Pedro J y EL ESPAÑOL, "en el centro, con la Constitución y sin nostalgia del papel": del ping-pong con Sánchez a pedir su dimisión
Una conversación entre Pedro J. Ramírez y Lorena G. Maldonado, además de una inmersión en los recuerdos y papeles de esta casa, sirve para desnudar los detalles de la aventura de EL ESPAÑOL.
Estaba Pedro, sin la Jota, en la universidad. Cómo sería Pedro sin la Jota, sin los tirantes, sin las camisas de rayas, sin su condición de Robespierre. Se van muriendo los que lo conocieron y nos vamos muriendo en la galera los que trabajamos para el de la Jota, los tirantes y las camisas de rayas.
Es Atila. Allá por donde pasa no vuelven a crecer la hierba ni las erratas. Una vez nos recriminó, como si hubiéramos pisoteado el diccionario, que hubiésemos escrito Pedro J sin el punto final; “Pedro J.”, hay que poner el punto. ¡Qué incordio! ¿Y si luego va otro punto? ¿Y si le siguen dos puntos?
Etapa actual (2015-actualidad):
El caso es que estaba Pedro, sin la Jota, recién llegado a la universidad, en Pamplona, y un compañero del Opus le insistía muchísimo para que lo acompañara a una “romería”.
A herr direktor, el plan no le entusiasmaba, pero acabó cediendo un día que no tenía nada que hacer. ¡Cómo sería Pedro J. sin nada que hacer! Se vistió de fiesta, se preparó para beber, para una capea, para ligar, para lo que fuera. Y se encontró con que la romería era subir a una ermita andando para rezar tropecientos rosarios.
Así debió de aprender la constancia que nosotros aprendemos con él ahora. La de martillearse los sesos para conseguir el mejor titular, la mejor noticia, el mejor reportaje. Nuestra particular romería en las reuniones de portada, en las llamadas del fin de semana. Como en un rosario laico… siempre seguido de letanías.
Ahora nos toca hablar a nosotros, en esta tercera entrega, la de EL ESPAÑOL. Porque tenemos la condición de “camisa vieja”, después de tantos compañeros caídos por el camino y de tantos recogidos en autoestop por las carreteras de esta galaxia que nació hace ya diez años.
En previsión de que, al cumplirse el décimo aniversario, nos encargará otro texto, aprovechamos aquí para matar dos pájaros de un tiro. Contar su historia de director de EL ESPAÑOL es también contar la historia de EL ESPAÑOL.
No podemos mirar demasiado atrás porque un diario vivo, en marcha, es una mirada hacia delante. Así que hemos llamado a Lorena G. Maldonado –Malhumorado según sus haters– porque es la más divertida y porque es la que mejor escribe. Nuestra folclórica, nuestra Lola Flores. Contar un periódico es contar casticismo.
En el principio fue el verbo... sin erratas
Nos sentamos preparados para la romería en el plató del diario, que está en la planta baja de un edificio muy alto para los que somos de provincias. Primero fue una planta, luego otra. Ya son tres.
Recordamos los días en que esto estaba casi vacío, pintándose de naranja, con los leones serigrafiándose en las cristaleras, con esas mesas altas estilo noruego o checoslovaco, no sabemos, con esas mesas redondas para que todos nos veamos la cara mientras escribimos. ¡Menos mal que el director tiene su propia mesa! Estaba todo tan vacío y tan limpio... Ferrer Molina recorría la redacción de lado a lado a bordo de un patinete eléctrico con la destreza de Carlos Sáinz y la velocidad multable de Froilán.


Nos fundaron, nos parieron, Pedro J, Fernando Baeta, Eva Fernández, María Ramírez, Eduardo Suárez, Ferrer Molina, María Peral, Ana Romero, Javier Muñoz, Daniel Montero, Rubén Lapetra, Pablo Romero, Daniel Basteiro, Ana I. Gracia, Mariangela Paone, María Torrens, Julia Tena, Isabel Mancheño, Antonio Delgado, Leticia Lombardero y Mamen Vázquez.
