El principal enemigo de la estabilidad económica es la incertidumbre. Ese mal que nos persigue desde hace dos años. Y hay que reconocer que no va a mejor, sino al revés. Las noticias de la invasión rusa de Ucrania son un cóctel que eleva exponencialmente la incertidumbre. No tenemos claro qué hacer porque hay demasiados factores involucrados, mucho ruido y poca información relevante.

Por ejemplo, se ha publicado en el Washington Post que Rusia ha pedido ayuda militar a China, y que ésta se lo podría estar pensando. Esa noticia ya ha sido respondida en los medios: si sucediera, habría consecuencias económicas. Y, por supuesto, también se han analizado las contra respuestas de China. Conclusión: habría una escalada de medidas económicas que, sin duda, salpicarían a quienes somos dependientes de ambos países. Es decir, pierde Europa.

Esa es una de las nubes que tiñen el horizonte informativo ahora mismo. Pero hay más. ¿Cuál será la frontera de Ucrania con Rusia cuando esto acabe? ¿Qué pacto territorial aceptará Putin? ¿Qué pasará si Putin ofrece un final de la guerra con cesiones territoriales por parte de Ucrania y Zelensky no acepta? ¿La Unión Europea le forzará a aceptar para evitar la guerra mundial y las consecuencias económicas del conflicto?

Lo que sí sabemos es que la Unión Europea se enfrenta a un shock de demanda por la restricción en los mercados de petróleo y gas, al impacto en confianza económica de los inversores, a un efecto dominó en los suministros agrícolas y el mercado de materias primas, y a una posible fragmentación de la economía global debido al uso como arma arrojadiza de la interdependencia energética.

Las políticas económicas de la Unión Europea han de adaptarse a esta nueva situación. El problema energético pero, además, la acogida de refugiados y la política de defensa. ¿Necesitamos una política de defensa más sólida? Todos estos puntos afectan directamente al presupuesto de la Unión Europeo entre un 1,1 y un 4% del PIB, según Jean Pisani-Ferry para Bruegel. Eso en términos agregados. ¿Cuánto le toca a España?

 ¿Qué pasará si Putin ofrece un final de la guerra con cesiones territoriales por parte de Ucrania y Zelensky no acepta?

En estas circunstancias, lo normal es soltar al aire todo tipo de iniciativas, seguro que bien intencionadas, acerca de cuáles pueden ser las posibles soluciones. Porque hay temas urgentes que requieren actuar ya, y a la vez, cuestiones de más calado que implican consideraciones estratégicas y decisiones colegiadas entre todos los socios europeos y occidentales. Todo un reto.

Sin embargo, entre estas posibles soluciones, hay algunas que ya se han probado y no funcionan, son perjudiciales y crean problemas añadidos de difícil solución. Por ejemplo, el control de precios y salarios.

Franco fue uno de los gobernantes que recurrió al control de precios, durante el período de autarquía que alargó la posguerra y la pobreza en España. ¿Qué bien más necesario que el pan en esos momentos? Así que el dictador estableció un precio máximo del trigo con la buenísima intención de que hubiera pan para todos.

Los agricultores no podían producir a ese precio. Así que arrancaron el trigo y plantaron otro cereal: avena, cebada… Uno tras otro Franco fijaba el precio y los agricultores "huían" del control, refugiándose en otro cereal. Hasta que se generalizó el control de precios a todos los cereales y la escasez fue insostenible. Los controles de precios distorsionan el mercado y generan escasez.

Franco fue uno de los gobernantes que recurrió al control de precios, durante el período de autarquía que alargó la posguerra y la pobreza en España

¿Sucedería lo mismo en el mercado eléctrico? Es un mercado mucho más complejo, que ya está intervenido. No en vano, el 70% del precio de la energía es regulado. La "intervención" y la complicidad de las eléctricas con la política, al menos de manera indirecta, es muy evidente cuando se analiza la lista de antiguos políticos colocados como consejeros o ejecutivos en las grandes corporaciones (incluido Antonio Miguel Carmona en Iberdrola).

Nadie habla de eso. Y, sin embargo, los analistas nos posicionamos echando la culpa al Gobierno que no baja la parte de la tarifa que corresponde a impuestos, o a las eléctricas que obtienen unos beneficios obscenos. La cuestión es mucho más compleja porque es un sistema en el que ambos ganan y nosotros, consumidores, perdemos.

El problema es que el precio de la energía está llevando la inflación a los dos dígitos. En Estados Unidos se ha calculado la tasa de inflación de acuerdo con la metodología de 1973 y el resultado es que el nivel es ya similar.

De acuerdo con el artículo de Anne Marie Knott para Forbes, estaría en 10,76%, no muy lejos del 11,1% de 1974. Las consecuencias económicas de la crisis del 73 para Europa fueron muy duras. El fenómeno conocido como estanflación, que ya está en boca de todos, aparece por primera vez y una ola de pesimismo golpea a todos los países occidentales, después del subidón de varios lustros de un crecimiento económico que parecía no tener fin.

Y, tal y como sucedió entonces, pero por otras razones, a España nos pilla con el pie cambiado. Si entonces teníamos un gobierno dictatorial suavizado por el Plan del 59, y una economía controlada por los terribles Planes de Desarrollo, que distorsionaron las señales de los mercados, ahora tenemos una economía muy debilitada por la pandemia, pero también por un Gobierno que gasta sin control, por motivos electoralistas, y que vende humo pero no tiene estrategia económica sólida.

Hay que recordar que Franco muere justo entre la crisis del 73 y su eco en 1978, y el impacto de la desaparición del control de precios y salarios no llegó en el mejor momento. De ahí los Pactos de la Moncloa.

¿Y ahora? ¿Qué excusa necesita el gobierno social-comunista para obligar a las clases medias a pagar los platos rotos? Pues otro dictador: Putin. Tras la sombra de Putin se esconde una pésima gestión económica. Solamente la ceguera ideológica puede justificar aceptar a Putin como causa de nuestra mala situación económica desde la que afrontamos los retos que van a marcar nuestro futuro.