6 Historias de 42: ¿Cómo se unen la música y la programación?

Elena quiso prepararse para los cambios de la era digital aprendiendo programación en 42 Madrid. Ahora busca la forma de unir esta profesión con su afición por la música clásica

La motivación de un reto y la necesidad de prepararse para el futuro. Son las razones que llevaron a Elena Imaz, madrileña de 30 años, a inscribirse en las pruebas de 42 Madrid, la academia de programación procedente de París que aterrizó en España por primera vez en 2019. “Llegó a mí de una forma muy casual: me enviaron un link de una noticia de un periódico. Entré en ella, me interesó lo que ofrecían y por curiosidad simplemente me apunté”, cuenta.

Esta era digital, en constante cambio por los avances de la tecnología, dará lugar en los próximos años a profesiones que ahora ni podemos imaginar. Así que prepararse para el ambiguo futuro es la mejor baza que tienen cientos de jóvenes. Muchos de ellos, ante las abrumadoras posibilidades, se forman en diversos ámbitos y conocimientos preparándose para todo lo que pueda llegar.

Elena estudió la carrera de psicología en la universidad San Pablo CEU, gracias a la cual realizó “prácticas de psicología clínica en un hospital y de recursos humanos en REPSOL, trabajando un año en el área de formación”. Pero continuó por otro camino, que la llevó hasta Barcelona, para estudiar un curso de posproducción audiovisual y “los últimos cuatro años me he dedicado a trabajar en proyectos puntuales de posproducción”, resume.

El de la psicología y el audiovisual no parecen mundos muy relacionados con la programación, que es lo que se aprende en 42 Madrid. Sin embargo, para entrar a esta academia no son necesarios conocimientos en programación o tener estudios relacionados. Hay que superar dos pruebas iniciales. La primera, un test de lógica y memoria y, la segunda, bautizada como ‘piscina’, es un período de 26 días en el que los aspirantes se dedican únicamente a programar.

La fórmula de 42 se basa en la gamificación del aprendizaje. En una primera fase, los aspirantes deberán superar unas pruebas online (un test de lógica y otro de memoria) de aproximadamente dos horas de duración. Las pruebas están abiertas a cualquier persona en la página web y, una vez superadas, da comienzo la segunda prueba de acceso, denominada piscina.

De manera presencial -42 tiene capacidad para 900 alumnos- los aspirantes pasan 28 días en la piscina programando y superando continuas pruebas. Elena recuerda una etapa agotadora, pero también única: “Fue un mes entero aquí, pasando alrededor de 14 horas diarias, sábados y domingo incluidos. Yo venía con algo de base, pero aprendes a programar desde cero”. Una vez superado el primer mes, los estudiantes empiezan su formación en la sede central de Telefónica, situada en Las Tablas.

“Trabajar en equipo es una necesidad”

Como muchos otros, Elena “no sabía absolutamente nada de programación. Simplemente sabía un poco de páginas web HTML, pero no tiene mucho que ver”. En este campus se empieza de cero y, sin la figura de un profesor o un temario, se aprende con los compañeros: “No es una opción trabajar en equipo, es una necesidad”.

“Si no te ves capaz de colaborar te vas a quedar atrás”, avisa, “digamos que el lema de 42 es si no lo sabes, pregúntale al compañero de la izquierda, si no, al de la derecha y, si no, pregúntaselo a Google”. Internet, manuales y los compañeros son los componentes para avanzar en los 21 niveles necesarios para completar 42. La fórmula funciona. Con la colaboración de los estudiantes, aunque “ninguno es profesional, pero con el conocimiento de uno y de otro seguimos adelante y podemos sacar la incógnita que tengamos en ese momento. No es necesario que alguien sea experto, sino que cada uno aporte el conocimiento que tenga y lo comparta”.

Elena, que dedica el 100% de su tiempo a 42, pasa una media de cinco horas en el campus, repartiendo el tiempo delante del ordenador y descubriendo diferentes puntos de vista con los compañeros. “Yo estoy muy contenta, he entregado ya dos proyectos y estoy con el tercero. Cada vez que me enfrento a uno no tengo ni idea de por dónde empezar, pero poco a poco, preguntando y buscando en internet, te das cuenta de que es perfectamente factible el desarrollar algo que a lo mejor en un principio te ves incapaz”, afirma sin dudas.

Vincular programación y música

Al final, 42 se configura como una comunidad de apoyo en la que trabajar diferentes habilidades técnicas, pero “también para desarrollar las soft skills”. Esto, las denominadas ‘habilidades blandas’, son las habilidades sociales, de comunicación, inteligencia emocional o empatía, que son igual de importantes en cualquier entorno educativo o laboral.

Elena expresa que “42 me aporta un lugar donde poder desarrollar mi creatividad, donde poder aplicar los conocimientos y aprendizaje a otras áreas que también me interesan como, por ejemplo, la música”. Aquí es cuando la madrileña empieza a ver claro su futuro. “A mí me gusta mucho la música clásica y me encantaría aplicar los conocimientos tecnológicos o de programación que alcance en 42 al mundo de la música, para poder desarrollar algo que a mí me motive”.

Cuenta que estudió piano hasta primero de grado medio (considerado grado profesional) y “siempre he estado vinculada a la música clásica. A la ópera me ha gustado ir desde pequeña, al Teatro Real o al Auditorio Nacional, y lo sigo haciendo actualmente”. Como aficionada, “creo que hay mucha gente que se lo está perdiendo sin darse cuenta, por eso me gustaría atraer a la gente, gente joven sobre todo”, asevera.

Sin saber todavía el qué o de qué manera, a Elena le gustaría construir en el futuro algo “creativo y llamativo, que junte música clásica con tecnología, algo que está más acorde con los jóvenes”. Por ahora baraja la posibilidad del machine learning por las aplicaciones que pueda tener en el campo de la música: “A lo mejor un programa que pueda componer o en el que los músicos se puedan apoyar posteriormente para luego realizar sus obras”.

El camino hasta la especialización se emprende, aproximadamente, después de un año, una vez completados 7 de los 21 niveles en los que se divide 42. A partir de entonces los estudiantes escogen su rama de especialización (ciberseguridad, desarrollo web, big data, inteligencia artificial...) y pueden realizar prácticas. Mientras tanto, “llaman la atención grandes empresas, pero también me gustaría una empresa que se dedicase por ejemplo a software musical , está por ver”.

¿Cómo llegar hasta ahí? “ Creo que dándome muchas veces contra la pared . No tengo una idea clara porque estoy abierta a todas las opciones. No sé cómo será el camino hacia el vínculo de programación con la música, pero lo descubriré”. Solo han pasado unos meses desde que esta madrileña se apuntara, por suerte o por azar, a este campus de programación porque quería un cambio en su vida y “creo que 42 me lo da”.