Las mariscadoras gallegas, sobre su supervivencia y el futuro de las nuevas generaciones: “Mantenemos el oficio, pero no siempre da para vivir”
Susana Silva y sus compañeras representan al 95% de la fuerza laboral femenina dedicada a faenar a pie. Un oficio tan sacrificado como relevante para la economía de las costas de la región que hoy afronta la falta de relevo generacional.
"¿Vosotros sois los que venís de Madrid? ¡Pues habéis madrugado bien!", se escucha a lo lejos entre la oscuridad de una noche todavía cerrada. Quien habla es Susana Silva (58 años), una mariscadora de la asociación Mulleres Salgadas que ha citado al equipo de Magas a las seis de la mañana en una playa remota de la Ría de Arousa. Y hasta allí hemos viajado.
"Tenéis que venir a Galicia y descubrir lo que estamos viviendo aquí, en el mar, que es un drama", nos suplicaba días antes por teléfono. Ahora, ya frente a nosotros, vislumbramos a una mujer ataviada con escarpines, chubasquero y pantalón neopreno, lista para mariscar, que nos hace un gesto con la mano. Quiere que la sigamos. Vamos allá, expectantes.
"Si no lo veis, no lo creéis", comienza. Se refiere al estado de las playas gallegas, cada vez más carentes de marisco por las lluvias y las altas temperaturas del agua. La crisis del sector encuentra su reflejo en los datos: en 2024, la producción de bivalvos, principal motor económico de estas costas, cayó a mínimos históricos. Solo se recolectaron 3.735 toneladas en la comunidad autónoma, menos de la mitad del promedio de los últimos 25 años, según informes recientes.
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"Poneos el chubasquero, ¡que vais a acompañarnos a faenar!", exclama. Nos lleva con dos de sus compañeras, que parecen estar también preparadas para lanzarse al mar. "¿Os vais?", dice Susana, con gesto de aparente sorpresa. Sí, se van a otra playa. En esta creen que no van a conseguir el mejor producto. "Es que el precio de la almeja fina... ¡Mira cómo fue ayer!", dice una de ellas. Entonces, Susana les recomienda atajar por la arena para no coger el coche y ambas emprenden camino.
Esta conversación apenas ha durado un minuto pero ya podemos hacernos una idea de dónde estamos y qué hemos venido a hacer. Las conclusiones son claras. La primera, el compañerismo entre las mariscadoras, así como su profesionalidad ante los retos que supone el mar. La segunda, la crisis que atraviesa este sector. "¿Veis? Esto es una locura", dice con los brazos abiertos.
Una forma de vida
Poco a poco, la noche va dejando paso a una mañana de amanecer nublado y las mariscadoras se apresuran a empezar a trabajar, pues su horario depende de las mareas. "Yo ya llevo 17 años en el oficio", comienza a contarnos Susana mientras nos dirige hacia la orilla. "Mis padres tenían bateas, uno de mis hermanos trabaja en la playa y la otra lo dejó y se fue a tierra", prosigue. Ella, sin embargo, no lo cambia por nada.
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"Esto es una forma de vida, la cultura de este lugar. Yo no reconocería Galicia sin las mariscadoras o sin su gente del mar. Es un oficio muy duro, pero mira qué escenario", dice señalando al horizonte. "Es nuestro mar. Trabajamos en él y para él. Físicamente es muy sacrificado, pero faenar aquí es una pasada", añade.
"No reconocería Galicia sin las mariscadoras o sin su gente del mar. Trabajamos en él y para él. Físicamente es muy sacrificado, pero faenar aquí es una pasada"- Susana Silva
Entonces, coge su rastrillo y comienza a extraer de la tierra las almejas. "Mirad, en esta temporada podemos llevarnos como máximo medio kilo de almeja fina, cinco de japónica y uno de berberecho", explica enseñándonos el calibre con el que miden las dimensiones de los ejemplares. Y así es, las mariscadoras deben recolectarlas hasta alcanzar los topes que dictan las autoridades, al igual que su tamaño, porque "hay que respetar la talla para que haya producto todo el año".
Y es que este oficio va mucho más allá que coger almejas, pues la labor de las mariscadoras también pasa por mantener al medio y sus especies, y garantizarse de que esta práctica sea sostenible. Sin embargo, el buen hacer de los profesionales del mar cada vez es más tortuoso debido a la degradación de las playas y la climatología adversa.
El cambio climático mide sus fuerzas en las aguas de una región que concentra alrededor del 65% del empleo acuícola del país, con un volumen de ventas que alcanza los 160 millones de euros. Sin embargo, el oficio enfrenta un período incierto para quienes, como Susana Silva, tratan de mantenerlo vivo.
Las mariscadoras
En Galicia, ellas sostienen el motor del marisqueo a pie: según cifras del Instituto Social de la Marina (ISM), representan más del 95% de la fuerza laboral en esta modalidad y suman más de 5.200 inscritas en el Régimen Especial del Mar, más de la mitad de las trabajadoras del sector en el país.
