“They said there´d be snow in Christmas, they said there´d be peace on Earth but outside it just kept on raining” Greg Lake


La fe de los mercados y los analistas en las soluciones mágicas es francamente inquebrantable. Ante la evidencia de la falta de resultados, el grito casi unánime es “repetir”.


Las secesiones expansivas no existen en economías abiertas


Esta semana el Banco de Inglaterra llevaba a cabo la mayor bajada de estimaciones de crecimiento del país desde la creación del MPC (Monetary Policy Committee) del banco central. El impacto del Brexit, que aquí ya comentamos que sería superior a lo que los más pesimistas anunciaban restaría a las expectativas de crecimiento de 2017 casi 1,5 puntos del PIB y 0,5% de 2018.


La respuesta ante tal riesgo ha sido original, imaginativa y no se le habría ocurrido a nadie (ironía): Bajar tipos y aumentar liquidez. Solo tiene un problema, no funcionará. Porque bajar tipos da 0,5% a 0,25% es irrelevante. El problema de Reino Unido no es de tipos bajos, sino de impacto estructural del Brexit. Los tipos más bajos no van a hacer que la gente se lance a pedir prestado, sobre todo cuando la diferencia es imperceptible. Lo que no se invertía con tipos base a 0,5% no se va a gastar a 0,25%.
Lo mismo ocurre con el programa de recompras.

El QE (Quantitative Easing) británico mantenía su credibilidad entre otras cosas porque el balance del Banco de Inglaterra se ha mantenido contenido -vía esterilización- desde 2013. Ahora se pretende aumentar el balance agresivamente. Pero pasar de 375.000 millones de libras de programa a 435.000 va a tener el mismo efecto que tuvo el aumento del QE europeo de 60 a 80.000 millones de euros mensuales. Ninguno. Lo explicamos aquí (“el helicóptero monetario también fallará”).


¿Por qué no funciona ahora bajar tipos y aumentar la liquidez? Por la misma razón que alimentar fortalece hasta que pasa a ser cebar, y entonces, solo engorda.
No se sale de la trampa de liquidez y saturación de deuda con más liquidez y tipos más bajos. Se perpetúa la burbuja.


Lo que nos demuestra, de nuevo, el Brexit, es que las consecuencias económicas de las separaciones abruptas son mucho mayores a lo temido, y que las políticas monetarias no solucionan problemas estructurales (el DIY Recession que comentaba Osborne). Las secesiones expansivas no se dan en economías abiertas y endeudadas, y el ejemplo es evidente, en una economía con larga tradición de credibilidad monetaria y fiscal. A ver si toman nota los que creen en la arcadia feliz del unicornio secesor.


Ante la evidencia del fracaso de los estímulos monetarios que mostrábamos en Japón -que empiezan justificándose porque darán crecimiento espectacular y terminan defendiéndose porque “habría sido peor”- las voces intervencionistas se lanzan a exigir planes industriales y estímulos fiscales, Total, en nueve años por cada dólar de PIB creado se ha aumentado la deuda en 3,7 dólares. Más madera.


El mito del estado emprendedor


Esta semana se publicaba el informe del Instituto Juan de Mariana que desmonta la tesis del “Estado Emprendedor” de Mariana Mazzucato, quien otorga al Estado el liderazgo en la innovación y el emprendimiento y aboga, en consecuencia, por una planificación estatal. Partamos de la base de que la colaboración público-privada es positiva ya que ambas se benefician de las ventajas de la otra.

No se trata de demonizar lo público, pero la tesis de Mazzucato de tildar casi de sanguijuelas a las empresas, que se “aprovechan” (sic) del Estado es, cuando menos, peligroso. Si los planes industriales y la planificación central fueran los únicos creadores de innovación y progreso, la URSS y la RDA habrían acabado con EEUU y la RFA. Afortunadamente, la historia nos muestra que la planificación estatal no es la panacea.


El Estado puede apoyar, pero sin una iniciativa privada potente no se maximizan los beneficios para la sociedad de dicha innovación.  El primer error de las tesis de Mazzucato parte de confundir financiación con titularidad y propiedad de la idea. Que el Estado provea de fondos -vía ayudas o subvenciones- parcial o totalmente a un proyecto empresarial innovador no le hace propietario ni creador del mismo.

Por esa regla de tres, los más innovadores del mundo son los bancos, que financian a todos, sector público y privado. Que una agencia estatal ayudara al creador de Siri, por ejemplo, no la hace propietaria (como demuestra el hecho de que el multimillonario es él, y la agencia financiadora nunca ha exigido porcentaje mayoritario de la empresa).


Pero el segundo error, y más grave, es otorgar al Estado la titularidad única de los grandes inventos innovadores de nuestro tiempo. Un automóvil BMW puede tener partes creadas por otros, pero el valor añadido de ese coche y su contribución al progreso no se le otorga a los que inventaron la rueda o el tornillo. Lo mismo ocurre con la simplificación interesada con respecto a Apple u otras empresas.


