Letras

Caballero Bonald ajusta cuentas con el pasado

Segundo tomo de memorias del escritor gaditano en una suerte de autorretrato casi novelístico

3 octubre, 2001 02:00

La costumbre de vivir

José Manuel Caballero Bonald

Alfaguara. Madrid, 2005. 611 páginas, 3.250 pesetas

Poeta, novelista y memoriógrafo, Caballero Bonald (Jerez, 1926) ha trazado en este segundo tomo de sus memorias, que va de 1954 a 1975, el relato de un hombre que paulatinamente se va adentrando en la madurez y el relato de una generación que vive la dictadura de Franco entre la sordidez ambiental y la utopía.

Con un estilo de ricas modulaciones, a veces un tanto esquinado, nos presenta una geografía sentimental y una galería de retratos tan subjetivamente personales que al final se impone el autorretrato aproximado del propio autor. El resultado es la creación de un personaje que se desea novelístico. Como ocurre en Baroja o en Barral muchos sucesos biográficos están modificados, sobre otros apenas se apuntan cosas y sobre otros cae el manto del silencio. Hábil y dueño de numerosos registros, Caballero Bonald reflexiona sobre el carácter de ficción que para él entraña el propio género memorialístico y, por ello, las referencias al olvido, al apresuramiento, a las "averías cronológicas", a las "desviaciones", a la "alteración del contenido de la memoria" o "informaciones muy poco avaladas por el arbitraje de la realidad" son una constante. No importaría esto en exceso si no defraudara al lector avisado en la leyenda del propio Caballero Bonald, que lastra algunos episodios del texto.

El libro remonta el vuelo con la reconstrucción del ambiente cultural de la España del medio siglo. Una reconstrucción que se centra en los ambientes literarios de Madrid, Palma de Mallorca o Barcelona y que da lugar a retratos impagables de sus protagonistas. Cela, Gil de Biedma, Valente, Hierro, Alberti o Guillén son traídos a estas páginas con la valentía del que ajustando cuentas con su pasado ajusta cuentas consigo mismo. Son retratos donde no olvida su experiencia de lector y donde la valentía de los juicios, la ironía, la caricatura hacen extraer perfiles no valorados hasta ahora. Esto sucede también con la desmitificación que se realiza de la generación poética del 50.

Además, Caballero Bonald ha sabido introducir una muy conveniente reflexión sobre su obra. Sus precauciones ante un social realismo intrascendente, sus deudas simbolistas o barrocas nos acercan a una lectura de su generación menos monolítica de lo que apunta la crítica.

Viaje a la memoria, La costumbre de vivir (a diferencia de Tiempo de guerras perdidas) marca el atlas de una geografía que se quiere sentimental. No es sólo su Jerez natal, sino la experiencia de otras ciudades y otros países (sobre todo Colombia, París o a Cuba) los que se convierten en símbolos de la educación y la madurez de un hombre que vivió en esos lugares con la pasión del enamorado y supo extraer su propia concepción del mundo. Colombia significa la conexión con un grupo de escritores de indudable valía, y la apertura a una realidad violenta, mágica, mestiza.

Un libro en el que la densidad argumental no desvía la curiosidad por su lectura, al que sus múltiples caras convierten en un ambicioso relato donde el ajuste de cuentas con su pasado y las personas que lo compartieron lo hacen ser polémico y muy saludable.