¿Quiénes son los enemigos de España? No. No son los noruegos, como proponían en su famoso sketch “La Comisión” el maravilloso grupo argentino Les Luthiers. En una de las escenas del video, la comisión creada para reformar el himno nacional de un supuesto país latinoamericano decide que hay que cambiar de enemigo. En el himno original, el enemigo son los invasores españoles y, al fin y al cabo, ahora España es un país querido. ¿Qué enemigo eligen? Noruega, porque nadie se va a enterar allí de qué dice la letra del himno del lejano país ficticio. En un momento dado, uno de los miembros de la comisión le explica al maestro que está indignado: “Maestro, es una hipótesis de conflicto. Total, ¿la gente qué sabe? Si pudimos inventar un enemigo, mire si no vamos a inventar un conflicto”.
Y en ese punto del video se me quitaron las ganas de reír.
Ya no parecía un sketch humorístico sino la realidad actual, en la que se inventan conflictos y enemigos para ocultar los verdaderos. Es algo que nuestra mente hace todo el tiempo, pero de manera inconsciente. Como el famoso consejo (que no recomiendo a nadie) sobre cómo quitar un dolor: causándote uno más intenso se te olvida el primero.
A finales de mayo ofreceré, con mi amigo Javier G. Recuenco, un programa de aprendizaje continuo acerca de las dinámicas de la incertidumbre en la plataforma Kryterion. Una de las conclusiones más inmediatas a que se llega estudiando el tema es que la incertidumbre nos molesta mucho y nuestra mente está preparada para evitarla a toda costa. Disponemos de “dispositivos” mentales inconscientes que nos ayudan en esta tarea evitativa. Por ejemplo, el control. Y reconozco que es racional. Pero, a largo plazo, sobre controlar en lugar de aprender a convivir sanamente con la incertidumbre es la mejor manera de acabar en catástrofe.
Pues lo mismo sucede con los conflictos. Y nuestros partidos políticos se comportan así: evitan aquellos conflictos que no son capaces de afrontar sin perder votos y popularidad. Claro que no lo hacen inconscientemente sino como parte de su estrategia para acrecentar o mantener su poder. Y, como sucede con la incertidumbre, a largo plazo, esta estrategia es un desastre para los ciudadanos.
En la que se inventan conflictos y enemigos para ocultar los verdaderos
Precisamente, parte de todo este entramado consiste en, como decía el miembro de la comisión de Les Luthiers, inventar conflictos y enemigos. Y, como señala en un hashtag un conocido economista tuitero, #EnEconomiaTambien. Las técnicas son las de siempre: negar datos, atacar al mensajero, desprestigiar a quien osa presentar una interpretación diferente. Por eso es tan relevante el mensaje en redes del profesor de economía de la Universidad Autónoma de Madrid e investigador de FEDEA, Marcel Jansen: “Es un error que las instituciones califiquen de falacia un (posible) efecto indeseado de una reforma. Tanto más cuanto que su reacción hace imposible un debate sereno sobre las medidas para mejorar la protección de los trabajadores fijos discontinuos”.
El comentario del profesor Jansen se refiere al tuit del diputado de Sumar, Manuel Lago, quien hablaba de la falacia de los fijos discontinuos. Valga este ejemplo como muestra de un fenómeno cada vez más preocupante. En este debate, ¿cuál es el enemigo a batir? El desempleo. ¿Qué hace el Gobierno? Lo esconde etiquetando como fijos discontinuos a personas que a veces trabajan y a veces no, también cuando no trabajan. ¿Dónde se pone el foco? En la polémica acerca de si es una falacia señalar el engaño o no. Y, mientras tanto, España encabeza el país con mayor desempleo juvenil en la Unión Europea: un 27%.
Y así, todo. Los datos de crecimiento del PIB frente a la composición del crecimiento, que es mucho más relevante. El fracaso del transporte de Cercanías frente a un supuesto “acoso” al ministro de Transportes. Quienes tienen que solucionar los problemas, en vez de afrontarlos con valentía, ponen el foco en temas tangenciales, especialmente si dan lugar a polémicas que llevan a vías muertas, que crispan y dividen a los ciudadanos.
Hemos llegado a un punto en el que la cuestión es si nuestra economía va “como una moto” o no. Y dependiendo de lo que digas eres A o B, susceptible de ser masacrado en redes o ensalzado como analista brillante. Los matices aparecen solamente cuando convienen, cuando te ayudan a justificar tu posición.
¿Quiénes son los enemigos de la patria?
España encabeza el país con mayor desempleo juvenil en la Unión Europea: un 27%
Decía el candidato a presidente de los Estados Unidos, Robert F. Kennedy jr. la pasada noche que un gobierno que puede silenciar a sus críticos es capaz de cometer atrocidades. Y explicaba que, por esta razón, la libertad de expresión debería estar en el primer peldaño de la defensa de nuestras libertades. La censura a la libertad de expresión es, por tanto, la primera señal de autocracia. Ya estamos ahí.
No me refiero solamente a las amenazas explicitas a los medios de comunicación por parte del gobierno, incluido este medio que me acoge y que ya ha salido en listas de medios a censurar, también a la censura encubierta mediante el escarnio y la descalificación pública. En economía también.
Los verdaderos enemigos de la patria no son tanto las personas como las ideas. Esas ideas que llevan a demonizar al rico, al empresario, a quien prospera y que ensalzan la redistribución forzosa, el control del consumo, que penalizan el ahorro y la inversión y bonifican la deuda. Mientras nos centremos en quitar a uno para poner a otro, en lugar de luchar por el triunfo de las ideas que eliminan la pobreza y permiten prosperar a las personas, estaremos gastando energía en el conflicto equivocado.