Mazzucato afirma, por ejemplo, que, en 1978, Apple logró financiación de la Continental Illinois Venture Company (CIVC) que, según Mazzucato, era parte de Continental Illinois Bank, que a su vez había recibido préstamos garantizados del gobierno de EEUU. ¿Conclusión? Que Apple no habría existido sin el Estado. Toma ya. Vamos, como si yo dijese que el Estado no existe porque los bancos lo financian. No solo no era CIVC estatal, sino un fondo de capital riesgo privado, sino que incluso si aceptamos la teoría delirante del “Estado Emprendedor”, su aportación al desarrollo de Apple pre-OPV es menos del 5%.

Ningún comité político es capaz de crear Apple, Google o Amazon porque elimina el incentivo de progreso económico


En realidad, el libro siempre acude a esas simplificaciones. Oiga, si usted recibió un préstamo (ya ni siquiera una subvención, ¡un crédito!) de un ente estatal, todo su desarrollo empresarial es invalidado e irrelevante. Apártate, Jobs, que viene el Comité del Pueblo. Si usted creó un producto para la marina y luego montó una empresa, es la marina la creadora. Y así…


Ningún comité político es capaz de crear Apple, Google o Amazon porque elimina el incentivo de progreso económico. Y las decisiones erróneas de inversión no se penalizan, por eso Mazzucato quiere, no es sorpresa, una banca pública que lo financie. Para que los destrozos los pague usted (lean y los mitos de la banca pública).


Si las grandes corporaciones tecnológicas debieran toda su existencia a la intervención del Estado, los países más innovadores del mundo serían los más intervenidos. Sin embargo, los más innovadores son, y no por casualidad, también los líderes en apertura y libertad económica. La propia Mazzucato debería explicar el caso de Italia, paraíso de “planes industriales”, donde las grandes corporaciones energéticas y de telecomunicaciones tienen control estatal y de las municipalidades, y no destacan ni por innovación, ni eficiencia, ni rentabilidad ni tecnología.

Estados Unidos registra cerca de 190.000 patentes nuevas cada año, Japón casi 180.000, Reino Unido unas 160.000, Alemania alrededor de 88.000, Francia menos de 30.000, Italia unas 20.000.


Si el gasto militar estatal es el motor creador de las grandes corporaciones innovadoras tecnológicas, ¿dónde están los Apple y Google rusos? No es una casualidad que en países donde el Estado se convierte en el controlador de toda la cadena innovadora, lo que se terminan creando son elefantes blancos y menos prosperidad. No es una casualidad que sociedades con un sector privado potente y dinámico creen más patentes y más innovación que estructuras rentistas paraestatales.

Cuando se elimina de la innovación los objetivos económicos se convierte en una fuente de elefantes blancos, ineficiencia y gasto inútil (piensen en esas “aceleradoras” estatales como Invercaria que no han financiado casi ningún proyecto rentable). Es en los países líderes donde saben que sin empresas con objetivos económicos claros esos proyectos de innovación se convierten en agujeros negros. Es la diferencia entre la adicción a la subvención comparada con la aportación al progreso con rentabilidad real para todos.


Estados Unidos registra cerca de 190.000 patentes nuevas cada año, Japón casi 180.000, Reino Unido unas 160.000, Alemania alrededor de 88.000, Francia menos de 30.000, Italia unas 20.000. Más del 80% de las mismas son privadas. Lo explico en Acabemos con el Paro (Deusto) hablando de I+D. En Corea del Sur el gasto público sobre PIB es del 20,92%. Menos de la mitad, respecto al PIB, que el español. En Corea del Sur el gasto en I+D es de los más altos del mundo, con un 3% del PIB, pero el 50% se dedica a tecnología. La mayoría de dicho gasto es privado. Las veinte primeras empresas del país suponen el 52% del mismo. Corea es el cuarto país del mundo en número de patentes registradas.


Israel es un ejemplo de verdadera creación de valor y rentabilización de la inversión y colaboración público-privada. Y aun así menos del 40% del gasto en I+D es público. El país cuenta con más de 4.000 compañías de tecnología, de las cuales 500 generan ingresos anuales de más de 20.000 millones de dólares… con menos de nueve millones de habitantes. La clave… Sector privado y sacarlas a bolsa cuando empiezan. En Israel saben que el Estado puede apoyar, pero cuando el proyecto pasa de una idea a una empresa, hay que tener gestores eficientes y empresas con aliciente económico.


En Israel se apoya la investigación y el desarrollo no para aparecer en los rankings, sino para crear empresas, empleo y prosperidad. Orientada al mundo real.
Un total de 80 de las 500 compañías más grandes del mundo tienen subsidiarias dedicadas principalmente al I+D en el país, situando a Tel Aviv, tras Silicon Valley, como la principal área del mundo en inversión tecnológica e innovación, según The Startup Genome. El 90% de la inversión es para aplicación empresarial real basada en analizar necesidades de consumidores.


Mientras, en la Unión Europea se pierden 32.000 millones de euros anuales en investigaciones redundantes y, cuando se habla de Investigación y Desarrollo, en Europa más del 70% se dedica al estudio del cambio climático (según Clarke, Modet and Co). No sorprende la bajísima rentabilización social y económica del esfuerzo inversor. Tomemos lo positivo de los modelos que funcionan. La colaboración público-privada es positiva, y el desarrollo que democratiza la tecnología y extiende el bienestar se da en un entorno de libre mercado, no de planificación política.