La fijación de un salario mínimo (SM) en Alemania fue objeto de un duro enfrentamiento entre los cristianodemócratas de Angela Merkel y los socialdemócratas de Sigmar Gabriel en las elecciones de 2013. La necesidad de formar una gran coalición obligó a Merkel a aceptarlo, pese a que los economistas de la CDU insistían en que sería perjudicial. De hecho, muchos de ellos creen que la elevada tasa de paro en los países del sur de Europa se debe a salarios mínimos muy altos. Al final, la canciller sólo consiguió retrasar su entrada en vigor hasta enero de 2015. Ayer se conoció el primer estudio sobre el impacto de su introducción: 60.000 puestos de trabajo menos en su primer año en vigor.

El estudio, elaborado por el Instituto del Mercado Laboral (IAB), el think tank de la Oficina Federal de Empleo, se desarrolló sobre una muestra de 15.000 empresas y el resultado es que la introducción de un salario mínimo de 8,5 euros por hora provocó un aumento salarial promedio del 4,8% y una reducción del empleo de alrededor del 1,9% en los establecimientos afectados por la normativa. La combinación de ambas variables implica que la elasticidad del empleo en relación a los salarios en Alemania es de -0,3, es decir que por cada un punto que suben los salarios, el empleo decrece en 0,3 puntos.

Los autores, Mario Bossler y Hans-Dieter Gesner, también descubrieron que la tasa de rotación en los empleos disminuyó, que se produjo una reducción de las horas de trabajo contratadas, pero no se detectaron efectos en el trabajo autónomo.

“Aunque esta cifra no corresponde para nada con las más pesimistas proyecciones”, dicen los autores en sus conclusiones, “ella demuestra una pérdida significativa de empleos inducida por el salario mínimo en Alemania (…) Presentamos la primera evidencia causal de que el salario mínimo puede, de hecho, desembocar en un trade-off (sacrificio compensatorio) entre un gran número de trabajadores que se beneficiarán de salarios más altos a costa de sacrificar los empleos de un número más pequeño de empleados”. 

Los 60.000 empleos que dejaron de crearse representan el 0,18% del mercado laboral alemán. Por tal razón, el director de IAB, Joachim Möller, se mostró cauto. Los resultados del estudio, "no deben ser magnificados", dijo.

La canciller alemana Angela Merkel

La canciller alemana Angela Merkel REUTERS/Hannibal Hanschke

La introducción del salario mínimo es el cambio más importante introducido en el mercado laboral alemán desde las reformas Hartz de 2003 y 2005. Alemania no tenía un salario mínimo, aunque existían acuerdos sectoriales y de empresas que establecían mínimos.

Después de que a comienzos de la década de 1980 la mayoría de los estudios demostraran que el salario mínimo causaba importantes pérdidas de empleo, el asunto se volvió controvertido cuando el estado de Nueva Jersey incrementó el salario mínimo para sus restaurantes fast food en 1992. Esta decisión permitió a los economistas Card y Krueger realizar un estudio comparando Nueva Jersey con Pennsylvania (que no tenía la misma normativa) y no hallaron efecto significativo alguno en el empleo.

Lo que vino después fue una importante discusión sobre el efecto del salario mínimo. En el campo económico esto derivó en una serie de cuestiones metodológicas sobré qué y cómo se estaba midiendo. El trabajo de Bossler y Gesner recoge las enseñanzas de esa discusión.

La decisión alemana sobre el salario mínimo ha sido seguida con mucho interés. En los últimos años, el debate sobre si deben existir o no ha abandonado el terreno de la ciencia económica y ha pasado a ser patrimonio de la política.

A nivel mundial, los salarios mínimos están subiendo. En 2009, el salario mínimo federal en EEUU se elevó a 7,25 dólares por hora después de que disminuyera en términos reales durante casi dos décadas. Desde finales de 2013, Obama defiende la Ley de Salario Mínimo Justo, lo que aumentaría el mínimo federal a 10,10 dólares en 2020. Ciudades como San Francisco, Los Ángeles, Seattle ya superan el nivel propuesto por Obama. En el Reino Unido, el conservador George Osborne anunció en julio de 2015 que el salario mínimo se incrementará de 6,50 a 9 libras en 2020. Lo más sorprendente de este anuncio es que el Gobierno británico ignoró la opinión de la Comisión de Bajos Salarios, un órgano que comprende a patronales, sindicatos y académicos y que suele ser el principal referente en la materia.

Resulta curioso que mientras un 76% de la población norteamericana está a favor de la subida del salario mínimo, según una encuesta Gallup de este año, entre los economistas reina el escepticismo. Esto se debe a que la teoría microeconómica estándar predice que el empleo cae si el salario mínimo se vuelve vinculante.

Bossler y Gesner reconocen algunas limitaciones de su estudio. No han conseguido medir el mercado negro de empleo. Es posible, sugieren, que la reducción del empleo legal se vea compensada por un aumento del empleo en negro. En segundo lugar, sólo han podido medir el efecto de la medida hasta el 30 de julio de 2015, las consecuencias a largo plazo deben esperar. “Esto es particularmente relevante porque los efectos del nuevo salario mínimo pueden diferir si hay una desaceleración económica”. Si la productividad cae, el efecto en el desempleo puede ser mayor, vaticinan. En tercer lugar, no han podido identificar si hay empresas que pueden haber quebrado con la introducción de la medida ya que sólo analizaron firmas “vivas”.