La invasión rusa de Ucrania en el contexto de la escalada registrada por los precios del gas durante el último año supone un impulso adicional alcista al coste de esa fuente de energía, básica para la economía continental. Esta situación pone de relieve la enorme vulnerabilidad energética de la UE y los riesgos macroeconómicos, estanflación, derivados de shocks de oferta adversos y externos potencialmente incontrolables. A esta dinámica no escapa España cuyas características geográficas y logísticas la convierten de facto en una isla energética sin vectores de generación autóctonos capaces de garantizar un suministro seguro y suficiente de energía y con una interconexión gasista de muy baja capacidad con el resto del viejo continente.

En este marco, el futuro de Naturgy y su escisión en dos compañías, una con los activos regulados y otra con los de mercado tiene una enorme trascendencia estratégica y económica para España. Si bien el perfil inversor de los fondos en cuyas manos está la mayoría del capital de la energética española permite presumir su permanencia en la sociedad propietaria de las actividades reguladas, es muy probable que el elevado riesgo de las sometidas a la evolución del mercado les incentive a venderlas en su totalidad o por partes. En este caso se produciría una endesización de Naturgy; esto es, la pérdida de una de las escasas empresas patrias con poder de decisión en el sector energético.

Naturgy es titular de los contratos que soportan la mayoría de las compras de gas argelino y es el principal actor en el mercado hispánico de GNL. Por tanto, su control por una firma foránea o por inversores extranjeros pondría en manos de éstos la mitad del abastecimiento de gas de España y, obviamente, sus intereses no tienen por qué alinearse con los de la economía y con los de las empresas españolas. En otras palabras, las decisiones estratégicas de suministro y de inversión se tomarían desde el exterior como ha sucedido con Endesa. Pero ahí no termina la historia.

El gas tiene además otra implicación fundamental para el sistema energético español. Es imprescindible para respaldar la producción de electricidad cuando el viento o el sol no contribuyen a la generación, fenómeno estructural por la intermitencia e incapacidad de almacenamiento de esas renovables. Por añadidura, la nuclear y los ciclos combinados alimentados por gas son los que aseguran ese suministro y, guste o no, lo tendrán que seguir haciendo durante muchos años. En consecuencia, no sólo la seguridad del abastecimiento de gas sino también, de electricidad tienen y tendrán una alta dependencia de la empresa de activos no regulados propiedad de Naturgy.

La energía es la principal fuente de ingresos de Argelia y un elemento clave para la estabilidad de ese país. Al mismo tiempo es relevante en las tensas relaciones argelino-marroquíes. En un escenario de mejor interconexión con Europa y con la mayor dotación de regasificadoras existente en la UE, España tiene la posibilidad de convertirse en una plataforma para abastecer a aquella de gas tanto procedente por tubo del Magreb como del GNL proveniente de los EE.UU. y del Golfo Pérsico contribuyendo así a reducir la capacidad rusa de chantaje. Es impensable que una estrategia de esa naturaleza pueda ser desplegada en el supuesto de una endesización de Naturgy.

Por otra parte, la evolución de la industria, de la tecnología y del empleo durante la transición hacia una economía descarbonizada está estrechamente asociada a la capacidad de tracción, inversión e innovación de las empresas energéticas líderes, a su capacidad de convertirse en motores del desarrollo tecnológico e industrial de la Vieja Piel de Toro. El caso de Endesa resulta de nuevo ilustrativo. Desde la entrada de ENEL, esa compañía ha reducido sus activos a la mitad y la extracción por el Estado italiano de un pay-out cercano al 100% ha lastrado de manera drástica su capacidad de inversión.

La argumentación esgrimida lleva a una conclusión evidente: la necesidad de buscar una solución nacional para la sociedad tenedora de los activos no regulados de Naturgy. Esta es la solución óptima para garantizar la seguridad de suministro a la economía española y, también, una oportunidad para disminuir los evidentes peligros políticos y económicos derivados de la dependencia del gas ruso, convertido en un arma política por Moscú. Se está ante la oportunidad de poner en marcha una operación de Estado de un alcance y de una envergadura inéditas que situaría a España en una posición económica y geoestratégica de primera magnitud.