6 Historias de 42: Reiventarse después de los 40

Isaac Rodrigo compagina su trabajo como profesor con el campus de programación 42 Madrid para mejorar en el ámbito profesional: “¿Por qué no optar a un poco más?”

Es profesor de informática en una academia privada y programador desde hace 21 años, pero acaba de volver a la ‘universidad’ en 42 Madrid, el revolucionario campus de programación en la que no hay ni profesores ni horarios y que, además, es gratuito. A sus 45 años, Isaac Rodrigo pensó que los métodos de este campus podrían resultar interesantes para su trabajo habitual “por la forma que tienen de plantear la enseñanza a los programadores” y se lanzó a la piscina.

La metodología de 42 radica en que los alumnos aprendan por su cuenta, ayudándose entre ellos. Para entrar en la academia, ni siquiera es necesario tener conocimientos previos de programación o estudios relacionados: hay funcionarios, psicólogos o jóvenes recién salidos del instituto. Aquí se empieza de cero.

“El sistema está pensado para que todos los estudiantes tengamos nuestro camino y lo hagamos de una forma muy personal. No tenemos ventaja por mucho que sepamos de programación, diseño gráfico o animación. Incluso gente que está empezando de cero ha cogido un ritmo bastante más avanzado y rápido que el nuestro”, afirma Isaac. Él lo comprobó en primera persona cuando se presentó a las pruebas pensando que sus dos décadas de experiencia en programación jugarían a su favor a la hora de conseguir una plaza, pero la ventaja no fue demasiado amplia.

Isaac estudió un módulo superior de diseño de aplicaciones informáticas (DAI), donde “aprendí a programar principalmente en C y Visual Basic.”, dos de los lenguajes de programación más utilizados junto a otros como Java o Python. Estos estudios le permitieron trabajar durante un breve periodo como programador y “vi que el tema de la formación me interesaba. Tuve la oportunidad de entrar en una empresa de formación multimedia que en los años 90 era bastante importante y en esa empresa sigo a día de hoy”.

Del campus al trabajo

Después de 20 años de dedicación y un contrato indefinido, “con esto de la crisis las empresas no van tan bien como deberían y en este caso nos han obligado a estar solamente a media jornada”, comenta Isaac. Es una situación que se repite en muchas compañías españolas para ahorrar recursos, aunque el programador ha preferido tomárselo como una ocasión para reinventarse y mejorar en su trabajo: “Quiero estudiar el sistema de formación que tenemos aquí y las posibilidades que ofrece este método a la hora de dar clase a mis alumnos”.

Aun con buena predisposición, es tarea complicada compaginar ambas cosas, pero “sí que es cierto que ahora mis horarios me lo facilitan un poco”. Lo más difícil es “el tener que madrugar por la mañana, venir aquí, estar investigando por tu cuenta y avanzando en tus ejercicios pero también preparando las clases que tienes con tus alumnos por la tarde y que no tienen que ver, ni en el sistema ni en el contenido, con lo que estoy viendo aquí”.

Durante la etapa de piscina -la última prueba de selección para entrar en 42- los aspirantes deben pasar 26 días programando y superando distintas pruebas. Es la etapa más exigente y la que más horas requiere, por eso “se vuelve muy complicado compaginarlo con cualquier otra cosa hasta el punto de, en mi caso, tener que pedir vacaciones para poder asistir a algunos exámenes”, rememora.

Una vez conseguida la plaza, cuenta Isaac, “la exigencia se relaja un poco, sin decir que se elimina, pero puedes organizar un poquito mejor tu tiempo”. Él mismo lo define como una “carrera de fondo”, en las que pasa entre dos y cuatro horas en 42 a diario y los fines de semana “aprovecho para echarle horas”. La libertad de horarios -el campus está abierta 24 horas todos los días del año- en casos como este, tiene un papel vital para los estudiantes más ocupados.

La rutina de Isaac suma más de 10 horas fuera de casa, con lo que eso conlleva para organizar el día a día. Mantiene que “poder se puede” y que para ello lo más importante es “ser muy constante, no dejar de trabajar, de avanzar, de intentar entender cosas. Si aquí no eres constante el avance se vuelve muy difícil”.

Avanzas gracias a los compañeros

Dicho avance se consigue con la colaboración de todos los estudiantes, porque el método de aprendizaje en 42 es colaborativo. “Está planteado de tal forma que si tú no comunicas o no te relacionas con el resto de gente va a llegar un momento en el que tú no puedas avanzar en el proyecto y terminar”, asegura Isaac.

“Aquí estamos abiertos a que nos pregunten, a estar echando una mano en lo que podamos para ayudar a los compañeros”. A la hora de realizar los proyectos (el ‘temario’ consiste en más de 100 proyectos divididos en 21 niveles), con las dudas que puedan surgir durante el proceso, “siempre va a haber algún compañero que haya hecho algún proyecto de ese tipo o haya presentado alguna cosa de ese calibre”. Si no, la segunda mejor opción es “hacer un grupo de formación donde nos ponemos en piscina y hacemos una tormenta de ideas y a partir de ahí a lo mejor sale un camino que no habíamos visto”.

“Eso en una clase tradicional no lo podemos montar”, cuenta quien es profesor desde hace 20 años. “En ese sentido veo el sistema tradicional fuera de lugar ahora mismo”, y explica que la colaboración es necesaria también porque, de cara al futuro, es un aspecto que gana peso en los procesos de selección de las empresas, que “son cada vez más globales y están buscando gente que colabore entre ellos, no solo a nivel de comunicación sino personal también”.

Además de explorar nuevos métodos de aprendizaje, el laboral es el siguiente motivo que ha llevado a Isaac a aventurarse en una nueva etapa de formación en 42 que suele durar tres años de media. “Es evidente que estás trabajando, tienes tu trabajo fijo que no te disgusta, pero ¿por qué no mejorarlo?, ¿por qué no optar a un poco más?, ¿por qué no intentar que todo sea mucho mejor más adelante?”