Sandra Sánchez, el oro que lo dejó todo por el cáncer de su madre y que volvió para conquistar los JJOO

Sandra Sánchez, el oro que lo dejó todo por el cáncer de su madre y que volvió para conquistar los JJOO

Juegos Olímpicos KÁRATE

Sandra Sánchez, el oro que lo dejó todo por el cáncer de su madre y que volvió para conquistar los JJOO

La talaverana, a sus 39 años, se llevó el oro de kárate en Tokio 2020. Con 20 años, lo abandonó para cuidar de su madre tras solo un mes en el CAR.

5 agosto, 2021 16:28

"Gracias, porque aunque no hubiera público he sentido tanto apoyo, a tanta gente, que cuando sales al tatami sales con lo que la gente te manda. Es para todos vosotros". Eran las palabras de la primera campeona de kárate en unos Juegos Olímpicos dirigiéndose a un país que empujaba desde casa en su camino hacia la historia. Emocionada, rota de cansancio y de emoción, la mejor karateca de la historia se coronaba. Sandra Sánchez (Talavera de la Reina, 1981), se había proclamado oro olímpico en Tokio 2020 tras vencer en la final de kata de kárate a la anfitriona Shimizu Kiyou.

"Necesito ver la medalla", repetía emocionada a las cámaras de la televisión pública. Sandra Sánchez no podía creérselo. Y es raro, pues pocos dudan de que es la número uno del mundo y de que llegaba a territorio japonés como clara favorita para el oro. Pero ella, humilde como siempre, nunca quiso fiarse de las cábalas y los análisis. El tatami es el tatami. Y los jueces, los jueces.

Sandra, pese a la presión que podía tener, firmó una jornada para el recuerdo tanto para ella como para el deporte español. Llegó a la gran final cumpliendo las expectativas. Se enfrentaba, además, a su gran rival. Si tuviera que haber un Clásico en el kárate, tirando de similitud con el fútbol, era este. Sánchez pisó el tatami seria, firme, con golpes duros en cada movimiento. Lo tenía en la mano. Los expertos coincidían: una de las mejores katas que habían visto. No podía haber debate. De hecho, no lo hubo. Era oro: el segundo de España, el primero para ella, el del recuerdo para el kárate mundial.

Sandra Sánchez en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020

Sandra Sánchez en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 Reuters

La disciplina que tanto ama, que tanto admira, que tanto le guiado en su vida, desaparecerá de los Juegos Olímpicos en 2024. París no tendrá medallas para este deporte, por mucha polémica que generara en su día cuando se confirmó su exclusión. Tokio, tierra propia de los artes marciales, ha visto el primer y puede que único -a la espera de próximas decisiones- kárate olímpico. Pase lo que pase, Sandra Sánchez tendrá su hueco en los libros de historia.

La suya particular no para de gastar tinta. La pequeña que se crió en Talavera de la Reina, y que empezó a enamorarse del kárate por cabezonería y casualidad, ha tocado la cima de su carrera en Tokio. A meses de alcanzar los 40, Sandra ha tomado el mejor regalo de cumpleaños por adelantado. Por ella, por los suyos, y por su madre.

Todo por su madre

El primer contacto de Sandra Sánchez con el kárate llegó sobre los 4 años. Su hermano 'Pakito' tuvo la culpa. Ella tenía que ir a baile y el chico a kárate. Pero el carácter de Sandra cambió por completo la planificación familiar. Acompañó a 'Pakito' y lo que debía ser un correctivo para que se olvidara del kárate se convirtió en un amor a primera vista. Y, desde entonces, su vínculo se mantiene hasta la actualidad.

Las dificultades, sin embargo, no acabarían ahí. Con 20 años acudió al Centro de Alto Rendimiento. Una de las sedes más comentadas durante los Juegos Olímpicos, pues es la fábrica de talento del olimpismo español. Sandra llegó, empezó a tomar contacto con su nueva vida... y se vio obligada a tomar una decisión clave. Su madre, en Talavera de la Reina, tenía cáncer

Sandra no tuvo ninguna duda. Se marchó del CAR y se marchó con su madre. Era lo primero, lo primordial, lo correcto. Era lo que le dictaba el corazón, el mismo que en su día se negó a hacer baile y acompañó a su hermano para 'pegarse' en el tatami. Los consejos a, por aquel entonces joven Sandra, no arropaban su decisión. No iba a poder regresar, se le iba a pasar el arroz deportivo, perdería una oportunidad de oro... Un sinfín de situaciones que finalmente no se han acabado cumpliendo.

Sandra Sánchez junto a la reina Letizia

Sandra Sánchez junto a la reina Letizia

La karateka se fue con su madre, que ahora la apoya en todo momento. Y luego intentó regresar al CAR, aunque no tuvo respuesta positiva. Sandra se vio obligada a iniciar un nuevo rumbo y se marchó a Australia. Sin apoyos institucionales, su pasión era la única que servía como 'gasolina' para su maravilloso trayecto. Allí siguió ligada al kárate, aunque no de la manera que se podía preparar en el CAR. Terminó su carrera (INEF) y puso fin a sus viajes sabáticos. 

Entonces se produjo su vuelta a territorio español. Si lo hacía era bajo el entrenamiento de Jesús del Moral, que además de seleccionador ahora es su pareja. Iniciaron entonces lo que ahora se ha consumado en un oro olímpico. Entrenamientos, entrenamientos y más entrenamientos. Con 32 años se iba a subir por primera vez a un podio nacional. A esa edad, a la que muchos ya se retiran, Sandra estaba triunfando. Era el inicio de una leyenda.

Una carrera de récord

Pocos deportistas pueden presumir de estar en el libro guinnes de los récords. Puede incluso que alguno lo tome como una forma de desprestigio. Pero en lo que respecta a Sandra Sánchez, es el reflejo de por qué se la considera la mejor en lo suyo. Ganar 35 medallas de forma consecutiva y de todos los colores en el circuito más complicado del mundo no es fácil. Y menos si comienzas tan tarde como la decían a ella.

Sandra se subió al podio en 2014 y desde entonces no ha bajado ni un peldaño. Como mucho al bronce, pero sin perder esa adicción a ganar constantemente. 17 oros, 10 platas y ocho bronces en la Premier League de kárate que la llevaron a ser la número uno del mundo durante tres años consecutivos. Y con tal panorama, no hubo más remedio que reconocerla como la mejor karateka de la historia.

Sus éxitos son los del país, pero sobre todo los de Talavera. El pueblo que siempre la ha apoyado y empujado en una disciplina alejada de los focos. El que ha convertido su breve paso por los Juegos Olímpicos en un festival de ánimos y sueños de tocar el oro. El que, al fin y al cabo, podrá saborear en primera persona lo que es llevarse el mejor metal de los Juegos Olímpicos. Con casi 40 años, solo faltaba por saber cuál será el próximo reto de la reina del tatami.