Image: Una vida de papel

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Letras

Cervantes, una vida de papel

15 abril, 2016 02:00

El 27 de febrero de 1615 firma en Madrid el licenciado Márquez Torres la aprobación por la que se permite la publicación de la segunda parte del Quijote. Después de mil alabanzas, termina su texto con una anécdota que da cuenta de su éxito europeo. Unos caballeros franceses, al escuchar el nombre de Miguel de Cervantes, "comenzaron a hacer lenguas, encareciendo la estimación en que, así en Francia como en los reinos sus confinantes, se tenían sus obras: la Galatea, que alguno de ellos tiene casi de memoria la primera parte de esta, y las Novelas". Y del éxito de las obras a querer conocer detalles de la vida de su autor solo hay un paso. Al preguntarle sobre su edad, profesión, calidad y cantidad, Márquez se vio obligado a decir que era "viejo, soldado, hidalgo y pobre". Uno de los caballeros franceses preguntó extrañado: "Pues, ¿a tal hombre no le tiene España muy rico y sustentado del erario público?". A lo que otro de los caballeros responde: "Si necesidad le ha de obligar a escribir, plega a Dios que nunca tenga abundancia, para que con sus obras, siendo él pobre, haga rico a todo el mundo". La novela bizantina Persiles y Sigismunda (1617) es el proyecto literario al que se entrega en los últimos años, donde él tiene cifrados sus deseos de fama después de muerto. El prólogo comienza con una geografía muy conocida y transitada por Cervantes: el trayecto que va de Esquivias (Toledo) a Madrid. A la salida de este lugar, les alcanza un "estudiante pardal" que desea compartir con ellos el viaje hasta la corte. Pero lo cotidiano, lo habitual se vuelve extraordinario cuando escucha que quien va tan lento es el "rocín del señor Miguel de Cervantes". Al instante, el estudiante se apea a toda prisa de su cabalgadura, y, cogiéndole de la mano izquierda no puede dejar de gritar a los cuatro vientos: "-¡Sí, sí; este es el manco sano, el famoso todo, el escritor alegre, y, finalmente, el regocijo de las musas!". Si en la primera de las imágenes, hay lamentación y crítica, aquí, en la que Miguel de Cervantes consideraba su obra literaria más sublime, hay alabanza. Es el triunfo del Miguel de Cervantes de papel sobre el de carne y hueso, el personaje sobre el hombre... la vida en papel que le permite triunfar donde ha fracasado en vida: sano, famoso, alegre... "regocijo de las musas". ¿Cuál ha sido el camino que le ha llevado a esta última imagen triunfante que es la que quiere proyectar al final de su vida?

Dos momentos literarios

Miguel de Cervantes, como la mayoría de las personas con una cierta educación en los Siglos de Oro, escribió sonetos y versos siendo joven y alguna que otra comedia y obra extensa en su madurez. De ahí a pensar que estaba poniendo las bases a una carrera de escritor hay un abismo en el que caemos en más de una ocasión. De su cautiverio argelino (1575-1580) hemos conservado los poemas dedicados a Bartholomeo Ruffino de Chamberry y la famosa Epístola a Mateo Vázquez, en tercetos encadenados, que envía en 1577 al todopoderoso secretario de Felipe II. A su vuelta a Madrid en 1580, y mientras se empeña en conseguir una "merced", un puesto vacante en la administración americana de la Monarquía Hispánica, sabemos que en 1582 lleva ya muy adelantado su libro de pastores La Galatea (publicada en Alcalá de Henares tres años después), y que escribe y estrena varias comedias en los corrales madrileños. El 5 de marzo de 1585 firma un contrato con el empresario Gaspar de Porres para la representación de varias obras, como La Confusa y El Trato de Constantinopla y muerte de Celín. De estas primeras obras, casi todas perdidas, hemos conservado El trato de Argel y La Numancia. Y no es menos cierto que por testimonios indirectos sabemos que Miguel de Cervantes será reconocido como uno de los autores de romances más prestigiosos del momento, lo que va en contra de ese tópico tan extendido de que era mal poeta. ¡Él, que ha escrito más de 30.000 versos! Todas estas obras, escritas en diferentes etapas de su vida y en circunstancias bien variadas, constituyen un primer momento en la escritura cervantina. Es la escritura instrumental, la que le servirá a Cervantes, como a tantos otros autores de la época, para afianzar y apoyar sus pretensiones laborales o personales. Así lo habían hecho otros autores de libros de caballerías, como el notario Dionís Clemente (Valerián de Hungría) o el noble Juan de Silva (Policisne de Boecia), entre otros. Lo que es excepcional, o al menos, en la forma en que lo desarrollará Cervantes, será su segundo momento literario, al que dedica los últimos tres años de su vida, que comienza con las Novelas ejemplares (1613) y acaba con la publicación póstuma de los Trabajos de Persiles y Sigismunda (1617). En estos años, retoma, reescribe, le da forma definitiva y termina la mayoría de las obras que conocemos de Cervantes, las más geniales, sin duda. A las dos citadas, hay que añadir el Viaje del Parnaso (1614), las Ocho comedias y ocho entremeses nuevos, nunca representados (1615) y la segunda parte del Quijote. Un segundo momento en que la literatura se convierte en el único territorio digno de ser vivido, transitado. Una vida de papel que ha terminado por ser más real que su propia vida de carne y hueso.

La mesa de trucos

Miguel de Cervantes, seguramente por vivir en los márgenes de la literatura de su momento, por no poder acceder a ese centro dominado por Lope de Vega y Góngora, va a desarrollar un proyecto literario singular, único en su época. No es casual que termine su silencio editorial después del éxito de la primera parte del Quijote, con la publicación ocho años después de las Novelas ejemplares (1613). Miguel de Cervantes la define como “mesa de trucos”, y como tal hemos de leerla: no es solo la reunión de algunas obras ya escritas a finales del siglo XVI, en el mismo momento es que da rienda suelta a su pluma con el Quijote; es su “proyecto narrativo”, el espacio en que experimenta con géneros, tópicos, personajes y modos de narrar propios de la época. Este proyecto narrativo se verá completado con una reivindicación como poeta, tanto narrativo (Viaje del Parnaso, 1614), como dramático (Comedias, 1615). La aparición en 1614 de la segunda parte del Quijote de Alonso Fernández de Avellaneda, le obligó a dejar a un lado su proyecto literario y dar fin a los capítulos ya escritos de la segunda parte del Quijote, que seguramente comenzó a redactar ya en 1605. Y los últimos tiempos, las últimas fuerzas, las dedicará a su Persiles. Un proyecto literario único, deslumbrante... y fallido. No será sobre el modelo de novela más culta, o sobre la poesía, tanto lírica, narrativa o dramática, desde donde se levantará la fama de escritor de Cervantes. Una obra menor, de entretenimiento, sin prestigio en la época como es el Quijote será la que, con el tiempo de las lecturas inglesas del siglo XVIII, se alce como el proyecto literario más influyente de la literatura occidental, la primera piedra para el triunfo de la que conocemos como novela moderna. La vida de papel de Miguel de Cervantes sigue siendo lo que le hace único en una época fascinante como son los Siglos de Oro.

Ellos y su mundo

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Cuando Shakespeare nació, Cervantes apenas contaba diecisiete años. La mitología ha querido que llevaran vidas paralelas, pero lo cierto es que poco tuvieron en común, no mucho más allá de una muerte con días de diferencia. Sí tuvieron la fortuna -mala- de habitar tiempos convulsos, con guerras de religión y decadencias imperiales. Un tiempo que se reveló como uno de los más fructíferos de la cultura universal.