Internet tuvo su origen primigenio en la red ARPANET. Fue fruto de la paranoia de los mandos militares estadounidenses durante la guerra fría, que temían un ataque de Rusia sobre EE.UU. con el 'arma definitiva'. Una expresión inventada en aquella época y que fue descrita y ridiculizada magistralmente por el cineasta Stanley Kubrick en su película de 1964 'Dr. Strangelove or: How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb' –en España: 'Teléfono rojo, ¿volamos hacia Moscú?'–.
Su preparación y rodaje coincidió en el tiempo con la crisis de los misiles de Cuba, punto álgido del conflicto entre EE.UU., la Unión Soviética y Cuba en octubre de 1962, generado a raíz del descubrimiento por parte de EE.UU. de bases de misiles nucleares de alcance medio de origen soviético en territorio cubano. Ese era el ambiente político internacional en el que se desarrolló la creación y puesta en marcha de la red ARPANET, la primera red de ordenadores conectados a gran distancia, creada por encargo del Departamento de Defensa de EE.UU.
El primer nodo fue creado en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), y fue el núcleo troncal de internet hasta 1990, tras finalizar la transición al modelo de protocolos TCP/IP iniciada en 1983. ARPA (Agencia de Investigación de Proyectos Avanzados) del Departamento de Defensa de los Estados Unidos perseguía desplegar una red segura de comunicaciones capaz de sobrevivir a un ataque con armas nucleares.
De la paranoia de los misiles nucleares de la guerra fría a la red universal actual
El científico Paul Baran, que trabajaba desde 1960 en estas tecnologías, hizo una propuesta que fue vista como la solución. Se trataba de un concepto casi antagónico con las líneas de órdenes verticales de arriba abajo, que son la base de funcionamiento del mando militar. Consistía en enviar mensajes de órdenes deconstruidos en paquetes de bits a través de una red descentralizada 'en malla' de ordenadores conectados con múltiples caminos entre dos puntos.
La división de mensajes completos en estos fragmentos o 'paquetes' podrían llegar desde Washington a la base Vandenberg, en California, donde estaban los silos de misiles nucleares de contrataque (los hipotéticos misiles lanzados desde Rusia iban a tardar 3 minutos más en llegar a California que a Washington).
El mensaje conseguiría llegar, aunque parte de los nodos en el camino hubieran sido destruidos, porque los 'paquetes' podrían seguir caminos distintos o reenrutarse, hasta que finalmente el mensaje se autorreconstruía completo en el destino ordenado. Una idea genial de topología horizontal, que se basaba en un paradigma contrario al vertical que había regido lo militar desde siempre. Baran presentó el plan completo con esta idea que se publicó en 1964. Hace casi 60 años de ello. Los científicos se dieron cuenta del valor y utilidad de esa idea para el mundo civil y empezaron a usarlo masivamente para comunicarse entre sí.
En 1972, Robert E. Kahn, contratado por la Oficina de Técnicas de Procesamiento de Información de DARPA, reconoció el importante valor de la comunicación de esta solución. En la primavera de 1973, Vint Cerf, desarrollador del protocolo del ARPANET Network Control Program se unió a Kahn con el objetivo de crear una arquitectura abierta de interconexión y diseñar así la nueva generación de protocolos de ARPANET, que se llamarían TCP (protocolo de control de transmisión)/IP (protocolo de internet).
El siguiente salto fue en 1975 cuando se realizó la primera prueba de comunicación entre dos redes con protocolos TCP/IP entre la Universidad de Stanford y la UCL. En 1977 se realizó una nueva prueba, esta vez tres redes distintas ubicadas en Estados Unidos, Reino Unido y Noruega. La migración completa de la red ARPANET al protocolo TCP/IP concluyó oficialmente el día 1 de enero de 1983, cuando los protocolos fueron activados permanentemente y funcionan hasta hoy. Y así, se inició una nueva era que cambiaría la comunicación entre humanos en el mundo, tal como se conocía, pero que aún dio dos saltos gigantescos más.
