El pasado miércoles 19 de abril, en el XVII Congreso de editores y periodistas El futuro del trabajo en los medios, Carmen Artigas, secretaria de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial del gobierno de España, afirmó con rotundidad que nuestro país debía regular, pero sin que ello supusiera un freno a la innovación.
Pero si la secretaria de Estado se encuentra entre "aguas turbulentas" con su recién firmado acuerdo con Emiratos Árabes, así, en general, es como estamos ahora mismo con la tecnología y su regulación porque, como afirmaba hace poco mi compañera Elena Arrieta, “debemos regular y regular bien. No para frenar el avance de la inteligencia artificial, sino para procurar que ésta nos ayude a crear un mundo mejor.”
Pero no, aunque parezca mentira, no voy a hablar ni de Chat GPT ni del resto de IAs generativas. Hoy voy a hablar de regulación, de menores y de salud mental. Y, además, lo voy a intentar hacer con "sentidiño".
Y es que cada vez que se publica algo en cualquier parte del mundo relacionado con la tecnología y los daños que produce, especialmente en niños o adolescentes, ya estamos todos intentando copiar o replicar la norma, regulación o legislación de turno que nos ayude a alejar a los menores de las pantallas.
Así lo vivimos en el 2021, cuando el gobierno chino legisló el acceso de los menores de 18 años a los videojuegos, limitando su uso a una hora al día exclusivamente en el fin de semana. Y para poder verificar la edad y cumplir el "toque de queda" hicieron que las plataformas implementaran reconocimiento facial en sus aplicaciones, algo que aquí, en Europa, se daría de bruces directamente con el RGPD, para empezar.
Obviamente, como no podía ser de otra manera, teniendo una legislación estatal, el número de menores jugando a videojuegos bajó de 122 millones en 2020 a 82,5 millones en 2022, y, a pesar de ello, muchos también consiguieron saltarse las normas por diferentes métodos.
Pero, aunque fueron muchos, padres y profesionales, los que alabaron la medida china para reducir la “adicción a los videojuegos” de sus adolescentes, lo que debemos entender es cómo funciona en sí mismo el mundo asiático con respecto al occidental, donde cualquier actividad –y digo cualquiera– que pueda quitar tiempo de “producción laboral o educativa” está mal vista. Es decir, que la visión tan estricta que tienen para lo que debe ser la formación y educación de un menor hace que no conciban que éste pueda “perder” tres horas al día, da igual que sea jugando a videojuegos o charlando con sus amigos en un parque.
Y si esta medida ya copó todas las portadas de los medios de comunicación en su día, la recién aprobada medida del Estado de Utah ha supuesto todo un tsunami: “Los menores del Estado de Utah (EEUU) no podrán usar redes sociales por la noche a partir del 1 marzo del 2024.”
¿Qué va a suponer esto? Principalmente:
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Tendrán que verificar la edad adulta de un residente de Utah que desee mantener o abrir una cuenta en una red social.
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Obtener el consentimiento de un padre o tutor para los usuarios menores de 18 años.
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Permitir a los padres el acceso completo a la cuenta de sus hijos.
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Crear una hora límite de uso que bloquee por defecto el acceso de los menores durante la noche (de 22:30 a 6:30 h) y que pueda ser ajustado por los padres.
Y, sin duda, los dos puntos que van a ser los más conflictivos y con los que más encontronazos se van a encontrar a nivel legal son: por un lado, el hecho de la verificación de la edad, ya que esto abriría las puertas a que las empresas obtuviesen datos biométricos de los menores, y con ello, problemas de protección de datos; y por otro, y mucho más grave, el acceso de los padres a las cuentas y mensajes privados de sus hijos, vulnerando su derecho a la intimidad y al honor (al menos en España, según el art. 18 de la Constitución Española (1978): “Se garantiza el secreto de las comunicaciones… el derecho y el honor a la intimidad de los menores de igual manera que al resto de los ciudadanos”), lo que podría perjudicar aún más la salud de los menores y adolescentes.
La realidad es que no existe en la actualidad un sistema eficaz para la verificación ni de la edad de los menores ni del consentimiento de padres que garantice la protección de la privacidad y seguridad ni en Estados Unidos ni en Europa, siendo fundamental en este momento abordar la necesaria educación e información de los menores e incluso de los padres. La clave está en educar en la prevención y protección:
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Fomentar una adecuada autoestima en los niños y adolescentes.
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Educar en la adquisición de buenas habilidades sociales y de comunicación.
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Potenciar el desarrollo del autocontrol, especialmente en el entorno digital.
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Saber afrontar adecuadamente el estrés.
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Promover una buena utilización del tiempo de ocio.
Así que, en resumen, estamos a favor de la creatividad, la experiencia y la socialización, ya sea a través de los videojuegos o las redes sociales. Y, sin duda, en el equilibrio, y no en la prohibición, está la solución.