Ya estaban en el Consejo Nieves Segovia y Cruz Sánchez de Lara. Leemos en los confidenciales que Pedro J. y Cruz entonces nada. De lo que deducimos que herr direktor no sólo trabajaba y que también tenía momentos para el esparcimiento".


De El Directorio a La Comuna
Aquí dentro, igual que en Diario 16, impera la ley seca, pero los alrededores están llenos de bares. En uno, en concreto, por la noche, se hace “la leonada”, que acaba siendo siempre la leonera.
Pero vayamos al principio. Venía una vez más herr direktor con la decapitación recién cicatrizada y, aprendido el error, vigiló con más autoridad las leyes del Movimiento: se hizo con el 51% de las acciones para que no haya Dios que lo eche. Debe de ir en el nombre. Pedro Sánchez y él morirán en la cama.
Era la temporada 2014-2015. Seguía gobernando –por decir algo– Mariano Rajoy. Bullía la nueva política. El nacionalismo catalán se empezaba a ir de las manos. Juan Carlos I había abdicado en su hijo Felipe VI. Llegaban al poder eso que se llamaba “las alcaldías del cambio”: Carmena y Colau. Dominaba el Barça de Luis Enrique. Sobrevivía Gran Hermano, triunfaba El Hormiguero.

El desafío resultaba –y resulta– claro: un director de medio tradicional al frente de un medio rupturista para combatir a lo que los americanos llaman “legacy media”, los diarios de siempre.
Lorena era becaria en El Mundo. Cuenta –creemos que sin sobresueldo– que tenía muchas ganas de trabajar aquí por la obsesión con la verdad de Pedro J, por su interés en las vanguardias y en la contracultura. Acertó. Se ha inflado a descubrir grupos que tienen nombres como “los curas muertos”, “los chemsex”, “los consoladores de la España vacía” y cosas así.
Lorena, que es la chica progre a la que Umbral le escribió su carta, dice metafóricamente para definir la tensión que caracteriza este periódico desde el principio: “Pedro J. vive en el umbral”.
Había una expectativa de que nos llamáramos “El Universal”. Si El Mundo fue El Mundo porque era más grande que El País… El Universal era lo único más grande que El Mundo. Llegamos a hablarlo…- Pedro J. Ramírez
Le preguntamos a herr direktor, curiosos, por los nombres alternativos que se barajaron.
–¿Cuáles fueron los descartes?
–Había una expectativa de que nos llamáramos “El Universal”. Si El Mundo fue El Mundo porque era más grande que El País… El Universal era lo único más grande que El Mundo. Llegamos a hablarlo…
–Pero.
–Pero yo tenía calada la idea de EL ESPAÑOL por el momento constitucional tan delicado que vivíamos y todavía vivimos. Quería reivindicar un sentido constitucional de lo español, engarzándolo con el gran periodismo literario, liberal, conservador, progresista, radical que había adoptado la cabecera EL ESPAÑOL en todas sus mutaciones del siglo XIX.
Lorena mira más adelante. Dice que el nombre le cautiva por los poetas del 27. Por Lorca y por Cernuda. Es optimista. Reseña que a la izquierda, en estos diez años, se le ha pasado un poco su lejanía con la palabra España y que EL ESPAÑOL encaja todavía mejor.
Añade Pedro J: “Y el león como símbolo. En la monarquía y en la república”. Contesta Lorena: “No te olvides de que la leona es de las pocas hembras que adoptan la función de la caza sobre el varón. Aquí, somos nosotras las que salimos a cazar”.
Nostalgia del papel
Preguntamos por la nostalgia del papel. Porque Pedro J. llegó aquí después de 35 años dirigiendo linotipistas y a Lorena la conocimos sentada en una terraza al sol, con un cigarro y un periódico.
–¿Tenéis nostalgia?
