Oliver Rast, sindicalista en la cárcel.

Oliver Rast, sindicalista en la cárcel. S. Martínez

Economía presos asaliariados

Lucha en las cárceles alemanas

Un movimiento sindical surgido dentro de la cárcel defiende extender el salario mínimo alemán a los 40.000 presos.

31 enero, 2016 02:47
Berlín

El trabajo que realizan en las cárceles alemanas miles de presos se paga entre 9 y 15 euros al día. Obligados a trabajar en muchos casos, esas condiciones no tienen nada que envidiar a la explotación laboral de los talleres de Bangladés o Paquistán, según dicen desde el Sindicato de Prisioneros-Organización Nacional (GG/BO), una novedosa iniciativa sindical surgida hace apenas año y medio en Berlín en favor de los derechos laborales de los presidiarios. Actualmente suma 800 afiliados en 70 cárceles de Alemania y Austria.

Alemania celebraba como un éxito el año pasado la creación de un salario mínimo de 8,5 euros la hora. “Mucha gente está mucho mejor ahora, ha sido un éxito”, ha manifestado, por ejemplo, la ministra germana para el Empleo, la socialdemócrata Andrea Nahles, 100 días después de la aparición de esta remuneración.

La incorporación de esta medida al mercado de trabajo teutón, que contaba con el apoyo de la gran mayoría de la población –hasta el 86% de la opinión pública, según las cuentas de la Federación Alemana de Sindicatos (DGB) –, ha excluido un ámbito laboral del que pocos hablan: las cárceles. Y eso pese a que el trabajo que realizan quienes cumplen condenas en centros penitenciarios es capaz de generar hasta 150 millones de euros anuales.

Más de 40.000 presos empleados

En las cerca de 200 cárceles que hay en Alemania, se cuentan alrededor de 40.000 presos que desarrollan empleos a tiempo completo por remuneraciones que están muy por debajo de los estándares laborales introducidos por el Gobierno de gran coalición que forman la Unión Cristiano Demócrata (CDU) de la canciller Angela Merkel y el Partido Socialdemócrata (SPD). Por trabajar en los talleres de las prisiones o en los de empresas que han firmado acuerdos con las instituciones penitenciarias germanas, “los presos se llevan una remuneración equivalente al 10% del salario mínimo”, señala a EL ESPAÑOL, Bern Maelicke, investigador del Instituto para la Economía Social de Kiel (DISW). “En las cárceles, los presos tenían que habituarse a una vida en la que uno apenas tiene salario y no cotiza a la seguridad social”, agrega.

Sin embargo, esto ya no tiene por qué ser así. Al menos, no sin que se sepa en toda Alemania. Porque, por suerte para los presidiarios, existe para ellos desde hace año el Sindicato de Prisioneros-Organización Nacional (GG/BO), una organización de trabajadores creada en mayo de 2014 dentro de la prisión de Tegel, al norte de la capital germana. El librero berlinés Oliver Rast es el fundador de este sindicato.

“Se trata de la organización laboral con mayor diversidad étnica y multinacional que existe, pues tenemos miembros alemanes, franceses, polacos, rusos, georgianos, filipinos, vietnamitas, africanos, de todo”, explica Rast a este periódico. A sus 43 años, este otrora militante de extrema izquierda que pasó entre rejas tres años y medio después de haber tratado de destruir logística militar y haber amenazado a varios políticos, trabaja actualmente como anticuario especializado en libros relacionados con el socialismo, el sindicalismo, los movimientos sociales y los clásicos del arte moderno.

Rodeado de libros, su pasión, gana 1.900 euros brutos al mes con jornadas laborales de ocho horas. “Es mucho más de lo que ganaba que cuando trabajaba en la cárcel, donde cobraba 1,5 euros la hora y donde sólo podías ganar entre 150 y 200 euros mensuales”, asegura Rast. Sólo en la prisión de Tegel, donde fundó el GG/BO junto a su compañero Mehmet Aykol, hay catorce talleres, desde una carpintería hasta una zapatería, pasando por una imprenta, un taller de encuadernación, otro de papelería y meterial de oficina o una vidriería.

“Allí se hacen productos de calidad, no baratijas, y ese trabajo de calidad tiene pagarse, por eso pedimos el salario mínimo y que ese trabajo sirva para cotizar y tener una pensión”, aclara Rast frente a una taza de café a escasos metros del Rotes Antiquariat – “el anticuario rojo” –, nombre de su tienda de libros de segunda mano, situada en el céntrico distrito berlinés de Mitte. “Con esas medidas se evitaría que quienes pasan mucho tiempo en prisión, al salir, tengan el billete directo para ser pobres en la tercera edad”, añade.