Sin embargo, su peso económico y social contrasta con su escasa presencia en puestos de decisión: de las 63 cofradías que hay en la comunidad autónoma, solo cuatro tienen a una mujer como patrona mayor y nunca ha habido una presidenta en las federaciones provinciales. La brecha, lamentan las asociaciones, se acentúa también en salarios y pensiones.
Para revertir estas disparidades, el 9 de marzo de 2022, el Parlamento gallego aprobó de manera unánime la instauración de un Observatorio Galego da Igualdade en el sector pesquero. La demanda partió de la asociación Mulleres Salgadas. Es un organismo independiente y formado por personal científico que pueda realizar un análisis cuantitativo y cualitativo de las aportaciones de las mujeres en los distintos sectores productivos del mar.
“Peleamos por la visibilidad de la mujer en el mar, porque se reconozca nuestro puesto y seamos conscientes de que el mar no solo son hombres”, concluye Susana.
El mal estado de la ría
La ría de Arousa fue una de las más devastadas por la mortandad de las especies, lo que provocó un cese de actividad de varios meses en el año 2023. Desde entonces, el mar no se ha recuperado. "La playa está fatal. Y no solo es el marisqueo a pie, en las bateas también pasa, la pesca a flote lo mismo... Son todos los sectores del mar, porque la ría está muy mal", dice la gallega.
Una de las causas, señala, son las lluvias de los pasados meses. "Cayó mucha agua dulce", afirma. Pero esa no es la única razón, pues al marisco le está costando gran trabajo regenerarse. "Nosotros pedimos que se busque cuál es el problema porque nos dicen que son ciclos, pero yo no recuerdo uno tan largo y llevo muchos años trabajando en esto", comenta Susana.
A las precipitaciones intensas se suman la proliferación de contaminantes, la erosión del litoral y los cada vez más frecuentes episodios de toxinas. Además, según organizaciones como Greenpeace, la costa sufre una presión añadida derivada del urbanismo y la exposición a vertidos que favorece la pérdida de biodiversidad y aumenta la vulnerabilidad ante inundaciones.
Todo esto agrava aún más la debilidad de los bancos, que ven caer la productividad a cifras históricamente bajas y entran en riesgo por la acumulación de factores adversos, difícilmente reversibles a corto plazo.
Expertos como Elsa Vázquez, catedrática de Zoología y profesora del Centro de Investigación Mariña (CIM) de la Universidad de Vigo, alertan una y otra vez en sus ponencias de que, si la tendencia actual persiste, el marisqueo podría quedar reducido a una “actividad simbólica en nuestras costas”.
Susana, con las botas sumergidas en el agua, destaca la intensa labor que realizan ella y sus compañeras para poner freno a esta situación. Entre otras tareas, hacen traslados de crías hacia zonas que no son tan productivas , respetan a los ejemplares pequeños para que puedan crecer en libertad o ejecutan controles a las aguas para asegurarse de que están en buenas condiciones. "Somos nosotras las que lo mantenemos, y es un trabajo muy completo. Hacemos todo por cuidar el medio y por ofrecer la mejor calidad al mercado", sentencia.
"La campaña de Navidad y verano hace que puedas subsistir bien el resto del año porque luego vienen meses malos"- Susana Silva
Todo esto, además de repercutir al medioambiente, hace que las mariscadoras tengan que buscar trabajos secundarios para poder llegar a fin de mes. "Muchas veces el mar no te da para vivir. Tienes que buscarte otros quehaceres, y algunos los encuentran ilegales. Yo tengo una hipoteca, dos hijos, un coche... tengo que tener un sueldo mínimo para vivir cada mes", explica.
Se trata de una situación de precariedad que las asociaciones de mujeres del sector denuncian desde hace años. Incluso en campañas favorables, muchas mariscadoras apenas superan los 500 euros netos al mes, una cifra a todas luces insuficiente para asegurar una vida digna que las obliga a compaginar un oficio en condiciones laborales duras como este con un segundo trabajo.
Además, el sector se encuentra amenazado por la caza furtiva y la entrada de producto foráneo. "Los precios están muy mal y creemos que es porque está entrando una enorme cantidad de marisco de fuera. No sería un problema si fuera legal, pero mucho no lo es y sale mezclado con el gallego o como si fuera nuestro", argumenta Susana.
“Tengo la esperanza de que podamos volver a vivir del mar, aunque no sea holgadamente. Si mi hijo decide entrar - que ya tiene muchas ganas de venirse-, que por lo menos el sector esté mejor. Ahora está tan mal que ya no se abren plazas para nuevos mariscadores”, lamenta la gallega.
“Nuestro sueldo depende de las condiciones del mar y de los precios. Y estos varían mucho. La campaña de Navidad y verano hace que tú puedas subsistir bien el resto del año porque luego vienen meses malos. Ahora ya no se puede. El año pasado fue nefasta”, zanja.