–Yo no –dice Pedro J–. Mucho antes de fundar EL ESPAÑOL, a principios de siglo, ya había tenido una conversación iluminadora con Rupert Murdoch en la sede de News Corp en Londres. Me dijo: “Viviremos un tiempo en el que no habrá periódicos impresos, pero ni a ti ni a mí nos importará”. Murdoch es veintitantos años mayor que yo. Él no creo que viva ese final.
“Viviremos un tiempo en el que no habrá periódicos impresos, pero ni a ti ni a mí nos importará”- Rupert Murdoch
–¿Cómo que no? Si está de maravilla a sus noventa y tantos.
–¡Y su madre pasó de los cien! Yo creo que es porque no deja de casarse. Está casándose una y otra vez.
–Casarse rejuvenece, ¿eh, director? –le contesta Lorena.
Hay algo entre líneas fácil de leer que tiene forma de cruz.
–Pero, ¿de verdad no tienes ninguna nostalgia del papel?
Dirigí periódicos de papel durante 35 años, pero nunca fui el leñador que cortaba los árboles, ni el operario que extraía la pulpa para fabricar la pasta, ni el dueño de una empresa química donde esa pasta se convertía en bobina. Eso es un proceso industrial. Yo soy un contador de historias. Ahora la dimensión de las empresas de comunicación es más modesta, pero se pueden sacar adelante con mucha menos inversión. Y por tanto con menos dependencia de los grandes poderes.
Dirigí periódicos de papel durante 35 años, pero nunca fui el leñador que cortaba los árboles. Eso es un proceso industrial. Yo soy un contador de historias. Ahora la dimensión de las empresas de comunicación es más modesta, pero se pueden sacar adelante con mucha menos inversión. Y por tanto con menos dependencia de los grandes poderes.- Pedro J. Ramírez
–¿Y tú, Lorena?
–Pienso que el periodismo es un organismo vivo. Lo más importante es ser eficaz, rápido y de calidad. El soporte es prescindible. Cuando estaba en El Mundo, nos inculcaban que lo importante iba en el papel y el resto en la web. Era un error.
–Oye, yo no soy un enemigo del papel, ¿eh? –interviene Pedro J–. Sigo leyendo los libros en papel y estoy orgulloso del bookazine que ha sacado Magas, y que no va a ser el último. Me refiero al soporte del periódico.
–¿Lees hoy algún periódico de papel?
–Ninguno. Ni ahora ni en los últimos diez años en que dirigía El Mundo.
–¿No te leías el periódico que dirigías?
–En la tablet, en Orbyt.
Cambiamos de tema rápidamente por la chapa que dio con Orbyt. Si se pone a hablar de Orbyt, estamos muertos.
Dice herr direktor que su generación tuvo la fortuna de llegar al periodismo coincidiendo con la Transición y que la nuestra tiene la fortuna de haber llegado con el tsunami tecnológico.
En el inicio del periódico, Lorena y nosotros asistimos a ese momento apasionante de debate de ideas, de pugna de corrientes. Hubo también un enfrentamiento generacional.
–¿Qué cosas se hicieron mejor y qué cosas se hicieron peor?
–El primer año de vida de EL ESPAÑOL fue el más angustioso de mi vida profesional, de mis 45 años como director. Era consciente de cuán altas eran las expectativas, de cuánta gente se había implicado y se había rascado el bolsillo.


–Da cifras.
–Yo había puesto todo el dinero de mi indemnización, había más de 5.000 pequeños inversores a través de crowdfunding… Todos esperábamos que de la nueva tecnología brotaran maravillas desde el primer momento. Pero no sabíamos utilizar la tecnología. Creíamos saber mucho más de lo que realmente sabíamos.
–¿A qué te refieres exactamente?
–Cometimos muchos errores en la planificación del periódico, en el intento de hacer, al mismo tiempo, una buena página web y una edición para suscriptores, estilo Ipad, rompedora en el lenguaje visual. Pero esas dificultades fueron moldeando lo que hoy es nuestro gran éxito.
