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Andrés Trapiello: "Galdós era un forofo de la vida"

Reflexiona en la conferencia 'El Madrid de Galdós y Galdós en Madrid' sobre la estrecha relación que existió entre la capital y el escritor

13 febrero, 2020 19:31

Se quedó gente fuera, sin poder escuchar a Andrés Trapiello en la Casa de la Panadería de la Plaza Mayor madrileña. Aforo abarrotado y atento a las palabras del escritor sobre Galdós en Madrid, o Madrid en Galdós, dentro del ciclo de conferencias y encuentros galdosianos que ha organizado el Ayuntamiento de Madrid para celebrar la figura y la obra de Galdós, en su centenario.

Recordó Trapiello que Galdós llega a Madrid con 19 años, en 1863, en principio para estudiar Derecho, pero que muy pronto le atraparon el periodismo, el teatro, y la ciudad, con sus tipos y sus vidas. “Madrid, una ciudad siempre hospitalaria y abierta, fue una de sus pasiones más prolongadas y firmes”, señala Trapiello. “El Madrid de Galdós estaba aquí al lado, a pocos metros de donde estamos ahora vivía Fortunata, y los vecinos, ya fueran artesanos o señoritos, se convirtieron en los personajes reales de las historias de Galdós, que aprendió bien de Dickens”, afirmó.

Aún siendo Galdós muy respetuoso con el marco, necesita engatusar al lector y llevarlo a su terreno, a la ficción, “porque Galdós –dice– no es un forofo de la historia, es un forofo de la vida. Galdós está constantemente recordando y olvidando, y si sus novelas fluyen de esa manera es porque está continuamente entrando y saliendo de la vida, de la mano de sus personajes”. Trapiello apuntala esta afirmación con varias citas que Galdós puso en boca de sus criaturas en distintas obras. Por ejemplo: “Si Juanito Santa Cruz no hubiera hecho aquella visita [tropezándose con Fortunata], esta historia no se hubiera escrito. Se hubiera escrito otra, eso sí, porque por doquiera que el hombre vaya lleva consigo su novela” (Fortunata y Jacinta).

Forofo de la vida, sí, porque lo que importa fundamentalmente a Galdós es el ser humano, “sobre el que posa siempre una mirada compasiva, a diferencia de otros escritores”, sostiene Trapiello. Y con su mirada poética y compasiva se dedica a patear las calles de ese Madrid que se expande, que rompe sus límites y empieza a democratizarse, a editar sus periódicos, a iluminar sus escaparates, “y que Galdós aprovecha para dar visibilidad a los vecinos, a los que otorga la identidad madrileña”.

Señala también Andrés Trapiello que Galdós no cuenta mucho de sí mismo, porque prefiere que lo cuenten sus personajes. “No es un escritor omnisciente. Incluso no sabe muchas veces lo que piensan sus personajes. Solo quiere colocarse a su lado”. Por eso seguramente, concluye Trapiello, tantos lectores se identifican con alguno de sus personajes, por eso “ todo lector tiene su Galdós preferido”.

Se le pregunta finalmente al conferenciante sobre el Galdós político y señala Trapiello que “la redención del ser humano siempre está en Galdós por encima de la política”; sobre la relación de Galdós con otros escritores de su época y posteriores: “Los escritores del 98 le despreciaron, como sabemos, le adjudicaron aquello de Galdós, el garbancero, pero yo prefiero a Galdós que a Valle, entre otras cosas porque a Valle no le entiendo bien lo que escribe”; y sobre los escritores más galdosianos de la actualidad, y cita entonces a Muñoz Molina, a Almudena Grandes, a Chirbes, a Martínez de Pisón y, especialmente, a Pedro García Montalvo que “desde la primera, Una historia madrileña, que llevó al cine José Luis Cuerda como La mujer del capitán Estrada, podría figurar como galdosiano, porque sus personajes acaban tiñéndose del paisaje en el que viven (siempre en barrios madrileños) y su mirada es también esencial y poética, tan humanísima como la de Galdos”.