Imagen nocturna de una ciudad.

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La tribuna

Próxima parada: movilidad inteligente

Es momento de aprovechar la oportunidad y todo lo aprendido para desarrollar nuevos modelos.

David Pérez García Silvia Roldán Fernández
3 octubre, 2021 02:45

Confinamiento, desescalada, distanciamiento social, aerosoles, mascarillas... Desafortunadamente hace más de un año que estas palabras han pasado a ser parte de nuestro vocabulario habitual. La Covid-19 ha hecho que tuviéramos que cambiar de la noche a la mañana la forma de relacionarnos, de trabajar y de movernos.

La pandemia ha afectado severamente a muchos sectores y uno de ellos, sin duda, ha sido el del transporte. 2019 fue un año bueno para el sector. Si nos centramos en el análisis de los datos de la demanda de viajeros de transporte urbano en España publicados por el INE, desde 2013, año en el que se alcanzó el mínimo de la anterior crisis con 2.715 millones de viajes, observamos que la demanda fue incrementándose de manera paulatina hasta alcanzar el valor de 3.102 millones de viajes en 2019.

Para el transporte urbano en Metro, el mínimo se alcanzó en 2013 con un total de 1.089 millones de viajes. Para los viajes urbanos en autobús, hablamos de 1.625 millones de viajes. Las prognosis iniciales nos indicaban que 2020 sería el año de los récords. Se podrían alcanzar los 3.161 millones de viajes en total, de los cuales 1.294 corresponderían al Metro y 1.866 a los autobuses. La previsión, por tanto, era superar el magnifico año 2019.

Las estrategias, en ese momento, se elaboraban para establecer las políticas encaminadas a seguir aumentando la capacidad de transporte de los distintos modos. En el marco de los planes estratégicos, se hablaba de aumentar la capacidad de transporte, especialmente en las horas punta, y de cómo los distintos modos de transporte iban a poder absorber una demanda creciente que parecía no tener límites. Políticas que además tenían un punto de vista en la consecución de los objetivos de sostenibilidad.

Los primeros meses de 2020 nos marcaban el camino de que estas hipótesis estaban bien dibujadas, pero en marzo, de pronto, todo cambió. Con la declaración del estado de alarma, se experimentó una caída abrupta en la demanda que alcanzó, tal como se había anunciado, límites históricos, pero en este caso a la inversa de lo que esperábamos. En abril la caída de la demanda comparada con el mismo día del año anterior giraba en torno al 90%. Estamos hablando de las semanas de máximo confinamiento, donde sólo estaba permitida la movilidad de los trabajadores esenciales. En ese momento se pusieron en marcha una batería de medidas que permitieron garantizar la seguridad de los trabajadores y usuarios. Medias que a día de hoy siguen vigentes.

Durante los meses de desescalada se fue recuperando paulatinamente la demanda, poco a poco y muy lentamente. El transporte púbico se estigmatizó de forma injustificada ya que los estudios técnicos realizados por organismos internacionales avalaban que el mismo no era vector de contagio. A pesar de ello, con muchísimo esfuerzo y trabajo, se fue recuperando lentamente la confianza de los usuarios.

Hoy en día nos encontramos con una demanda cercana al 70%, si bien es cierto que los modos de transporte público por carretera han cogido la delantera a los modos de transporte por ferrocarril, sobre todo en las ciudades. Y todo indica que estamos próximos a alcanzar una saturación viaria. Así que, en estos momentos en los que el proceso de vacunación comienza a coger carrerilla y casi podemos ver la luz al final de túnel, todos ansiamos la llegada de la normalidad definitiva.

Y a las administraciones, organizaciones y operadores del transporte público, nos toca preguntarnos, ¿será esta normalidad igual que la que conocíamos en 2019? O dicho de otro modo, ¿conseguiremos recuperar el 100% de la demanda que obtuvimos en 2019? También deberíamos preguntarnos si los usuarios van a moverse de la misma forma que lo hacían en los momentos previos a esta crisis sanitaria. Esto nos llevará, necesariamente, a tener que replantear las estrategias que teníamos en 2019 o por lo menos a acompasarlas con la evolución de la demanda.

Las cosas han cambiado y debemos de aprovechar la oportunidad de todo lo aprendido para trabajar en desarrollar estos nuevos modelos de movilidad. A nosotros nos gusta llamarla Movilidad Inteligente, que será la movilidad segura, intermodal, conectada y elegible. Y en estas líneas nos gustaría explicar cuáles son, a nuestro juicio, las posibles hipótesis de cómo será este nuevo modelo de movilidad.