La línea editorial
Toca definir la tercera y –de momento– última línea editorial de Pedro J, la de EL ESPAÑOL. ¿Hay alguna diferencia respecto a El Mundo y a Diario 16? La inteligencia artificial, se lo decimos, sitúa al primero de sus diarios en el centro-izquierda y al segundo en el centro-derecha. ¿Qué hay de éste?
–El centro liberal, ¿verdad, director?
–Pero no lo utilizo como un ropaje o como un tópico. Creo que me ha acompañado siempre y que forma parte de mi identidad. Es una disposición a integrar gente distinta, talentos diferentes. Lo mismo de puertas hacia dentro que de puertas hacia fuera. En el centro de ese ideario, de nuestras obsesiones, está la libertad entendida de manera integral, como elemento que construye al ser humano y propicia el progreso de la civilización.
–¿La fachosfera?
¿EL ESPAÑOL era de izquierdas cuando apuntaló las investigaciones sobre la monarquía de Juan Carlos o la financiación ilegal del PP? ¿Y ahora es de derechas por desvelar la fontanería de Sánchez?- Pedro J. Ramírez
–EL ESPAÑOL era de izquierdas cuando apuntaló las investigaciones sobre la monarquía o la financiación ilegal del PP. ¿Y ahora es de derechas por desvelar la fontanería de Sánchez? Que no me cuenten pamplinas.
Y manda un recado a Sánchez: la moción de censura que lo llevó a la presidencia utilizó como munición muchas de las noticias alumbradas en El Mundo primero y en EL ESPAÑOL después. “El presidente debería mostrar, como mínimo, respeto intelectual hacia nuestro trabajo”, dice.
La singladura de este diario denota como nada el viaje de Sánchez de un prometido centro-izquierda al populismo. Poco a poco se fue deteriorando la interlocución hasta el punto de pedirse su dimisión a través de varios editoriales.
–Lorena, ¿tú qué tal con la línea editorial?
–Bueno, a mí me tranquiliza saber que Pedro J. era muy amigo de Aute.
–¡Si es que Luis Eduardo y Sabina fueron accionistas cuando lanzamos El Mundo! Los dos querían que continuaran las investigaciones sobre el terrorismo de Estado.
–Creo que en sus periódicos ha habido siempre gente de corte más de izquierda, progresistas. Siempre tienen su sitio y su influencia dentro. Pienso en Rafa Álvarez o Antonio Lucas. Fijaos: Cristian Campos, mi querido amigo y jefe de Opinión, tendría que ser mi antagonista radical, y aquí estamos, encantados de habernos conocido. Encantados de discrepar tanto. EL ESPAÑOL es todo eso.

¿Existe el liberalismo?
El centro liberal tiene más ventajas hacia dentro que hacia fuera. Porque, en momentos como este, de gran polarización, muchos lectores buscan trincheras. Lugares donde se vaya a reafirmar el ataque contra una de las dos orillas.
Además, le confesamos a herr direktor lo que una vez nos dijo un importante asesor político: “Cuando tenemos dudas sobre una polémica de actualidad, miramos qué dice Pedro J. Si apoya una posición, sabemos que esa es la que va a perder”.
Él se ríe y evoca a José María de Areilza. Anson decía: “Fijaos bien en él. Escuchadle. Es muy seguro en sus equivocaciones”. Nos cuesta creer que Areilza fuera tan determinado como Pedro J. en el apoyo de las causas derrotadas. La UCD, el Partido Reformista, el CDS, UPyD, Ciudadanos… ¡No falla!
“Todos esos proyectos que mencionáis –apunta Pedro J.– fueron efímeros, igual que la Agrupación al Servicio de la República, de Ortega, Pérez de Ayala y Marañón. Pero no me parece justo decir que fracasaran totalmente. Dejaron un poso de sus ideas en la sociedad”.
–Lorena, tú esto del liberalismo…
–Pues como en la Segunda República, que no había republicanos. En esta España, apenas hay liberales. Sólo he conocido a dos en mi vida: Pedro J. y Escohotado.