El primero en marzo de 1989, cuando el físico británico Tim Berners-Lee inventó la Web (World Wide Web) en la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN, por sus siglas en inglés) en Ginebra, como un instrumento para la gestión de la información interna. En 1993 anunció que la WWW sería de dominio público, abierta para todos y sin costes. Y ese fue el origen del marco de universalización de internet, independiente de dispositivos y del tipo de ordenador con que te conectes y de tu ubicación física. Pero, como dice el filósofo de la ciencia y la innovación Javier Echeverría, un invento no tiene poder transformador hasta que tiene un gran impacto social, hasta que la gente se lo apropia y lo usa masivamente.
El segundo de los saltos se dio con la formulación del concepto Web 2.0 en 2004 por Tim O'Reilly. La Web 2.0 se convirtió en la 'Web social' o el 'internet social', que explotó en el momento en el que se contabilizaron más dispositivos en uso en el mundo que el número de habitantes. La combinación de la Web 2.0 con los teléfonos móviles conectados 'socializó' universalmente la conexión a internet.
Solo 17 años después de la formulación de O'Reilly, en enero de 2021, había 4.783,5 usuarios activos conectados a internet de todas las edades, geografías y sociedades del mundo. El usuario promedio pasa 6 horas y 43 minutos conectado al día y seis de cada diez personas usan internet para acceder a alrededor de 1.800 millones de webs que aún funcionan con la tecnología inventada por Tim Berners-Lee. De ellos, más de la mitad de la población mundial (4.100 millones), emplean la 'internet' móvil. Los teléfonos móviles inteligentes ya representan el 51,98% del tráfico total de internet. Las cifras son apabullantes comparadas con las de cualquier otra tecnología creada antes, si exceptuamos la que nos proporciona la electricidad.
La ley de Metcalfe y los usuarios innovadores de von Hippel
La mitad del tráfico del internet actual es exclusivamente entre máquinas y robots. El 'internet solo entre máquinas' podría hacerse hegemónico, pero no está del todo claro. Lo mismo ocurre con el desarrollo del internet multiplanetario, en el que está trabajando Vinton Cerf y que, en parte, se ha usado en la misión del 'Ingenuity' de la NASA para hacer volar un dron en Marte por primera vez. Es un ejemplo, además, de que los cambios, una vez que se ha hecho universal la convivencia de humanos y máquinas digitales conectadas, van a empezar a emerger de forma distinta.
Tal vez los cambios próximos van a ser de diferente naturaleza, más conceptuales; y las innovaciones, que durante décadas han impulsado los científicos, investigadores y la industria tecnológica, vengan de otros modos. Puede que lleguen impulsados desde las nuevas 'naturalezas artificiales' de lo digital y quizá de abajo a arriba como la innovación más inesperada. O quizá en forma de esa innovación propia de 'usuarios innovadores' que tan bien definió Eric Arthur von Hippel, el prestigioso economista y profesor en la MIT Sloan School of Management.
Si queremos ver las señales tempranas de esa 'innovación inesperada' quizá deberemos repensar lo que relaciona el valor y la red. ¿Si todo lo hacemos 'en red' (Castells), eso puede cambiar el valor de lo que hagamos o generemos? Tal vez sí. Recordemos la ley que formulada en 1976 Robert Metcalfe, el científico e ingeniero eléctrico de EE. UU.: "El valor de una red de telecomunicación aumenta proporcionalmente al cuadrado del número de usuarios del sistema (n2)". Esta ley puede aplicarse no sólo a las telecomunicaciones, también a casi cualquier sistema o dispositivo conectado que intercambie información y explica muchos de los efectos de red de las tecnologías y redes de comunicación, como internet o la World Wide Web. Desde teléfonos y sistemas operativos, a aplicaciones de software o a las redes sociales.
Hablar de valor en estos ámbitos es controvertido, sobre todo para los economistas. Muchos han intentado cuantificar el valor de la interacción en red y atacar la propuesta de Metcalfe sin éxito. La Ley de Metcalfe tiene en cuenta que el valor de cada nodo es igual y el valor relativo de una conexión adicional disminuirá. Del mismo modo, en las redes sociales, si los usuarios que se acaban de unir a ellas las utilizan menos que los que se han unido hace más tiempo, el beneficio proporcionado por cada usuario adicional puede disminuir, haciendo que la red general sea menos eficiente si los costes por usuario son fijos.
