¿Recuerda aquel anuncio en el que un tipo se largaba enfadado de una cena con amigos llevándose su Scattergories porque los demás no aceptaban que se saltara las reglas del juego? Pues más o menos eso es lo que le ha pasado Donald Trump con las redes sociales.

Esta semana, el expresidente de EEUU ha lanzado la suya propia, Truth Social, para poder seguir jugando con sus propias normas. Eso sí, a diferencia del señor del anuncio, Trump no abandonó Facebook, Twitter y YouTube, le echaron. Tras meses vomitando odio y mentiras sobre casi cualquier tema, su papel incitador en el asalto al Capitolio fue la gota que colmó el vaso de los CEO de las big tech.

Durante años, la política dominante de estos empresarios fue la de no intervenir ni responsabilizarse sobre la basura que algunos usuarios publicaban en sus plataformas. Pero cuando su máxima de no intervención empezó a provocar muertos en el mundo real y a atentar contra la democracia, la presión pública les obligó a actuar.

Trump se defendió con el clásico discurso de que las redes sociales están sesgadas hacia la izquierda y censuran a la derecha. Dada la relativamente buena relación de los presidentes demócratas con los empresarios tecnológicos, podría ser cierto. Sin embargo, varios estudios sugieren que las fuentes de derechas poco fiables son las que más fomentan la polarización y el extremismo.

Basta rascar un poco para darse cuenta de que lo que el expresidente quiere es poder soltar su nauseabunda ideología sin que nadie le rechiste. Y ese es el espíritu de Truth Social, "fomentar una conversación global abierta, libre y honesta sin discriminar la ideología política", según afirma su propio eslogan.

Permítanme que me ría. Como tantos otros, Trump está pervirtiendo el término libertad para que equivalga a poder hacer y decir lo que a uno le dé la gana sin enfrentarse a ningún tipo de consecuencia. Pero, cuando se vive en sociedad, la libertad que rige sobre los ciudadanos es la colectiva, la que busca el bien común frente a los intereses individuales.

Aunque todos podemos ejercer la libre expresión, esta se acaba cuando choca con la difamación, la calumnia y la incitación al odio, especialmente cuando suponen amenazas a la salud, la integridad física y los derechos de los demás. Y esto es justo todo lo que Trump quiere tener libertad para hacer.

Por eso me da tanto miedo Truth Social. Aunque de momento solo está disponible en EEUU, dos días después de su lanzamiento ya había sido descargada más de 170.000 veces. Debido al pico de demanda, muchos usuarios y medios reportaron problemas técnicos y notificaciones de que su suscripción había sido puesta en lista de espera.

Dos días después de su lanzamiento ya había sido descargada más de 170.000 veces

La urgencia de la extrema derecha de disponer de foros libres es tal, que Truth Social ni siquiera es el primero de su clase. Sigue la estela de otros estercoleros digitales que no voy a nombrar, algunos de los cuales incluso han llegado a ser expulsados de las tiendas de aplicaciones de Apple y Google por infringir los términos de uso bajo su bandera de ser espacios libres de censura.

Afortunadamente, no poder acceder a las principales plataformas de descargas y carecer de altavoces en las redes sociales masivas como Twitter y Facebook frena su poder de difusión y adopción. De hecho, sus más de 170.000 descargas palidecen ante los casi 2.000 millones de usuarios de Facebook y los más de 200 millones de Twitter.

Eso sí, dado el resquemor que el expresidente profesa hacia sus nuevos competidores, resulta bastante cómico que el diseño de Truth Social sea calcadito al de Twitter y que su hijo haya utilizado la red social del pájaro azul para anunciar el lanzamiento del último proyecto empresarial de su padre.

Lo importante es que, por mucho que Trump disponga por fin de un juguete a su medida, podría ser retirado de la tienda de Apple en cuanto viole sus normas. Algo bueno debía tener que prácticamente toda la economía digital tenga que pasar el filtro de los gigantes de Silicon Valley. Porque ni ellos ni nosotros estamos dispuestos a seguir confundiendo la libertad con el libertinaje, ni a aceptar "barco" como animal acuático.