Todos coincidimos que hay procesos que han venido para quedarse. Todos hemos aprendido que es posible teletrabajar y que mantenemos reuniones con gente que puede estar viviendo a miles de kilómetros de nosotros. Todos nos hemos familiarizado con términos como webinars. Incluso, muchas empresas comienzan a estudiar o valorar el prescindir o reducir sus oficinas físicas, buscando una optimización de costes. Realizamos compras por internet, incluso visitamos museos telemáticamente. En contrapartida, es cierto que añoramos relacionarnos, viajar y disfrutar el tiempo con amigos, entre otras cosas.

Ante todos estos posibles cambios debemos ser ingeniosos para adaptar la movilidad a lo que las ciudades y nuestros usuarios van a requerir. Y ese es el reto en el que se encuentran embarcados todos los operadores del transporte.

La gestión de la información en tiempo real va a ser básica para ofrecer al usuario la posibilidad de elegir el modo de transporte que quiere utilizar y cómo quiere realizar su viaje. Y aquí se incorporarán no sólo los medios de transporte habituales, sino que además, deberán integrarse los nuevos modos de transporte, los que llamados modos blandos, como pueden ser el patinete o la bicicleta e igualmente, deberán incorporarse los modos compartidos. También dentro de la intermodalidad deberá contemplarse la integración del uso del vehículo privado, optimizando y extendiendo la red de parking disuasorios que permitan poder conectar con otros modos de transporte.

Esta información a su vez le permitirá conocer al usuario el grado de ocupación de los distintos modos de transporte en tiempo real. Se trabajará con un modelo de open data. Es deseable que así sea, para que además se fomente la colaboración público privada que permita elaborar los aplicativos con los que se pueda ofrecer el mejor servicio: “Mobility as a Service”.

Y esta información deberá ser de fácil acceso. A un clic del usuario, que antes de salir de casa podrá elegir la mejor opción para desplazarse. Y todo esto hay que ser capaces de desarrollarlo muy rápido.

Si antes la preocupación era cómo aplanar las horas punta, quizás con la nueva normalidad, con esta nueva movilidad que nos llega, lo que tengamos que agudizar es el ingenio para trabajar con todo el periodo horario, pero ya no tanto en trabajar en aplanar las horas punta. En el transporte público hay tres horas punta. La de mañana, la de medio día y la de tarde. La pandemia nos produjo un hecho insólito. Además de que la hora punta de la mañana se adelantó, la de la tarde desapareció. Con el proceso de desescalada se fue poco a poco recuperando.

Pero quizás la nueva normalidad en la que se incorpora el teletrabajo o las gestiones telemáticas, veamos una reserva de capacidad suficiente en las horas punta, lo cual será significativamente distinto a lo que pensábamos en 2019 y a un hiper exceso de capacidad de transporte en hora valle, siempre y cuando volvamos a los niveles de densidad establecidos desde el origen. Y aquí es donde está el secreto de la gestión que habrá que realizar. Las horas valle deberán ser suficientemente atractivas para invitar al ciudadano a viajar en ese periodo.

Todos coincidimos en que el transporte público es el pilar fundamental de las ciudades sostenibles, y por este motivo, debemos apostar firmemente por un transporte público de calidad.

Lo ilusionante de todos estos retos es que ahora mismo tenemos todas las opciones en nuestras manos. Disponemos de las herramientas necesarias que nos permitan conseguir nuestros objetivos: Blockchain, Big Data, IA, BIM, nos ayudarán a ello. La trazabilidad completa, en tiempo real, de las matrices origen destino nos suministrará información adicional. A través de la digitalización de todos los procesos seremos capaces de disponer de toda la información en tiempo real que nos permita diseñar estas propuestas de viaje para nuestros usuarios.

Es fundamental extender el pago EMV, conocer la densidad de ocupación de cada uno de los modos de transporte, incluso facilitar a los usuarios la temperatura y calidad del aire en cada momento. Por supuesto, deberemos trabajar en ampliar la experiencia del cliente, y eso nos llevará a una hiperconectividad. Hacer atractivos los periodos horarios valle es otro reto apasionante que tenemos por delante. Fomentar la intermodalidad incluyendo todos los modos de transporte, incluso los más novedosos, y hacer un viaje cada vez más seguro. Y todo ello, con procesos enmarcados dentro de los objetivos estratégicos de sostenibilidad y responsabilidad social. En definitiva, hacer que el usuario pueda elegir su mejor opción de viaje y que tenga una buena experiencia.

La movilidad inteligente ha venido para quedarse, quizás más rápido de lo que esperábamos, pero nos abre un mundo de posibilidades de nuevos desarrollos en este sector. Apasionante, ¿verdad?

La Terminal 4 del aeropuerto Adolfo Suárez.

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