Los gendarmes franceses durante una manifestación en París.

Los gendarmes franceses durante una manifestación en París. Jacky Naegelen Reuters

Eurocopa

Caos en Francia: huelgas, cancelaciones y amenazas terroristas en el país

El fin de las movilizaciones en aerolíneas y trenes restablecerá la normalidad en el transporte, que ha afectado a decenas de miles de aficionados y se suma al estado de alarma.

15 junio, 2016 01:55

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Moverse en coche por Toulouse la mañana del martes era un empeño infernal: una manifestación había cortado las principales calles, con mayor encono aún que el operativo de seguridad montado el día anterior para el España-República Checa. Había huelga general convocada en Francia: los sindicatos galos han aprovechado el escaparate y la relevancia de la Eurocopa para mostrar su fuerza secular al Gobierno de François Hollande (con índices de popularidad por debajo del 20%) y tumbar por la fuerza el artículo de una nueva ley laboral que establece la primacía de los acuerdos de empresa sobre los convenios colectivos. 

El impacto de su lucha reivindicativa se ha sentido por todo el país y afecta, como querían, al campeonato: las empresas de coches de alquiler recibían estos días llamadas constantes de aficionados y periodistas afectados por la cancelación de trenes o la huelga de controladores aéreos y pilotos que terminaba a medianoche. Entre la amenaza terrorista, los hinchas radicales y la lucha social, la gendarmería francesa no vive sus días más felices.

Más de 1.000 vuelos cancelados

La CGT (Confederacion General de Trabajadores) convocó la huelga general en pleno mes de junio con el objeto de aumentar la resonancia de su oposición a la ley laboral, que impregna el torneo desde sus comienzos. Air France reveló este martes que en las cuatro jornadas de protestas ha suprimido 1.030 vuelos.

Los ruegos del Gobierno en los últimos días no fueron escuchados: la circulación de trenes y los vuelos domésticos (no tanto la recogida de basuras) han sido las actividades principalmente trastornadas por la movilización de los representantes sindicales en un país con las leyes laborales más protectoras (o rígidas, según se vea) del continente. La flexibilización propugnada por el Ejecutivo pretende ayudar a reducir la tasa de desempleo (un 10%, con un 24% entre la población juvenil) y tocar puntos considerados sagrados, como la ley de 35 horas semanales o el blindaje de determinados contratos.

La norma será probablemente aprobada el mes próximo. El acuerdo entre Gobierno y fuerzas sindicales parece ya imposible, en especial porque algunos sectores (como refinerías) han regresado a su actividad y ayuntamientos como el de París han contratado empresas privadas para atenuar las consecuencias de la huelga. La valoración del éxito de la medida de fuerza, como suele ocurrir, depende de quién la haga. A la manifestación convocada en París acudieron 80.000 personas, según la policía, y un millón, según los organizadores; los enfrentamientos entre agentes y sindicalistas llevaron a la detención de 60 personas y provocaron 40 heridos (29 de ellos agentes), según las autoridades.

Los sindicatos habían prometido que la huelga sería superior a la movilización del pasado 31 de marzo, cuando paralizaron la energía y los transportes, pero la impresión en las calles es que no han tenido el éxito esperado: la población parece crecientemente cansada ante un conflicto que dura ya varios meses. Encuestas como la del instituto BVA indican que un 54% de los franceses se oponen a la huelga, la número 50 desde 2009 y la décima este año.

Alerta antiterrorista

Este miércoles los pilotos de Air France volverán a la normalidad, como también los controladores aéreos. Sin embargo, las autoridades han aumentado su nivel de preocupación en otra materia crucial, la seguridad, después del asesinato de un policía y de su esposa (delante de su hijo de 3 años) en su propio domicilio a manos de un yihadista de nombre Larossi Abballa. Fue abatido por la policía y de él se descubrió que tenía una lista de posibles objetivos en su casa donde aparecían políticos, policías, periodistas y hasta cantantes de rap. Lo confirmó el fiscal de la República, François Molins, en una rueda de prensa en la tarde del martes: "Las investigaciones no han hecho más que empezar", insitió Molins, que informó asimismo de la detención de tres hombres relacionados con Abballa.

"Vamos a hacer de la Eurocopa un cementerio", comentaba el asesino en un vídeo donde animaba a realizar más ataques: “Os reservamos otras sorpresas para la Eurocopa. No os digo más. La Eurocopa será un cementerio. Nosotros, Hollande, seremos implacables". La Fiscalía ha alertado sobre la complejidad de los ataques sufridos por Francia, país permanentemente amenazado por los extremistas islámicos: al temor a atentados masivos como los del pasado mes de noviembre se suma la posibilidad de actos individuales e imprevisibles “en respuesta a las llamadas de muerte lanzadas por los terroristas".

La selección española vive tranquilamente refugiada en la isla de Ré, aliviada por su victoria contra la República Checa, el lento ocaso de la polémica De Gea y la seguridad de que sólo se puede acceder a la isla por un puente bien vigilado. Los dueños de hoteles y restaurantes sonríen cuando se les pregunta si sienten miedo. Pero las sensaciones no son las mismas en el resto del país.

Francia ha hecho todo lo posible por reducir la probabilidad de actos terroristas (prohibición de ver el fútbol en terrazas, cordones superpuestos en los estadios, etc). La UEFA expulsará a Rusia si sus aficionados protagonizan más incidentes: una manera taxativa de prevenir nuevas perturbaciones de la tranquilidad. El estado de alerta, no obstante, permanece inalterable. A partir de este miércoles, al menos, las reivindicaciones sindicales y los problemas de transporte no agravarán la neurosis de un país que este mes se siente en el ojo del huracán.