"Donde no se honra a los ancianos, no hay futuro para los jóvenes" (Papa Francisco).

Hace una semana, al coronavirus le dio por hacer una visita a mi cuerpo y pude comprender la magnitud de lo que tenemos enfrente. No tuve la suerte de ser de los asintomáticos y pasé una semana horrible en términos de malestar y dolor a pesar de ser una persona físicamente fuerte.

Me sorprendió no poder comprobar nunca si efectivamente era el coronavirus porque no había manera de hacerse la prueba. Ni mi centro de salud, ni mi seguro privado me llegaron a contestar nunca. Tan sólo un 900 lo hizo para decirme que, si no me estaba ahogando, aguantara a base de paracetamol.

El siguiente gráfico de la CNBC muestra perfectamente por qué esto ocurre: una estrategia temprana de confinamiento y distanciamiento social aplana la curva de forma que se ralentiza la velocidad de expansión de la infección y, aunque hace que dure más tiempo, el sistema sanitario no se colapsa y es capaz de atender a los afectados. Y lo más importante: mueren menos personas.

El dolor experimentado me hacía pensar continuamente en cómo lo estarían pasando los mayores. El símil es muy sencillo: si me pegaran una paliza cinco personas, seguramente me recuperaría, pero una persona de 90 años muy probablemente no. Aunque la tasa de mortalidad del coronavirus sea baja, es casi 10 veces la de la gripe común (1,40% vs. 0,15%), pero el siguiente gráfico de Business Insider nos detalla la extrema vulnerabilidad de nuestros mayores:

Vemos que la tasa de mortalidad en el caso de los mayores de 80 años se sitúa casi en el 15%, pero hay otras fuentes que en el caso de nuestro país la sitúan en el 18%.

Teniendo en cuenta que la tasa de mortalidad comienza a dispararse a partir de los 60 años, me parece interesante observar este mapa de Europa por regiones (equivalentes a nuestras CCAA) elaborado por Eurostat. Las zonas más en azul tienen una población de más de 65 años inferior al 15% (son las más jóvenes) y las más en naranja la tienen por encima del 25% (las menos jóvenes). Todo esto lo decimos partiendo de la base de que el Viejo Continente tiene también la población más vieja del mundo junto a Japón.

Alemania y España son muy parecidas en cuanto a la pirámide poblacional (y su porcentaje de personas mayores) y en cuanto a la esperanza de vida. El jueves por la tarde, España tenía más de 56.000 casos confirmados y Alemania casi 41.000. Sin embargo, España superaba los 4.000 fallecimientos, mientras que Alemania sólo tenía unos 230.

Sólo se me ocurre una explicación, y es que probablemente tengamos muchísimos más casos reales que los computados hasta ahora (yo no aparezco en las estadísticas, por poner un ejemplo).

Puede que sea otra de las consecuencias del primer gráfico: si tienes la curva aplanada y el sistema sanitario no está colapsado, todos los infectados acuden al médico. Si todo está desbordado, mucha gente ni piensa en ir y no es contabilizada como caso afectado.

El campo aglutina a la población mayor del Viejo Continente (sobre todo en España). En nuestro país, además, se concentra en el noroeste como vimos en el gráfico anterior: Y en este otro gráfico de Eurostat, vemos que la comunidad autónoma más anciana es Asturias y, en el caso de las provincias, Orense lidera la clasificación:

Para mí un anciano es un héroe que ya ha superado la esperanza de vida de una nación y sólo se merece que lo cuidemos más que a nadie: "Buscad el consejo de los ancianos, pues sus ojos han visto el rostro de los años y sus oídos han escuchado las voces de la vida" (Jalil Gibran).