El índice de precios de alimentos de la FAO se ha disparado al nivel más alto de la serie histórica. Se empezó a recopilar en 1990. Según la ONU, la guerra de Ucrania podría elevar los precios de los alimentos entre un 8% y un 22% adicional.  Ante un entorno incierto y la evidencia de que los países con recursos pueden ayudar a reducir las tensiones en la cadena alimentaria y poner en valor su riqueza fortaleciendo el suministro doméstico, merece la pena poner en valor el papel de los invernaderos y la innovación agrícola en Almería y la costa de Granada.

Almería produce cada año 3,5 millones de toneladas de frutas y hortalizas. Las tierras están en manos de 14.000 familias propietarias y productoras, la inmensa mayoría microempresas, y la actividad de comercialización se canaliza a través de empresas cooperativas en su amplia mayoría. Es un modelo que genera empleo a 100.000 personas y cuya producción llega a 500 millones de consumidores.

Las hortalizas de invernadero de Almería suponen, además, casi el 55% de las importaciones totales de dichos productos por parte de la Unión Europea y el Reino Unido.

Los efectos de la invasión de Ucrania pueden ser muy relevantes.

Ucrania compraba a Turquía 60.000 toneladas de tomate y otras 10.000 toneladas de pimiento. Todo parece indicar que esas cantidades acabarán en la Unión Europea ante la demanda y la tolerancia a mayores precios, sobre todo por parte de los países más desarrollados.

Adicionalmente, las sanciones a Rusia, devaluación del rublo y las limitaciones en el uso del sistema SWIFT han llevado a que los exportadores turcos paren sus ventas, que suponían para Rusia y Bielorrusia 100.000 toneladas de tomate, 36.000 de calabacín y otras 30.000 de pimiento.

Israel también exportaba unas 50.000 toneladas más de pimiento. Si tenemos en cuenta otros orígenes, estamos hablando de alrededor de 30.000 toneladas de tomate. La Unión Europea exportaba a Bielorrusia y Ucrania, hasta el año pasado, 19.000 toneladas de tomate, 16.000 de pimiento y otras 3.000 de berenjena.

¿Qué significa todo esto? Que puede haber 210.000 toneladas de tomate, 110.000 de pimiento y 50.000 toneladas de otros productos típicos de la huerta almeriense cuyo destino es incierto. A pesar de todo ello, la Unión Europea estima que en 2022 y 2023 se mantendrá el déficit de productos agroalimentarios que se ha registrado en 2020 y 2021, lo cual demuestra que, a pesar de la crisis y la inflación, la demanda de producto de calidad continúa creciendo por encima de la oferta potencial.

Puede haber 210.000 toneladas de tomate, 110.000 de pimiento y 50.000 toneladas de otros productos típicos de la huerta almeriense cuyo destino es incierto

Una vez que analizamos esta realidad, debemos entender que los productos de Almería van a ser los más demandados dentro de su segmento en una Unión Europea que va a aceptar que su precio sea mayor pero que no puede permitirse el desabastecimiento.

Adicionalmente, esa producción puede suministrar a la creciente demanda nacional teniendo en cuenta que el turismo va a mejorar a pesar de los riesgos geopolíticos. España va a recibir muchos turistas que decidan no ir a Turquía o países bálticos por el riesgo de la guerra.

Ante una situación de demanda creciente y la pérdida de grandes importadores como Rusia y Bielorrusia, debemos comprender todo lo que los ciudadanos y suministradores del centro de Europa entienden: La calidad y el sabor hay que pagarlo de manera adecuada.

Es un buen momento para dar valor a la marca nacional y atender a una demanda que, en nuestro país, va a mantenerse o crecer y donde la dieta mediterránea es clave para reducir riesgos de enfermedades.

Los invernaderos de Almería son una respuesta inmediata, sostenible y de calidad a un riesgo de suministro que no se puede desestimar. Para ello, la respuesta debe ser doble, reconocer desde las autoridades hasta las grandes superficies que el valor añadido y la calidad deben tener un precio adecuado, porque el cliente lo valora y lo acepta, y además asegurarnos de que la demanda nacional se atiende de manera adecuada sin perjudicar a la exportación.

Considerando la atomización del sector, el pequeño tamaño empresarial y el alza de costes regulatorios e impuestos que ha sufrido la agricultura, el gobierno debería garantizar que el mercado no sufra porque los productores están ahogados por la inflación, los impuestos y las trabas.

Es momento de darnos cuenta de que el sector es estratégico, una palabra que es más realidad que nunca ante un entorno de conflictos comerciales y bélicos que solo parece empeorar. Un sector estratégico debe poder vender su producción con un margen adecuado y tener las facilidades administrativas y fiscales que disfrutan otros sectores que no tienen, ni de lejos, la importancia de los invernaderos de Almería.

España puede suplir muchos de los problemas de suministro de alimentos frescos a los que se enfrenta Europa. Defendamos este sector, clave para atender las necesidades locales e internacionales, competitivo, innovador y sostenible.