Pedro J. vuelve a la carga y nos dice que los grandes proyectos políticos que han triunfado lo hicieron por integrar el liberalismo: Suárez, González, Aznar, ¡Zapatero! Es que todo va muy rápido, pero Zapatero llegó a decir: “Bajar impuestos es de izquierdas”. “¡Y nombró presidente del Constitucional a uno del Opus Dei!”. Joder, ahora lo entendemos: sería el de la romería en la universidad.

–¿Y Sánchez, director? ¿También fue liberal cuando llegó al poder?
–Os recuerdo que dio su primer mitin con una enorme bandera de España detrás, que prometió meter en la cárcel a Puigdemont, acabar con los aforamientos, desterrar los indultos, despolitizar los medios y las instituciones públicas… ¿Eso no es liberal?
–¿Feijóo es liberal?
–Si llega al poder, será ocupando un espacio de centro. Sean cuales sean las matemáticas, nunca gobernará al dictado de Vox. Ya lo veréis.
Ahí queda. Para la hemeroteca. El padre Feijóo acaba de perder las elecciones para siempre.



La nueva política
El nacimiento de EL ESPAÑOL no se puede disociar del auge de la nueva política. Además, en los inicios hubo cierta sintonía con ambos proyectos. Luego esa sintonía se circunscribiría a Ciudadanos, en su primera etapa, por su vocación centrista.
Pero, al arrancar, este diario vio con buenos ojos algunas de las propuestas de tinte regenerador de Pablo Iglesias. Pedro J. mantuvo una estrecha relación tanto con él como con Albert Rivera.
–¿Os acordáis de aquellos días? El otro día estuve en el concierto de Sabina –provoca el director–. Parafraseando su canción, podríamos decir: “¿Quién me ha robado el ping pong?” –habla de las entrevistas que hacíamos en aquella mesa a los candidatos de la nueva política. Iglesias, Rivera… y Sánchez.
El ping pong era el edén de este diario. Igual que se cargó el comedor en El Mundo –según cuenta Lucía Méndez– para anular las conspiraciones, Pedro J. fulminó el ping pong para evitar esparcimientos.
–Fue un gesto autoritario –dice él mismo.
–Está bien que lo reconozcas, pero sería más útil que lo remendaras –contestamos–. Pero estábamos hablando de Podemos y Ciudadanos. Lorena, ¿cómo lo viviste?
–Ciudadanos nunca me interesó nada. Un día, Pedro me vio discutiendo amablemente con Villacís sobre la gestación subrogada y se asustó mucho de lo que pudiera decirle. Se acercó y dijo: “Begoña, ya verás. Lorena votará a Ciudadanos dentro de unos años”. No dio ni tiempo. Uno de sus pronósticos.
–¿Y Podemos?
–Me tocó más de cerca por mis simpatías revolucionarias. Era un movimiento sociológico y cultural importante, pero removió mucho las cosas para dejarlas como estaban. Los dos partidos han dejado crispación y desencanto.
–Cuenta tu relación con ellos, director.
–A Pablo le tenía y le sigo teniendo respeto intelectual. Tiene buena formación política y un gran conocimiento de la Historia de España. El discurso en su fracasada moción de censura fue un brindis al sol, pero un brindis bien estructurado. Tuve una idea que luego fue imposible llevar a cabo.
–¿Cuál?
–Se parecía a lo que fue la pinza de Aznar y Anguita en los años duros del felipismo. Pensé que Rivera e Iglesias podían impulsar una corriente transversal de fuerte regeneración política y fortalecer las reglas del juego democrático. Tanto uno como otro acabaron atrapados en el panel de la rica miel del sistema.
Un poco de sanchismo
A partir de aquí, se va acabando la perspectiva para mirar al pasado. Porque las cosas que siguieron siguen siendo las cosas de hoy. La amnistía y los indultos son la última etapa del procés. La llegada de Vox es una reacción al procés, a Sánchez y a Podemos.