Una cosa importantísima en el mundo global actual es el valor de las redes sociales en internet. Metcalfe era consciente de la dificultad de cuantificar el valor de una red, y de que su justificación matemática está planteada desde el lado tecnológico. Otra cosa es que su utilidad social depende del número de nodos en contacto, pero en la que puede que no coincida su valor social y el valor de su economía generada. Pero el autor sigue defendiendo esa Ley.
En 2013, Metcalfe aportó pruebas adicionales, utilizando datos de Facebook de los diez años anteriores, para mostrar una buena adaptación a la ley formulada por él mismo. Y en 2015, el científico Zhang Liu i Xu amplió los resultados mediante datos de Facebook y Tencent, las plataformas de red social más grandes de China. Su trabajo demostró que la ley de Metcalfe se mantenía para los dos, pese a la diferencia de usuarios entre las dos plataformas: Facebook atiende a una audiencia mundial y Tencent solo sirve a usuarios chinos.
Un ejemplo de lo que hay en juego en el valor (económico) de las redes lo tuvimos en 2018. Timothy Peterson aplicó la ley de Metcalfe a la criptomoneda Bitcoin (una aplicación novedosa de una criptomoneda basada en una red descentralizada), para augurar sobre las fluctuaciones del valor de los Bitcoins, y demostró que la ley de Metcalfe determinaba más del 70% de su valor.
En 2020, este mismo analista hizo dos afirmaciones arriesgadas: a) "Hay un 90% de posibilidades de que Bitcoin nunca vuelva a cerrar por debajo de los 11.000 dólares"; y b) "Bitcoin (BTC) estará valorado en 100.000 dólares para enero de 2024 y en un millón para marzo de 2028." . Y eso fue antes de la explosión de los Token no-fungibles. Está claro que la relación entre valor y redes es algo en lo que queda mucho por explorar y aprender.
El poder de la gente corriente en la sociedad en red o 'internetizada'
Ya que hemos analizado los aspectos de valor con consecuencias económicas, hablemos ahora de los aspectos más humanos de las redes que nos conectan. Afirmaba en 2015 Manuel Castells, –el autor del magnífico libro 'La Sociedad Red'–, refiriéndose a la sociabilidad en internet: "¿Qué sabemos empíricamente de esto?". Sabemos bastantes cosas.
British Telecom acaba de realizar un gran estudio de observación a lo largo de un año en una serie de hogares en los que se utiliza internet. La conclusión es que no cambia nada. Es decir, la gente hace en internet lo mismo que hacía antes, y a los que les iba bien, les va mucho mejor, y a los que les iba mal, les va igual de mal. El que tenía amigos, los tiene también en internet; y quien no los tenía, tampoco los tiene con internet.
El estudio intelectualmente es muy conservador y se titula 'Aquí no pasa nada'. Pero sí que pasa. Los comportamientos se apropian de Internet y, por tanto, se amplifican y se potencian a partir de lo que son, y acelera todo tipo de procesos. Pero, como dice Castells, sí que pasan cosas y mediante acciones colectivas y organizadas en red –por ejemplo, en las redes sociales– se puede articular un instrumento socialmente transformador, pero también manipulador. Caben tanto usos útiles como perversos, según el propósito de quien los lleve a cabo.
Una cosa interesante sobre el potencial poder de las redes es que, aunque no lo parezca, genera un tipo de poder que, en parte, depende de su topología, que es horizontal. Y algunas cosas innovadoras emergentes en esa horizontalidad parecen tener relación con el pensamiento creativo lateral. Pero hay un problema extendido de incomprensión sobre sus mecanismos, sobre todo en gente adolescente, que está convencida de que sabe mucho sobre tecnología, pero que en realidad ignora casi todo sobre su funcionamiento profundo o las consecuencias del mismo a medio y largo plazo. Incluyo en esta ignorancia a muchos periodistas que no saben siquiera como funciona el 'Efecto Streisand' que producen ellos mismos. Pero hay quienes sí lo saben.
Voy a poner dos ejemplos que han tenido mucha repercusión. Uno de ellos, ocurrido hace solo unos meses, lo protagonizó una multitud de usuarios de un colectivo de inversores minoritarios y aficionados a la bolsa agrupados en el foro WallStreetBets, de la red social Reddit. Bajo la premisa de luchar contra los fondos bajistas, que apuestan en Bolsa contra empresas muy castigadas o incluso en quiebra, se ‘creó' en pocas horas un ejército de pequeños inversores bajo la premisa YOLO (You Only Live Once, solo se vive una vez).
