Mercados

Los españoles no invierten en Bolsa por casos como el del Popular

La caída del Banco Popular no ha sido inocua. Bien lo saben los accionistas que han perdido todos sus ahorros y también los bonistas más comprometidos. Además del contagio a otros bancos medianos, especialmente Liberbank, este varapalo vuelve a poner a muchos fuera de la inversión en renta variable.

18 junio, 2017 12:28

Los mensajes contradictorios, la falta de claridad en las cuentas y la ausencia de los supervisores explican el malestar y la sorpresa: en 24 horas se perdía la inversión del Popular y se conocía la venta por un simbólico euro al Banco Santander.

Nadie pone en duda el riesgo que se asume en la inversión bursátil. Se trata de ser accionista, o sea, el dueño de la compañía y por tanto se puede perder todo. Pero, nuevamente, el pequeño inversor se encuentra desamparado y perplejo como en tantas ocasiones. Como publicamos en INVERTIA, en los días anteriores se había movido el 31% del capital del Popular lo que permitió a muchos salirse. Fue un importante crecimiento del volumen de negocio que, sin lugar a dudas, levanta sospechas sobre la posibilidad de que algunos supieran lo que iba a ocurrir ese fatídico 7 de junio para el accionista del Popular.

No todos invierten con la misma información, está claro. Y además, podría esperarse más información por parte del BCE o de su filial el Banco de España cuando el último presidente de la entidad, Emilio Saracho, reformulaba cuentas a la baja. Y, por medio, declaraciones institucionales sobre su solvencia o pidiendo tranquilidad al accionariado. En paralelo, la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) veía derrumbarse la cotización sin hacer nada frente a su decisión de esta semana de eliminar los cortos de Liberbank.

Y eso que los bajistas en Popular rondaban el 12% de su capital, siete veces más que lo ganaban a la baja con la caída de Liberbank.

La compleja y novedosa regulación sobre la resolución de entidades en Europa no oculta estos fallos y esta falta de contundencia en saber cómo realmente estaba el banco y cuál era su futuro inmediato. Una crisis de la sexta entidad financiera de España que no se producía de forma sorpresiva sino que acumulaba años y años de deterioro en los precios de su cotización y en su balance. Por tanto, no se puede echar la culpa a que fue una explosión incontrolada, a que apareció de pronto un monstruo que se lo tragó todo.

La insistencia de las autoridades en que se trató de una crisis de liquidez y no de solvencia, se usa como un parapeto sobre la imposibilidad de Popular de abrir sus puertas el 7 de junio. Sin embargo, el fortísimo castigo en Bolsa de los últimos días, el disparado volumen de negocio y la falta de claridad sobre sus estados financieros que no consiguieron detener ni aclarar los supervisores son elementos más que suficientes para provocar una crisis de liquidez en cualquier entidad financiera mucho más sólida.

Consecuencia de todo ello es la desconfianza en la propia inversión bursátil. Una historia que se repite con numerosos ejemplos de compañías cotizadas que han acabado en la bancarrota. Pone a prueba la paciencia de los inversores y su fe sobre comprar acciones cotizadas.

Creo que uno de los más graves efectos de la resolución del Popular es que muchos pequeños inversores darán para siempre la espalda al mercado de acciones. No hay suficiente claridad para invertir y el pilar más importante para ello es que funcionen los supervisores y las firmas de auditoría. Tras casos como el de Bankia, el del Popular y tantos otros, está claro que el riesgo bursátil anda disparado.

Tal vez, eso explique el escaso porcentaje de españoles que tengan inversión financiera en los mercados. La gente, que es muy sabia, se limita a los depósitos bancarios y a invertir en inmuebles, aunque ahora está de moda desaconjerlos. Tampoco sirve de mucho invertir a través de fondos de inversión porque estos también palman con situaciones como la del Popular.