El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. EP

La tribuna

Vuelve el relato de los 'brotes verdes' en año electoral

Tras la grandilocuencia de los mensajes que el Gobierno trasladará en 2023 con los datos económicos, se esconden muchos problemas que no tendrán buen desenlace en el futuro.

11 diciembre, 2022 00:52

Los desajustes en las cadenas globales de suministro provocados por la pandemia y su recuperación; la violenta e injustificada invasión rusa de Ucrania, con la consiguiente crisis energética y el impacto en la seguridad alimentaria; las peores condiciones financieras y, por supuesto, las mayores dificultades para hogares, empresas e industria. Son elementos que han dibujado un entorno macroeconómico difícil y de gran incertidumbre en toda Europa.

Un entorno que, de acuerdo con las previsiones por parte de prestigiosos organismos internacionales (FMI, OCDE, BCE y Comisión Europea), conducirá a un escenario de ralentización económica generalizada en la mayor parte de países de la Eurozona para 2023, con tímidos crecimientos de entre el 0,3 y el 0,5% del PIB.

España, por su parte, será, de acuerdo con estos mismos organismos, la feliz excepción, sorteando la recesión y liderando el crecimiento del conjunto de la Unión Europea (en torno al 1%) el próximo año.

Ahora bien, ¿es oro todo lo que reluce? El riesgo en España estriba, sin ninguna duda, en el ciclo electoral que se viene, que incentivará a nuestros gobernantes a vender una narrativa mucho más prometedora y halagüeña sobre el estado de salud de nuestra economía, además de conducir a una mayor contención en el discurso por parte de los organismos supervisores.

Y es que en período electoral tiende a dominar una cierta permisividad hacia la autocomplacencia y la ensoñación política para conquistar el beneplácito de los electores.

"El riesgo en España estriba, sin ninguna duda, en el ciclo electoral que se viene"

Prueba de ello es el aplauso generalizado a los datos de paro registrados en el mes de noviembre (positivos, sin duda), pues es el descenso más alto que se registra en un mes de noviembre en toda la serie histórica, hasta alcanzar los 2,88 millones de desempleados, lo que ayuda a mantener unos niveles de consumo decentes. Ahora bien, como siempre, el diablo está en los detalles.

La Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea), respaldada por algunos de los principales centros de estudios económicos del país (BBVA Research, el Círculo de Empresarios, EsadeEcPol y el Instituto de Estudios Económicos) cuestionan el grado de fiabilidad que tienen estos datos, ya que el número total de desempleados no incluye a los trabajadores con contrato fijo-discontinuo que se encuentran en situación de inactividad y, en muchos casos, cobrando la prestación por desempleo.

Una modalidad de contrato, la del fijo discontinuo, que se ha disparado tras la reforma laboral del Gobierno, lo que podría provocar serias desvirtuaciones en la foto general del empleo en España.

[Opinión: Esconder inflación y paro, un fracaso económico y político]

Asimismo, en un contexto de presiones inflacionistas incesantes, el Gobierno ha armado su discurso de propaganda en materia de política económica en torno a la idea de que España registra ya una de las tasas de inflación más bajas de toda Europa (6,6% en noviembre, según Eurostat), obviando, sin embargo, que este alivio en la subida de los precios no se ha trasladado a los alimentos, donde nuestro país se sitúa líder entre las grandes potencias de la Unión.

De hecho, según el Instituto Nacional de Estadística, los alimentos se encarecieron en España un 15,8% respecto al mismo mes del año pasado, un incremento récord desde 1986.

"El Gobierno ha armado su discurso de propaganda en materia de política económica"

Niveles de consumo decentes, inflación moderada en perspectiva comparada y desempleo en descenso. Hasta aquí las "buenas noticias" económicas para una campaña electoral de cine. Las oirán de forma recurrente por parte de distintos miembros del Ejecutivo.

Por desgracia, posiblemente el efecto eclipse de las urnas lleve al Gobierno a olvidar que ese crecimiento económico del que presume y que apuntan los organismos internacionales también se debe, en buena medida, a que España fue el país que sufrió un mayor descalabro económico por el impacto de la pandemia y del que se espera, por tanto, un efecto rebote más duradero.

De hecho, pese a ello, España no recuperará el PIB prepandemia hasta 2024 y será la última potencia de la UE-27 y de buena parte de la OCDE en lograrlo, según estimaciones del propio Banco de España y de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF).

En la misma línea, el número de insolvencias y concursos empresariales en España crecerá este año un 20%, el doble que a escala global, según el Consejo General de Economistas.

[El Banco de España avisa de que la recuperación del PIB perdido en la pandemia se retrasará hasta 2024]

A todo ello se suma la caída generalizada de los salarios españoles por el impacto de la inflación (en torno al 4 y el 5% este año), lo que duplica la media de la OCDE, el escandaloso endeudamiento público (por encima del 115% del PIB), sin senda ni estrategia alguna de consolidación fiscal, la pérdida de competitividad de nuestras empresas o la baja productividad (un 16% menos que la media comunitaria).

Asimismo, cabe subrayar la ineficiente gestión de los fondos europeos, llamados a ser un polo de atracción para la inversión y la creación de oportunidades económicas, donde impera la falta de transparencia, la lentitud y el agónico impacto de resultados tangibles en empresas e industria. Todo ello por no mencionar, si quiera, el retraso permanente de una agenda de reformas estructurales necesaria para una verdadera transformación del modelo productivo.

En suma, en España se dibujará en 2023 un relato de resiliencia duradera dominado por el ilusionismo político que, a la luz de los datos expuestos, se esfumará tras las elecciones.

Un panorama económico que, de no corregirse, parece inclinado a perpertuar la rueda de la policrisis y preconiza escenarios análogos a los de la era de "brotes verdes" de Zapatero, previos al estallido de la gran crisis financiera de 2008.

Un panorama económico para el que mayor peligro estructural es la autocomplacencia, el personalismo, la grandilocuencia y el ego político, con un presidente del Gobierno que abraza la euforia y vaticina ya que pasará a la historia por razones bien distintas a las de índole económica. El desenlace, me temo, se acercará más a los resultados de la Roja de Luis Enrique que a los de un milagro económico digno de los manuales de estudio.

*** Alberto Cuena es periodista especializado en asuntos económicos y Unión Europea.

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