La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. EP

La tribuna

Guerra económica de Putin

Solo con la persistencia de las sanciones de la UE se logrará ahogar económicamente a Rusia para terminar esta injustificada y dolorosa guerra, poniendo fin a la crisis energética y a la espiral de los precios.

13 septiembre, 2022 02:31

El impacto de las sanciones occidentales sobre la economía rusa está siendo mucho más lento de lo deseado. No sólo no termina la guerra, sino que Putin está dispuesto a extender el conflicto bélico al ámbito económico. Su amenaza más reciente: cortar el suministro a Europa no sólo del gas sino también del petróleo y el carbón ruso.

Según el FMI, Rusia se enfrenta a una contracción del PIB de 6,0% en 2022. Sin embargo, los verdaderos problemas para la economía rusa comenzarán después de 2022, cuando las sanciones empiecen a tener sus mayores efectos.

Será entonces cuando empiecen a agotarse los inventarios en las fábricas y ante la escasez de piezas extranjeras se tenga que frenar la producción. También se notará la fuga de talento y de empresas, que cada vez es mayor ante el descontento popular. Las empresas que ya han dejado el país representan alrededor del 40% de su PIB.

De momento, Putin contiene esta hemorragia con una intervención presupuestaria y monetaria insostenible, pero las finanzas del Kremlin están en una situación mucho más desesperante que lo que admite el Gobierno.

Tampoco China representa un balón de oxígeno para Rusia, ya que es un socio comercial menor de las empresas chinas, que no pueden arriesgarse a enfrentar sanciones estadounidenses. Tampoco se paliaría con las exportaciones, en constante aumento, a India.

El escenario más probable para Rusia es el de decadencia económica, siempre que los países aliados permanezcan unidos para mantener y aumentar la presión de sus sanciones. Las previsiones apuntan a que en 2023 el PIB de Rusia se hundirá un 8,3% respecto a 2021 y en 2024 descenderá hasta el 11,9%.

El escenario más probable para Rusia es el de decadencia económica, siempre que los países aliados permanezcan unidos

Todo ello puede explicar la reacción más reciente de Putin en su intento desesperado de frenar el impacto de las sanciones, al estar dispuesto a suspender todos sus contratos de suministro energético si la UE y los países del G7 fijan un precio tope a los mismos.

Y ello a pesar del coste que le representa. Según el Centre of Research on Energy and Clean Air (CREA), Rusia ha ingresado un total de 85.000 millones de euros por la venta de combustibles a la UE en los seis meses que llevamos de guerra, lo que representa el 53% del total exportado por Moscú.

Esta decisión es dura para la UE, pero lo es más para Rusia, cuyo gasto militar durante esta guerra se estima se eleva a 100.000 millones de euros.

La UE lleva meses preparándose para lo peor, advertida de las intenciones de Putin ante los sucesivos cierres del grifo del gas por Gazprom durante los últimos meses, llegando incluso a un cierre indefinido del gasoducto Nord Stream I este mes.

Para lograr el fin de esta injustificada y dolorosa guerra, más que nunca la UE debe permanecer unida en su objetivo de torcer el brazo a la maquinaria de guerra rusa ahogándola económicamente. Porque Putin, además de perseguir la ocupación de Ucrania, busca desestabilizar las democracias europeas.

Además de perseguir la ocupación de Ucrania, Putin busca desestabilizar las democracias europeas

Cada vez son más frecuentes las protestas ciudadanas por las consecuencias económicas de esta guerra, que por la crisis energética ha derivado en unas cifras de inflación inaceptables. Vemos manifestaciones en la República Checa criticando los elevados precios de la calefacción bajo el lema "República Checa primero", o la "insumisión energética" que surge en Italia.

Se corre el peligro de que prolifere el auge de los partidos de extrema derecha y los nacionalismos, en detrimento del proyecto de unidad europea.

Francia, cuya fuente principal de energía es la nuclear, se manifiesta en contra de finalizar el gasoducto Midcat. La relación entre Francia y España se ha tensado, además, este verano a cuenta del papel de ambos países como grandes receptores del gas licuado (GNL) desde EEUU hacia Europa.

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Es la hora de más solidaridad europea y capacidad para aguantar ante los chantajes de Putin. Bruselas debe coordinar actuaciones que permitan limitar los beneficios de las eléctricas y a la vez poner en marcha un paquete de ayudas a familias y empresas más afectadas por la crisis energética, similar a lo que se hizo durante la pandemia de la Covid-19.

Es una batalla de Europa y desde Europa se deben arbitrar todas las herramientas y armas para hacerla frente con éxito. El reto es lograr un acuerdo de mínimos entre los Estados miembros que muestran bastante división sobre las medidas a adoptar.

La intervención y reforma del mercado eléctrico, ya sea con topes a los precios, desacoplando el gas de la factura de la luz, o reduciendo la demanda con medidas de ahorro energético, resulta fundamental para frenar la espiral de los precios energéticos y luchar contra la inflación. Las últimas previsiones del BCE la disparan a una media para la eurozona del 8,1% este año.

En este contexto, el control de la espiral de precios resulta vital. Las razones de la elevación de los precios son tres: la política monetaria expansiva del BCE, especialmente tras la pandemia de la Covid-19; la falta de suministros y materias primas que ha ocasionado cuellos de botella que presionan los precios; y fundamentalmente, la espiral de los precios energéticos derivada de la guerra en Ucrania.

Respecto a la actuación del BCE, asistimos ahora a una política drástica de elevaciones de los tipos de interés –la semana pasada de 0,75 puntos-, que sin duda frenarán el alza de los precios internos. Éstos apenas representan el 31,5% del alza del IPC; por ello, en coherencia con su propia previsión de crecimiento del 0,9% para 2023, el BCE quizá debería perseguir un ritmo de desescalada de los precios más gradual.

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En relación a la segunda de las causas, los cuellos de botella están relajándose, a tenor de la reducción de los costes de transporte marítimo en un 45% desde el máximo alcanzado tras la invasión de Ucrania y la disminución de la cotización de la mayoría de materias primas.

Finalmente, respecto a la tercera razón a la escalada de los precios, la crisis energética terminará cuando finalice el conflicto bélico. A la UE sólo le queda mantenerse unida y seguir aguantando el envite de Putin.

Adoptando medidas que mitiguen la subida de los precios energéticos, que estabilicen la producción, que protejan a los ciudadanos más vulnerables y a las empresas más afectadas y que mitiguen el traspaso de los precios más altos de las materias primas a los precios a los consumidores. Y esperar como van haciendo mella las sanciones impuestas a la economía rusa.

*** Mónica Melle es economista.

Interior del Palacio de la Bolsa de Madrid.

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