Entonces, la conversación se convierte en una especie de tertulia televisiva en la que vamos hablando de todo un poco. Pedro J. se altera mucho con lo del bulo de la bomba lapa y la “UCO patriótica”: “¡Joder, es que nuestro trabajo es impedir que engañen a la gente! ¡Qué es eso de que una mentira es interpretable!”.
Para recapitular, esta frase de herr direktor: “Los militantes, los altos cargos, los empresarios bien colocados gracias a Sánchez… Todos tienen un problema moral. El mismo que tenían los que fingían creer que en Irak había armas de destrucción masiva. El mismo que tenían los que fingían creer que lo de Bárcenas era una vendeta personal, y no un caso de financiación irregular. El mismo que tenían quienes tapaban los GAL”.
En estos días, sale de los bajos fondos la macrotrama. Las putas, las obras amañadas, las mordidas, el chorizo pamplonica, el delirio. Es una tragedia para España, pero Pedro J, cuando pone esos titulares, tiene treinta años menos y se siente en 1993. Los paralelismos le bullen en la cabeza como ese arroz que tanto le gusta en la olla exprés.
Feminismo y MeToo
En clave social, conviene desgranar el MeToo, la ola feminista. Un punto de inflexión cultural.
–Lorena, has escrito mucho.
–Nació de la permanente sospecha hacia el testimonio de la mujer cuando denuncia un delito, a diferencia de lo que ocurre con el hombre. Esta incomprensión de los tribunales y la policía generó esa llamada social que ha acabado por lograr que muchas mujeres se sientan legitimadas. Ha habido daños colaterales y errores que ahora comentaremos, pero la sociedad ha cambiado. Se ha mejorado mucho la mentalidad.
Daños colaterales y errores: la ley del sólo sí es sí, una corriente de feminismo excluyente.
–¿Y tú, director? ¿Cómo lo has vivido? ¿Has cambiado personalmente?
–Creo que siempre sentí perplejidad por el hecho de que se marginara a la mitad de la población a lo largo de la civilización. En la Revolución Francesa, por ejemplo, todas las mujeres importantes acabaron guillotinadas. Procuro, ahora y antes, medir a las personas por su talento, no por su género. La incorporación de Cruz Sánchez de Lara, en este sentido, ha completado y enriquecido el proyecto. Magas es un hito en el posicionamiento de EL ESPAÑOL.
Periodismo pandémico
Charlamos también un rato de la pandemia, el mayor desafío periodístico afrontado por EL ESPAÑOL y los periódicos contemporáneos. Pedro J. lo describe como una distopía, reconoce el miedo personal y profesional que tuvo, recuerda los cadáveres apilados en el Palacio de Hielo de Madrid. También la prohibición de asistir a los entierros.
Sin embargo, la clave positiva fue la utilidad nítida, más nítida que nunca, de las telecomunicaciones. El periódico, visto desde fuera, funcionaba prácticamente igual, pero por dentro estaba viviendo una revolución. Llegó la redacción digital: “Éramos una ciudad virtual”.
Lorena, que es callejera –lo dice ella–, recuerda la pandemia como algo “pesadillesco”: “Me sentía como una pantera en una jaula”. Dice que aquello era la antivida, el antiperiodismo, el antientusiasmo. Porque en las calles no pasaba nada, si acaso la muerte.
En esa soledad, apareció el periódico como un huracán de “compañía y servicio público”: “Era la manifestación de la vida que no se veía en otras partes. Y la teníamos todos ahí, al alcance de la mano”.


La inteligencia artificial de Santa Teresa
Para terminar, nos asomamos al precipicio de la inteligencia artificial, ahora que el periódico trabaja para implantarla como una herramienta de trabajo más. Pedro J, que es el mayor de nosotros, y de la redacción, es el que más puesto está en el asunto. El que mejor conoce las novedades.
Se le nota la inquina por los luditas. No pierde demasiado tiempo en glosar el tipo de periodismo que desaparecerá devorado por la IA. Prefiere aventurar el periodismo mejorado y transformado que nacerá gracias a ella.