Mediante una acción conjunta de millones de conectados –gente corriente–, consiguieron que varios gigantescos fondos de inversión como Melvin Capital, Citadel y Point72 –que apostaban por la quiebra de la modesta tienda de videojuegos Game Stop–, perdieran 6.000 millones de dólares en menos de 48 horas al verse forzados a liquidar las acciones a sus dueños (ellos solo las gestionan mediante un alquiler sin poseer la propiedad). En este caso, se movilizó para provocar el fiasco. La comunidad de la plataforma Reddit (que en total tiene 320 millones de usuarios), además incluye secciones denominadas 'subreddits' centrados en determinados temas, como política, programación, ciencia, tecnología, etc.
WallStreetBets (ApuestasWallStreet) es un 'subredit' que reúne a los aficionados a 'jugar a la bolsa', la mayoría con una cultura-red y geek avanzada. Ese tipo de usuarios sí sabe la potencia, velocidad y efectos que se consiguen articulando una acción colectiva basada en una comunidad-red (ley de Metcalfe) y, por eso, pudieron ejecutar una acción masiva de invertir en esa empresa para salvarla, 'castigando' a los grandes fondos bajistas por sus perversas actuaciones sobre Game Stop.
El otro ejemplo que demuestra el poder de la gente corriente ha sido la acción de los hinchas de los clubs de fútbol ingleses en contra del acuerdo de los grandes clubes europeos para crear la Superliga. Aunque parte de las acciones en contra de esta iniciativa se hicieron en las calles de algunas ciudades, el fracaso se debe más a la 'viralización' y movilización de la protesta en las redes sociales. La clave es que ahora los hinchas no necesitan ser organizados por clubs o entidad alguna. Ellos mismos se autoorganizaron para la protesta.
Como en el caso de Reddit, había un odioso y poderoso enemigo al que dar una lección. T. Panja y R. Smith describían muy bien en el New York Times al 'odioso' objeto de los ataques de la gente corriente del fútbol: "Una improbable alianza de fondos de inversión estadounidenses, oligarcas rusos, magnates industriales europeos e integrantes de la realeza del golfo Pérsico, que buscaron tomar el control de las ganancias del deporte más popular del mundo al crear una Superliga europea cerrada." Un grupo candidato a que la gente corriente del fútbol les quisiera dar una severa y rápida lección, cosa que consiguieron. Y lo hicieron en 48 horas, el mismo plazo que duró la revolución de abajo arriba de WallStreetBets. Hasta el primer ministro Boris Johnson reculó inmediatamente.
Dos ejemplos diáfanos del gran poder que la gente corriente conectada puede ejercer apoyándose en las redes sociales, es decir, usando internet como medio de sus acciones 'colectivas'. Es, muchos años después, una nueva versión en el siglo XXI de las smart mobs (multitudes inteligentes) que definió Howard Rheingold. Pero para que funcionen hace falta un grado importante de cultura de red. Pero hoy por hoy no es fácil.
La mayor parte de los conectados desconocen qué cosas podrían conseguir desplegando colectivamente este potencial. Si los usuarios de un producto o servicio nefasto se pusieran de acuerdo de este modo, y ejecutaran el dejar de comprarlo a gran escala, podría significar una súbita catástrofe económica para la compañía fabricante o que presta el servicio. Y si eso se convierte en un mainstream, es imparable.
Mucha gente corriente conectada ni siquiera imagina el poder que le puede dar la red usándola de esta manera, porque no posee y ni ha interiorizado aún la 'cultura-red' que se lo permitiría. En lugar de eso, sucumben a la manipulación para que generen tráfico (el negocio de las plataformas) y la usan sobre todo para vehicular cosas superficiales, chistes y memes (véase Tiktok). Quizá las redes sociales son aún demasiado jóvenes para ello. Pero forman un enorme gigante dormido que en cualquier momento puede despertar y derribar cualquier poder terrenal por grande que sea. Los poderosos promotores del proyecto Superliga, acostumbrados a dominar y comprar los mass media y la TV aún se están preguntando cómo un proyecto milmillonario como el suyo ha podido desmoronarse en 48 horas. En el poder de la gente corriente en la sociedad-red está la respuesta.