6 Historias de 42: Hacer de un hobby tu profesión

Eduardo Ramírez ha encontrado en 42 Madrid la manera de formarse como programador para encontrar el empleo que en su país de origen, Venezuela, le era imposible.

Eduardo Ramírez y su esposa llegaron en mayo del año pasado a Madrid a causa de la sensible situación en Venezuela. “Pensamos vamos a empezar otra vez, vamos a buscar otros aires donde podamos desarrollarnos y donde podamos trabajar sin tantos problemas”, relata. Eligieron España, entre otras cosas, “por la facilidad de estar aquí” y porque la familia de su esposa ya se había trasladado hace unos meses. El idioma y las conexiones culturales hacen que muchos migrantes venezolanos elijan este país, donde son desde hace tiempo la comunidad más numerosa.

Cerca de 300.000 venezolanos residen en España, más de 100.000 solamente en Madrid. La situación política, económica y social de Venezuela ha multiplicado el número de inmigrantes que llegan cada año. Han pasado de llegar apenas 10.000 personas en 2008 a más de 54.000 en el último año, según reflejan las cifras del INE. Dada la situación, el de Eduardo es un testimonio que ya nos es familiar: “Dejé mi trabajo, mi casa, mi familia -es el pequeño de diez hermanos-”, por tener una oportunidad mejor, aunque fuera lejos”. Para lograrla, la búsqueda de trabajo es una prioridad, pero también lo es la academia de programación 42 Madrid, en la que Eduardo estudia desde octubre con el objetivo de encontrar un empleo como programador.

En esta academia los estudiantes se puede formar como programadores especializados en sectores como ciberseguridad, inteligencia artificial, videojuegos, big data o desarrollo de software a través de un plan de estudios gamificado, es decir, basado en 21 niveles que se superan mediante puntos de experiencia obtenidos con la realización de proyectos, como si de un juego se tratase.

Muchos de los alumnos de 42 no poseen conocimientos previos en programación, pero Eduardo no entró al campus de vacío. Con 38 años, acumula una experiencia de 13 años en el área de tecnología e informática “como administrador de servidores, he trabajado también con sistemas Linux y el último trabajo que tuve fue como programador en Python”. Se topó con 42 gracias a un anuncio en Twitter y “mi esposa y mis amigos me propusieron intentarlo. En ese momento no tenía la oportunidad de trabajar y vine a presentarme a las pruebas”.

Hacer de un hobby la profesión

“Venir aquí y estudiar sin profesores es un reto muy grande, pero se puede hacer”, afirma después de casi seis meses en el campus. “Normalmente echo seis o siete horas en la academia y en mi casa dos o tres horas más, los findes de semana también”, cuenta Eduardo, quien se ha tomado su formación como un trabajo: “Tienes que estar aquí, cumplir con tus metas y realizar tus proyectos, no lo puedes dejar pasar porque el tiempo te come”.

Su experiencia como programador “en algunos momentos siento que es una ventaja y a veces siento que me pido más de lo que debería”. En el día a día en la academia, esto se traslada a ponerse barreras “que una persona que está empezando no se coloca, porque quiero hacer cosas que por lo que yo llevo de experiencia sé que se puede y se debería hacer”, expresa Eduardo. “Yo me pido mucho más de lo que debería ser, pero ya después es agarrarle el ritmo. No tienes que quemarte en la academia, hay tiempo para las cosas, los proyectos están pensados para que tú los tomes con calma, no hay por qué apurarse”. Mejor hacerlo sencillo y bien.

¿Y cómo empezó todo? “Toda mi vida he programado, pero programaba como hobby, no como trabajo”, cuenta. Aprendió siguiendo tutoriales en YouTube para programar en Python, JavaScript, Java, C o C++ y también mediante “páginas que te permitían crear proyectos o te ponían retos matemáticos”. Lo hacía más que nada por diversión, pues ya tenía un trabajo como administrador de servidores, en el que “me encargaba de los usuarios, de los repositorios de archivos, de internet… Es un trabajo muy rutinario. En cambio programación siempre te da retos nuevos, es más interesante”, asegura.

