La subida imparable de los precios y la guerra de Ucrania traen a la actualidad ecos del paso de la década de los 1970s a la de los 1980s. El parecido con lo que estamos viviendo en estos días es pasmoso.

El inicio de 1979 fue tan agitado, y por tantos motivos, que unos acontecimientos tapaban a otros. Así, casi nadie recuerda que en febrero de 1979 el ejército chino invadió Vietnam del Norte, porque el acontecimiento que viene a la cabeza de aquel inicio de año es que el "Sha de Persia" había tenido que huir de Irán justo un mes antes, el 17 de enero.

Dieciséis días después el imán Jomeini regresaba a su país desde el exilio; diez días más tarde triunfaba definitivamente la revolución iraní, virulentamente antinorteamericana, y el precio del petróleo iniciaba una fuerte subida que ya no se detendría hasta terminar el año. Para entonces el precio del barril se había multiplicado por 2,6 y pasado de 16 a 42 dólares.

Faltaban otros cinco días más para que el ejército de la República Popular de la China invadiera Vietnam el día 17 de febrero de 1979, en una operación de castigo por la participación de los vietnamitas en el derrocamiento del régimen de los jemeres rojos.

¡Hay que ver qué cosas! Vietnam apoyado por la URSS borraba de la faz de la tierra uno de los regímenes más horrendos que se ha conocido, régimen que era aliado de China en aquel momento.

El ejército chino se retiró de Vietnam cuatro semanas más tarde sin conseguir unos objetivos que nadie sabía a ciencia cierta cuales eran, por lo que la impresión que le quedó a todo el mundo es que el "David Vietnam" había derrotado al "Goliat chino".

Para diciembre de ese mismo año (en que el precio del petróleo llegaba al que sería su nivel máximo de los siguientes 25 años) se producía el inicio de otra versión del mito de David y Goliat: el ejército de la URSS invadía Afganistán, país del que tendría que retirarse diez años más tarde sin haber conseguido mantener el régimen político al que apoyó en ese período.

O bien Putin no tenía la cabeza tan bien amueblada; o la tuvo, pero se le ha desamueblado después

En España, en plena transición avanzada, se celebraban doce días más tarde (el 1 de marzo) las primeras elecciones generales tras haberse aprobado la Constitución, en un ambiente de agitación laboral y ciudadana motivado por la subida de los precios que el gobierno quería contener en el 10% (curiosamente el nivel en el que están en este momento) pero que terminaron con una subida del 16%.

Un año más tarde (enero de 1980) EEUU entraba en una recesión doble de la que no saldría hasta 1982 y la economía española se estancaba en 1979, crecía 1,2% en 1980 y se contraía 0,1% en 1981.

Hace dos meses tratábamos de evaluar aquí la probabilidad de que Rusia invadiera Ucrania y afirmábamos que una cabeza bien amueblada como la de Putin se cuidaría mucho de llevarla a cabo, señalando que Putin conocería seguramente lo arriesgado que suele ser para un régimen político lanzarse a una guerra (como las revoluciones rusas de 1905 y 1917 pusieron de manifiesto); que recordaría el fracaso de la invasión china de Vietnam (y el de la propia Rusia en Afganistán) y que, finalmente, la experiencia de la "crisis de los misiles" en Cuba le aconsejaría a él y a EEUU una solución negociada.

Pues o bien Putin no tenía la cabeza tan bien amueblada; o la tuvo, pero se le ha desamueblado después; o EEUU, Europa, Rusia y Ucrania no estaban dispuestos a ceder nada, como sí lo estuvieron la URRS, EEUU y Cuba en 1962; o bien a Putin nadie le recordó las malas experiencias de EEUU y China en Vietnam y de la propia URSS en Afganistán; o bien el destino estaba ejerciendo una atracción fatal sobre todos ellos… O una combinación de todos esos factores a la vez…

Lo que está claro es que Vladimir Putin, su Alto Estado Mayor y sus servicios de inteligencia se equivocaron locamente al evaluar el grado de resistencia que se iban a encontrar en Ucrania y el apoyo que los ucranianos obtendrían de Occidente.

Confiados, sin duda, en que el "General Invierno", en expresión de Napoleón Bonaparte, le había permitido a Rusia ganar la guerra a Napoleón primero y a Hitler después, olvidaron lo que, también Napoleón, había dicho: "Esta desafortunada guerra de España fue una verdadera plaga, la causa primera de las desgracias de Francia".

El caso es que Rusia empieza a reconocer que lo suyo en Ucrania está siendo un fracaso y solo queda por ver si eso es el inicio de una rectificación o el anuncio de una escalada hacia el uso de armas más mortíferas y nuevas barbaridades por ver.

Los cuatro jinetes de los apocalipsis modernos: subida de tipos de interés; del precio de la energía y de los alimentos; una guerra indirecta entre bloques en Ucrania y una pandemia que aún no está controlada

Las guerras de "David contra Goliat" nos dan pistas muy vagas sobre la eventual duración del conflicto: ya ha superado las cuatro semanas de la invasión china de Vietnam y está muy lejos de los diez años de la guerra rusa en Afganistán o de los seis años de la Guerra de Independencia española. Una evaluación realista por parte de Putin debería llevarle a clausurar la aventura con la excusa de una "operación de castigo" corta, de dos meses, que, bajo esa apariencia, le permitiría salvar la cara, pero, visto lo visto, no puede excluirse nada.

La otra incógnita, junto con la de la duración de la guerra, es la de si habrá una recesión inminente como en el período comparable mencionado más arriba, y la respuesta es que muy probablemente sí. ¿Por qué? Porque se combina una subida de tipos de interés y reducción de balance del Banco de la Reserva Federal de los EEUU con la subida del precio de las materias primas en general y del petróleo en particular.

Es decir, el peor de los mundos. Guerra, subida de los tipos de interés y del precio de la energía. Igual que en dos de cuatro de las peores recesiones de los últimos 72 años (1973-1974 y 1979-1982) además de en la de 1990 (esta última más leve). En la Gran Recesión y crisis financiera de 2007-2009 faltó la guerra, que en la de 2020 fue sustituida por una pandemia.

Están, pues, sobre la mesa los cuatro jinetes de los apocalipsis modernos: subida de tipos de interés; del precio de la energía y de los alimentos; una guerra indirecta entre bloques en Ucrania y una pandemia que aún no está controlada y que sigue produciendo un daño considerable en la economía china.

En lo que va del año 2022 tanto las Bolsas como los metales industriales se están comportando como en el año 2008, y el precio de la energía mucho peor que en 2008. También los tipos de interés de largo plazo suben, porcentualmente, más que nunca (bien es verdad que desde la base más baja, probablemente, de la historia). Eso anuncia que el segundo semestre va a ser muy complicado en esos terrenos y también en el de la marcha de las economías.

De seguir a ese ritmo, la recuperación de tanta tribulación llegaría dentro de un año, en la primavera de 2023, lo que, a su vez, indicaría que la guerra en Ucrania se habría terminado o entrado en una fase crónica de muy baja intensidad para esa fecha.

Claro que para eso hay que aceptar la hipótesis de que todo va a seguir siendo como en 2008, lo que ya es mucho decir. También podría ir como en 1979, con una recesión a la vista en EEUU, donde ya los índices de intensidad del transporte de mercancías empiezan a flojear, así como también lo hacen los de los fletes internacionales (que el comercio global haya caído un 2,7% en marzo, según el Instituto Kiel, tampoco augura nada bueno). Lo que en España nos llevaría a un bajísimo crecimiento o, incluso, recesión, como aquel año 1979. ¿Y a un IPC, antes de la recesión, del 16%?