Esta semana mis ojos siguen fijos en lo que sucede en Ucrania. No solamente me interesan las consecuencias económicas de la invasión, de la guerra o de la paz. Me importa la ética (o ausencia de ella) de la actitud diplomática, y por ende pragmática, de la Unión Europea y el bloque aliado frente a Putin.

Además de los desvaríos de la izquierda, que sinceramente, yo si estaba esperando, y la extraña actitud del partido de Abascal, ahora que la realidad le ha cambiado el paso, la respuesta conjunta de Occidente consistente en mandar ayuda a la población, dinero y, no en todos los casos, armamento, me sigue dejando un mal cuerpo considerable.

Los reporteros de guerra, que siguen pie al cañón, nos devuelven imágenes terribles, atrocidades inhumanas, como cortar los pasos humanitarios para desalojar a la población, violaciones a mujeres, niños que escapan solos, mujeres que dan a luz en los búnkeres habilitados en el metro de Kiev.

Es cierto que los países vecinos tienen las fronteras abiertas y que, probablemente, nosotros también. Me sigue pareciendo insuficiente. Putin no va a ceder un milímetro. Ese es su poder de negociación. No depone su actitud ni sus armas. Así que mientras Zelensky pide el embargo del petróleo ruso, nosotros nos echamos las manos a la cabeza: ¡menudo sacrificio! ¿Cómo saldríamos de una así, si enfadamos tanto al genocida ruso?

Está atacando deliberadamente a la población civil, las viviendas, las escuelas, minando los caminos por donde debería pasar la Cruz Roja… pero no se puede hacer nada con el petróleo ruso, ni podemos dejar de comprar gas a Rusia. Me produce una tristeza creciente darme cuenta de que nos importa muy poco ser cómplices de Putin a cambio de no perder fuelle económico.

Sí, las medidas que estamos aplicando nos van a complicar la vida: la ayuda es más gasto. Y luego está la inflación, que no iba a bajar mucho pero que ahora va a subir no sabemos cuánto ni hasta cuándo. Mi previsión es que, tras devastar Ucrania, se queda con Donbas, Crimea y anula la resistencia antirrusa mediante lo de siempre: purgas y represión. Y el resto, mirando. ¿Es realista que después exija Moldavia? Tal vez si se recupera del desgaste. ¿Entrará Ucrania en la Unión Europea y en la OTAN? No estoy segura, pero soy más bien pesimista.

Nos importa muy poco ser cómplices de Putin a cambio de no perder fuelle económico

¿Cuál es el origen de toda esta tragedia? El Gobierno de los hombres frente al Gobierno de las leyes. Ese principio, que constituye la esencia de lo que se conoce como Estado de derecho, implica que los dirigentes están sometidos a las mismas leyes que el resto de los ciudadanos y que rinden cuentas de sus acciones ante la ley. Para ello es imprescindible que la ley sea conocida por todos, neutral, general, no retroactiva y a largo plazo, de manera que no haya privilegios. Decía Frédéric Bastiat que el espolio de la ley se reconoce porque hay ciudadanos que realizan actos que, si los hiciera cualquier otro ciudadano, sería considerado un crimen.

Lo que tenemos en Rusia es el Gobierno de los hombres en estado puro. No se puede echar al tirano, tiene secuestrada a la población, a la que está encarcelando por discrepar, y no hay una puerta de salida para sus desmanes contra la población ucraniana. Dependemos de que un día se levante iluminado y decida retirar las tropas o no.

Entiendo que organizaciones como la Unión Europea exijan el respeto por el Estado de derecho (que debería concretarse más para no dar lugar a equívocos) de manera que se eliminara la incertidumbre acerca de la posibilidad de que nos salga un gobernante tiránico entre los socios.

Las Naciones Unidas tiene a Rusia y a China en el Consejo de Seguridad como miembros permanentes. ¿Qué opciones de ayuda tiene esta organización para ayudar a Ucrania? La descripción de la misión del Consejo de Seguridad dice lo siguiente: "El Consejo de Seguridad tiene la responsabilidad primordial de mantener la paz y la seguridad internacionales. (…) Éste es el único órgano de la ONU cuyas decisiones los Estados Miembros, conforme a la Carta, están obligados a cumplir".

El 27 de febrero, el representante de la Federación rusa declaraba: "Repetimos nuevamente que la operación militar especial de Rusia no busca ocupar Ucrania ni infligir daños a la población local". Una mentira flagrante a los demás países. Pero no pasará nada. Hay que ser pragmáticos. Ayudamos mientras no nos indisponga mucho con el tirano que nos tomada la medida.

Todo apunta a que nuestra sensación de impotencia es algo más que una sensación, es una realidad. ¿Qué mensaje están recibiendo los enemigos de nuestra civilización? Pues que estamos dispuestos a ceder si nuestro cómodo modo de vida se ve cuestionado.

Nuestro principal valor es material. Lo sublime y trascendente no se entiende, no existe. Por eso suscita tanto asombro y sorpresa la actitud de los ucranianos, dispuestos a defender los que es suyo, aunque en el empeño pierdan la vida. Luchan por una Ucrania alejada del gobierno de hombres, quieren una nación donde gobiernen, por fin las leyes. Y yo me pregunto si somos nosotros el mejor ejemplo.

No quiero terminar sin destacar la importante misión de las mujeres en Ucrania, quienes, junto con los hombres, todos ellos asumiendo las responsabilidades que pueden en esas circunstancias, participan en una resistencia sin cuotas de género. Pero con humanidad y coraje.