“Paso mucho tiempo pensando en cómo hacer de la IA un gran paracaídas. En cómo simplificar los procesos, en cómo reducir las tareas de carpintería, en cómo conseguir que los periodistas pierdan muy poco tiempo en tareas mecánicas”, nos dice.
Relata un par de experiencias concretas.
El otro día, se echó el tiempo encima. Reunión de portada. Quería un editorial sobre los riesgos de que el TC diera carta de constitucionalidad a la amnistía en virtud de este argumento: todo lo que no aparece prohibido en la Constitución puede ser constitucional.
“Le pedí a la IA que me diera argumentos en el sentido que necesitábamos y que los encontrara en lo ya publicado por EL ESPAÑOL. Aparecieron esos argumentos en pocos segundos citando los textos nuestros de donde los había sacado. Trabajar a partir de eso es más fácil que trabajar de cero”- Pedro J. Ramírez sobre la IA
“Le pedí a la IA que me diera argumentos en el sentido que necesitábamos y que los encontrara en lo ya publicado por EL ESPAÑOL. Aparecieron esos argumentos en pocos segundos citando los textos nuestros de donde los había sacado. Trabajar a partir de eso es más fácil que trabajar de cero”, dice.
Comiendo con Anson, hace unas semanas, le dijo: “Luis María, mira, le voy a pedir a la IA que me escriba una columna sobre Santa Teresa de Jesús como lo harías tú”.
–¿Y?
–Salió un texto donde era reconocible la mano de Anson, aunque es verdad que no estaba muy logrado. Luis María dijo que le parecía muy cursi. Pero estoy seguro de que, si le hubiera pedido a la IA que mejorara el texto haciendo las frases más cortas, puliendo los adjetivos, etcétera, habría salido una versión aceptable.
“Lo que la IA nunca podrá igualar es la relación de conceptos con un objetivo. La extracción de conclusiones originales y rocambolescas. La IA dignificará el periodismo literario porque eso jamás lo podrá copiar. La IA nunca tendrá nuestra mirada”.- Lorena G. Maldonado
Lorena apremia a que la IA no nos conduzca a la flacidez intelectual y el aplatanamiento. Quiere que se circunscriba a una inspiración: “Lo que la IA nunca podrá igualar es la relación de conceptos con un objetivo. La extracción de conclusiones originales y rocambolescas. La IA dignificará el periodismo literario porque eso jamás lo podrá copiar. La IA nunca tendrá nuestra mirada”.
Tanto Lorena como nosotros vimos la serie Succession. La peripecia de un magnate de la comunicación que discurre a quién dejar su imperio, sus teles, sus periódicos. Ya que estamos…
–Director, tú quieres alcanzar los cincuenta años en la posición de mando y luego retirarte. Pero, ¿y si te pasa algo antes? ¿Hay un plan?
–No es un tema demasiado relevante para mí en este momento. No es algo que me preocupe. Cuando dejé Diario 16, el periódico se fue al garete. Pero, cuando dejé El Mundo, pese a algunos altibajos, ha tenido una continuidad histórica. Creo que El Mundo hace un periodismo que engarza con su espíritu fundacional. Tiene un buen director y un buen equipo directivo. EL ESPAÑOL, en solo diez años de vida, ya tiene mimbres para que eso ocurra cuando yo no esté. La continuidad accionarial y la propiedad están garantizadas, la línea editorial también y, por supuesto, el funcionamiento del periódico. Es una redacción llena de talentos, veteranos y jóvenes. Esto va mucho más allá de mí. Ya lo veréis.

–Bueno, pues…
–Aunque yo os prometo que voy a estar con vosotros toda mi vida.
–¡Hostias!
–¿Cómo? –pregunta herr direktor.
–Nada, que tenemos que irnos a trabajar.
Y salimos corriendo. Al periodismo. A la vida.
Entrevista completa
45 años de director Pedro J. Ramírez.
Tercera etapa: EL ESPAÑOL (2014-actualidad).