“Ahora mismo, las condiciones de trabajo en las prisiones alemanas son muy comparables a las de los talleres de Paquistán o Bangladés, porque se trabaja casi gratis, es algo escandaloso para una democracia como la nuestra”, añade. Puede resultar paradójico que este otrora revolucionario de extrema izquierda defienda ahora posiciones “socialdemócratas”, según las define el propio Rast, apoyándose en las bases de un sistema que quiso destruir antes de entrar en prisión. El punto de partida de su militancia es el artículo nueve de la Ley Fundamental – nombre que recibe la Constitución de Alemania –, por el que se establece el derecho “de formar asociaciones y sociedades”.

“Es lógico que hayan formado un sindicato de presos, porque, aunque a los presos se les quiten otros muchos derechos en las cárceles, tienen derecho a asociarse”, sostiene Maelicke, el investigador del DISW. Es más, a su entender, no sería sorprendente que próximamente se reconociera el derecho a cotizar a los presos por su trabajo en las cárceles. Lograr beneficiarse del salario mínimo es un asunto más complicado. Depende de una amplia variedad de factores, como la productividad de los talleres – no es la misma en todas las prisiones – y también hay que tener en cuenta los costes que suponen el internamiento en un centro penitenciario.

A diferencia de un sindicato normal, el GG/BO no puede realizar manifestaciones o hacer huelgas, dado el contexto en el que tiene lugar buena parte de su movilización. Rast, que salió de prisión en septiembre de 2014, se esfuerza ahora en mantener los vínculos entre presos y ex-presidiarios, además de dar a conocer la organización y sus reivindicaciones a través de una activa presencia en los medios de comunicación nacionales e internacionales. “La idea es que nuestras demandas de mejoras se conviertan un tema político en el país pero todavía necesitamos tiempo para organizar nuestra capacidad de movilización”, reconoce el fundador y portavoz del GG/BO. El sindicato, en menos de año y medio de vida, cuenta ya con unos 800 miembros en 70 cárceles, después de un crecimiento rápido e inesperado que le ha llevado incluso a expandirse a Austria recientemente.

En este sentido, Rast asegura que si bien resultó difícil que dos presos aislados de Tegel lanzaran la iniciativa de crear un sindicato, casi lo es más mantener cierto orden organizativo dado el ritmo con el que está creciendo el GG/BO. Esa, sin embargo, no es la única dificultad a la que se enfrenta esta organización laboral. Más allá del “acoso” y las “represalias” que según Rast se toman contra los miembros de su sindicato en los centros penitenciarios, el GG/BO tiene que lidiar con el ninguneo de algunas de las autoridades. Por ejemplo, Beate Peters, directora de la Prisión Willich 1. de Mönchengladbach (oeste germano), se ha llegado a referir al sindicato de presos como un “club turbio”.

Relaciones con otros sindicatos

“El principal problema de este sindicato es que no tienen un partner definido para llevar a cabo negociaciones, porque en este ámbito no hay un equivalente a la patronal”, estima Maelicke, el experto del DISW. “Los presos no tienen contratos con empresas, son las empresas que tienen contratos con el Estado, que es el responsable de las cárceles”, agrega. Tampoco ha de contribuir a la causa de Rast y compañía las difíciles relaciones que mantiene el GG/BO con el resto de organizaciones laborales germanas. “La cúpula de la DGB se mantiene apartada de nosotros, porque nos ha de considerar 'criminales', aunque desde las bases de IG Metall o Ver.di hemos recibido señales positivas”, asegura Rast, aludiendo a los que son los principales sindicatos de Alemania. No obstante, precisamente con Ver.di la comunicación es más “tensa”, según Rast, porque en esa organización representa a muchos de los funcionarios de prisiones. En realidad, según Maelicke, “los sindicatos tradicionales no defienden ni apoyan las demandas de los sindicatos de prisioneros, es difícil pensar que puedan representar a la vez a los funcionarios de prisiones y a los prisioneros”.

Esta circunstancia, ni la progresiva pérdida de poder sindical registrada durante décadas a nivel general Europa, no parece que vayan disuadir a Rast al frente del GG/BO. Él siempre ha participado de las minorías en el panorama de la representación laboral. Además de estar afiliado al GG/BO, también es miembro de la federación anarcosindicalisa germana Unión de Trabajadoras y Trabajadores Libres (FAU) y del sindicato autogestionario estadounidense Trabajadores Industriales del Mundo (IWW), que cuenta en sus filas con el intelectual y lingüista del prestigioso Instituto Tecnológíco de Massachusetts, Noam Chomsky.