El Índice de Precios de Consumo (IPC) ha llegado en julio, como ya todo el mundo sabe, a 10,8%. Los gobiernos tratan siempre, y por todos los medios a su alcance, que la inflación no supere el 10% para no sufrir la pena mediática de “los dos dígitos”. Pues bien, ya estamos en ellos y la perspectiva no es halagüeña.

Así, en este mes de agosto que empieza, sería un milagro si ese 10,80% anual no fuera superado por un nuevo récord. Hay buena base para pensar que pudiera ser de esa manera. Al menos las comparaciones con los precios mayoristas de la energía en agosto de 2021 apuntan en esa dirección.

Haciendo un breve repaso, por ejemplo, el precio del barril de petróleo Brent llegó a bajar el 20 de agosto del año pasado hasta los 65 dólares. Si tomamos 75 dólares como precio medio del Brent para aquel mes, en la comparación con los 104 dólares del viernes pasado tenemos una subida de más del 38%. Tendría que haber, pues, una fuerte bajada de los precios del petróleo para que la situación mejorase o se mantuviese en tasa anual.

El precio del gas natural en el mercado europeo era ese mismo 20 de agosto de 2021 de casi 40 euros (por MWh) mientras que el viernes, al cierre del mercado, estaba en 191. Es decir, el precio se ha multiplicado casi por cinco y, salvo un desplome a lo largo de este mes de agosto, la comparación anual va a seguir siendo muy mala. Pero incluso con una fuerte bajada de precio del gas natural que se fuera a los 81 euros del 8 de junio pasado, estaríamos con una subida del 100%. Con precios que se mantuvieran como los actuales, octubre y noviembre también tendrían una mala comparación con idénticos meses de 2021.

Por suerte, el precio de las materias primas agrícolas, tras haber subido un 36% entre enero y mayo pasados, ha retrocedido después y ya solo sube un 2,6% desde que el año empezó. Si se mantuvieran en el nivel de hoy, la subida anual rondaría el 11% (el 13% para el precio del trigo que, entre enero y marzo llegó a subir un 68% pero que ya solo sube un 4,8%, tras la posterior caída).

Como se ve, hay de qué preocuparse, porque aún está por llegar a los productos manufacturados (y a los servicios) parte del impacto sobre las empresas que los producen de esas subidas de precio de la energía y, en menor medida, de las materias agrícolas.

Hay de qué preocuparse, porque aún está por llegar a los productos manufacturados (y a los servicios) parte del impacto sobre las empresas que los producen de esas subidas de precio de la energía

En el lado positivo también está la bajada reciente del precio de los metales industriales, que en comparación con el mes de agosto de 2021 han tenido una disminución de 8% si se toma el precio más reciente para la comparación.

Pero, como en la situación actual no hay día sin una preocupación más, hay un elemento desagradable de tratar, y es la baja capacidad de almacenar gas natural en nuestro país.

Desde hace meses el gobierno se ha mostrado muy ufano en lo relativo al abastecimiento de gas natural en invierno en España, no solo por la conexión con Argelia vía el gaseoducto que permanece abierto sino por la existencia de puertos y plantas regasificadoras que permitirán recibir de manera regular y masiva gas natural licuado.

También forma parte de esa ufanidad el que España esté a un paso de cubrir el 80% de almacenamiento que se ha marcado como objetivo la Unión Europea para el mes de noviembre, pues en nuestro país ese almacenamiento ya alcanza el 77% (en Alemania es de diez puntos menos, y algunos, como Polonia y Portugal están en el 100%.

Sin embargo, y aquí viene lo sorprendente y poco conocido, la capacidad de almacenamiento de gas en España es bastante baja, por lo que ese 77% de almacenaje, con todo lo bueno que es, no deja espacio mediático para esa otra realidad no tan admirable: que la capacidad de almacenamiento es, comparativamente, muy baja y solo representa un 7% de lo que es el consumo anual de España.

Lo que viene a decir, haciendo unos sencillos cálculos, que, si el suministro nuevo se interrumpiera totalmente, España tendría autonomía gasística para solo 26 días (según CORES, la Corporación de Reservas Estratégicas de Productos Petrolíferos, las existencias mínimas de seguridad son de 20 días y es obligación de la industria mantenerlas, pues las reservas de CORES son nulas).

Si el suministro nuevo se interrumpiera totalmente, España tendría autonomía gasística para solo 26 días

A pesar de que Alemania pasa por enormes dificultades de suministro y de que su almacenamiento solo es de 67% en el momento actual, tiene en cambio una capacidad instalada para poder almacenar gas natural que es muy superior, de tal modo que con lo almacenado ahora tendría gas para 60 días si se interrumpiera el suministro desde todas las fuentes de aprovisionamiento posibles y, en especial, del gas ruso.

No hay, por tanto, de qué estar tan ufano, ya que el más mínimo contratiempo en la llegada a nuestros puertos de buques metaneros, el recrudecimiento de las hostilidades diplomáticas con Argelia o el simple hecho de dejar de comprarle gas a Rusia (con la justificación de contratos firmados antes de las sanciones económicas) pueden dar al traste con ese optimismo gubernamental, que, por cierto, ha calado en la opinión pública.

No hay por qué pensar ni siquiera en grandes arrebatos geopolíticos. Puede ser un simple accidente en una de las plantas desde las que se envía gas natural a Europa, como ya sucedió hace un par de meses en la de LNG Freeport en el Golfo de México, que ha provocado el que esté llegando a Europa mucho menos gas natural licuado de esa procedencia, tras un primer semestre del año en curso en el que el principal exportador mundial de gas natural han sido los EEUU de América.

O puede ser que la competencia asiática haga que los buques metaneros se redirijan allí en plena travesía; o, como comentábamos la semana pasada, la presión de un grupo de senadores tanto demócratas como republicanos consiga que no se permitan las exportaciones de energía desde allí, como ya han estado intentando.

En fin, mejor estar alerta que adormecidos por el hecho del elevado nivel de existencias de gas natural que tiene España vistas como porcentaje de la capacidad instalada. Pero es que la capacidad instalada es más bien baja. No hay que soñar despiertos. Solo estamos en capacidad, relativa al consumo anual, mejor que Bélgica, Suecia, y Portugal.