La programación aloja un amplio abanico de puestos de trabajo, pero en cuanto al desarrollo de software existen dos grandes ramas, la de programador y la de analista. “El programador se encarga, por ejemplo, de si quiero crear una página web para un banco, de poder ingresar, registrar los montos, hacer transferencias… Un programador se encarga de cada una de esas tareas a través de un algoritmo para producir una salida que sea entendible y fácil de manejar”, explica Eduardo.

Luego está el analista, “que es la persona que encuentra un fallo y le busca la mejor solución bajo diferentes arquitecturas” para después resolverlas ‘picando código’. Declara que “me gustaría más la parte del analista, ver un problema, reaccionar, ver las alternativas y ver qué herramientas puedo utilizar para resolverlo”.

Hace más de un año tuvo su primera oportunidad de trabajar como programador en una empresa en Venezuela durante un año, “me gustó y me encantó ese tipo de mecánica de trabajo”. Ahora trata de repetir la experiencia en España, buscando “un contrato junior, empezar desde abajo”, pero mantiene que cualquier trabajo sería bienvenido: “Lo importante es el ambiente, que tú encajes y puedas desarrollarte”.

Siempre en marcha

Sin un momento que perder, Eduardo lleva tiempo haciendo entrevistas y acudiendo a procesos de selección: “Todos los días es a ver si algo se puede hacer sin dejar de lado 42, porque aunque es una inversión a largo plazo, son tres años que vas a estar aquí para estar formado completamente, el resto del camino tienes que seguir hacia delante”.

La primera dificultad que se ha encontrado a la hora de buscar trabajo en España es el título. En Venezuela es licenciado en Ingeniería y Computación, el equivalente a Teleco en nuestro país, pero para conseguir la validez del título aquí, “primero tienes que conseguirlo en Venezuela, que ya es un reto muy grande porque hay miles de trabas para que te den la certificación. Luego traerlo a España y que te acepten la carrera como tal y te homologuen todas las asignaturas, porque a veces tienes que cursar asignaturas aquí”. Esto puede alargar todo el proceso un par de años más, algo a lo que Eduardo, por el momento, no está dispuesto, pues ha podido comprobar que, la mayoría de las veces, “el título no es tan importante”.

“Creo que la experiencia te da más que un título, y en 42, tal como ha funcionado en otros países, ha demostrado que no necesitas títulos, necesitas las ganas de emprender, de afrontar retos y resolverlos”. Los estudiantes de la academia reciben una media de ocho ofertas de trabajo en los tres años que dura el campus y que roza el 100% de empleabilidad en el alumnado de los campus donde está presente. Con su paso por 42, Eduardo espera “salir a un campo laboral que va a aceptar que tenemos unos conocimientos sin necesidad de tener un background de experiencia de 5 o 10 años”.

Sobre el futuro, no duda en que el suyo está aquí, en España: “No me veo regresando a Venezuela en un futuro cercano. Vivir allí es muy complicado, sobre todo por el tema de trabajo”. Eduardo y su familia vivían en Puerto La Cruz, una ciudad costera al noreste de Venezuela, pero explica que “las oportunidades están en la capital”, sobre todo si se trata del sector tecnológico, en el que tanto él como su esposa, “que tiene un trabajo similar al mío”, tenían muchas dificultades para encontrar un empleo.

“Mi mujer está buscando, también está haciendo entrevistas y así vamos poco a poco. Aquí por lo menos sabemos que hay más campo de trabajo y hay más oportunidades y tal vez sí podamos conseguir lo que en Venezuela nos es imposible”. En el largo plazo, Eduardo espera obtener en España la tranquilidad y la posibilidad de ayudar a la familia que quedó al otro lado del océano: “Cuando salga de 42 espero conseguir un trabajo que me permita vivir bien y que me permita estar con mi familia. Poder decir que no tenemos que rompernos la vida, trabajar todo el día por casi nada”.