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El carbón se hace a un lado y deja paso a la energía de la naturaleza

El planeta necesita un respiro. Para proporcionárselo, como sociedad, precisamos de un cambio en las formas de generación eléctrica, que nos permita en las próximas décadas afrontar el reto que supone alcanzar una economía descarbonizada y basada en un modelo energético más sostenible.

En el contexto actual son las grandes compañías energéticas las que tienen uno de los papeles más importantes para alcanzar los objetivos climáticos comunes. Dicho compromiso lo han adquirido empresas como Naturgy, que desde hace años viene trabajando en una transformación profunda de su modelo de negocio para abandonar por completo el carbón y destinar sus inversiones, principalmente, al desarrollo de las energías renovables.

En junio de 2020, la compañía alcanzó un hito muy importante en este sentido: el cese de la actividad de todas sus centrales térmicas en España, con lo que ponía fin a una historia de 55 años ligada al carbón. Pero, por otra parte, esta decisión iba acompañada de un aumento de la generación de energía a través de renovables. El mismo año que Naturgy cerraba sus centrales de carbón sumó 151 MW de capacidad renovable en España e inició la construcción de nuevos proyectos que aportarán 683 MW de energía limpia en los próximos meses. Una treintena de parques eólicos y fotovoltaicos que generarán cerca de 1.600 GWh/año de electricidad, el equivalente al consumo de más de 450.000 viviendas, y evitará la emisión a la atmósfera de más de un millón de toneladas de CO2.

Como muchas otras en España, las cuatro centrales térmicas de Naturgy se construyeron entre los años 70 y 80, en comarcas mineras del sur asturiano, en el Bierzo leonés y Galicia, favorecidas por el crecimiento industrial del momento. Han supuesto, durante décadas, un importante aporte de riqueza y tecnología a estas regiones, pero los tiempos cambian y con ello las industrias.

El inicio del cese de actividad de las centrales de generación térmica de Naturgy comenzó a finales de 2018, con la solicitud de cierre de las tres centrales que aún se mantenían en operación. Anteriormente ya se había autorizado la clausura de la central de Anllares, en León, pero con la solicitud de cierre de las centrales de La Robla (en León), Meirama (en A Coruña) y Narcea (en Asturias), se ponía fin definitivo a la actividad dependiente del carbón de la compañía en nuestro país. En la actualidad las cuatro centrales se encuentran en proceso de desmantelamiento.

¿Cómo se desmantela una central térmica?

La central térmica de Anllares, en León, fue puesta en marcha en 1982 y, tras 36 años de operación, alcanzó una producción neta equivalente al consumo anual de más de medio millón de hogares. La central se desmanteló entre 2019 y 2021, en un proceso que empleó a más de 60 personas y durante el cual se retiraron casi 60.000 toneladas de material férrico y hormigón.

¿Qué ocurre después?

Una de las consecuencias más palpables tras el cierre de una central de estas características -con un gran número de trabajadores y una larga trayectoria en el territorio- es el impacto sobre el empleo y la economía de la zona. Para abordar dichos efectos, bajo el compromiso de lograr una transición energética justa, Naturgy está implementando planes de acompañamiento con el objetivo de mantener la actividad económica en estos lugares.

Estos planes contemplan, por ejemplo, que los antiguos trabajadores de las centrales sean los mismos que se encarguen de las operaciones de desmantelamiento para ofrecer continuidad en el empleo. Pensando a largo plazo, también se ofrece a estos empleados formación en renovables y, por su parte, la compañía busca identificar proyectos e inversiones para la reactivación de las zonas una vez hayan finalizado los procesos de desmantelamiento.

El proceso de cierre y desmantelamiento de las centrales establece, como primera medida, la reutilización de todos los componentes y equipos posible, tanto en otros centros de Naturgy como por terceros. De esta manera se identifican los materiales susceptibles de ser revalorizados, y los componentes que no puedan ser recuperados son enviados a reciclaje para que sus materiales se reintegren en el ciclo productivo. En la central de Anllares, por ejemplo, estos esfuerzos han permitido conseguir un índice de revalorización y reciclaje del 98%.

Aun así, algunos residuos no pueden ser reciclados, como ocurre con los restos de cenizas procedentes de la actividad normal de la central. En este caso, la eléctrica ha llegado a un acuerdo de colaboración con empresas del sector cementero para utilizar estas cenizas como materia prima para la fabricación de cementos. Este proyecto, además de lograr la revalorización de los residuos, impulsará una nueva actividad económica en las comarcas afectadas por el cierre de las centrales.

El futuro es de las renovables

La nota positiva del cese de la actividad de las centrales de carbón es la reducción inmediata de las emisiones de gases de efecto invernadero, así como la disminución del consumo de recursos hídricos y la generación de residuos. Todo ello repercute en la generación de una menor huella de carbono de toda la actividad de la compañía, favoreciendo a su vez al proceso global de descarbonización de la economía. Uno de los principales objetivos de Naturgy es alcanzar las emisiones netas cero en 2050, de modo que, en paralelo al adiós al carbón, la eléctrica ha redirigido sus inversiones hacia las energías renovables: el reto es alcanzar el 60% de potencia renovable instalada en 2025.