uno de ellos y así sacar algo nuevo, y más teniendo en cuenta que tienen en plató a algunos colaboradores que son protagonistas de las noticias. Una posibilidad gracias a la cual, podrían estirar las novedades allí acontecidas, tanto en el programa como en los demás satélites que existen en la cadena. 

Si bien es cierto que los asuntos relacionados con el contenido van, muy lentamente, mejorándose cada día, uno de los agentes que siguen acompañando a Ya son las ocho son los problemas técnicos. El programa de Sonsoles Ónega ha sido objetivo de varias 'mofas' en Twitter a consecuencia de errores que son fácilmente subsanables. La emisión de un vídeo de Camilla Parker cuando lo que tocaba era emitir uno de Gloria Camila Ortega, que observaba atónita en plató a la duquesa de Cornualles, o la cadena de fallos que se produjeron durante una conexión en directo con el cantante Raphael, donde no funcionó el retorno, se rompió el pinganillo y el reportero quedó a expensas de lo que escuchaba en su teléfono desde plató, son algunas de las escenas que han tenido lugar desde que están en emisión. Momentos de confusión que son lógicos en cualquier directo, pero que no deben convertirse en una constante si lo que se quiere es evolucionar favorablemente. 

Jorge Moreno, reportero de 'Ya son las ocho', durante la conexión en directo junto a Raphael.

Ya es mediodía es uno de los formatos que mejor ha encajado en la parrilla de Telecinco en los últimos años, un programa que partía con una premisa sencilla y que ha conseguido hacerse un destacado hueco. Pero la intención de la cadena no ha sido reproducir el espacio matutino, si no más bien ampliar la sección del Fresh. Un resquicio que cuenta con colaboradores propios y que repasa la actualidad de la crónica social, temas que pese a que funcionan bien en términos de audiencia en el programa de Ónega tan solo ocupan unos escasos quince minutos. Hacer de ese escaso periodo de tiempo un programa entero requiere una ardua tarea, y es que se necesita un engranaje más elaborado y cuidado para que todo resulte atractivo para la audiencia.

Un trabajo que, en parte, ya han realizado en Ya son las ocho pero en el que aún le queda un largo camino por recorrer para conseguir el aprobado. Mejorar la escaleta, acotar temas, dosificar a los colaboradores y solventar los serios problemas técnicos son los puntos a tener en cuenta en este formato que acaba de arrancar. Un programa que podría conseguir lo que ya tiene su hermano de las mañanas, generando así una audiencia fiel que cada tarde-noche conecte con ellos para después dar paso a los servicios informativos. 

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