Image: Darío Villanueva, salutación con optimismo

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Primera palabra

Darío Villanueva, salutación con optimismo

10 abril, 2015 02:00

El latín, lengua franca en la Edad Media, se quebró en el castellano, el catalán, el rumano, el italiano, el francés, el portugués, el provenzal, el gallego… La torre de Babel se alzó sobre Europa. Franceses, italianos, portugueses, rumanos… dejaron de entenderse entre ellos.

A mediados del siglo pasado, el español estaba en serio riesgo de fragmentación en el mexicano, el argentino, el peruano, el boliviano… Dámaso Alonso se dio cuenta del peligro que acechaba al idioma de Cervantes y Jorge Luis Borges. Había que superar la dilatada etapa del “limpia, fija y da esplendor”. Lo más importante era mantener la unidad del idioma, evitando que se fragilizara en varias lenguas romances. El gran Fernando Lázaro Carreter dedicó su fecunda vida académica a preservar la unidad del idioma. Víctor García de la Concha, primero, José Manuel Blecua, después, dieron continuidad al esfuerzo de Fernando Lázaro Carreter. El Diccionario normativo de la Real Academia Española lo firman hoy todas las Academias de nuestro idioma. La unidad del español está a salvo. A las 22 Academias firmantes se unirán en un cercano futuro la ecuatoguineana de la Lengua y la sefardí o judeo-española. Superado, pues, el desafío histórico con el que se enfrentó el siglo pasado la Real Academia Española, es imprescindible responder ahora al órdago de la vertiginosa explosión digital.

Darío Villanueva es profesor de filología, catedrático de Literatura, universitario con vasta experiencia de gestión en el rectorado de la Universidad de Santiago de Compostela. Como crítico literario destacó siempre por el rigor científico, la mesura en el juicio, la independencia y la objetividad. Era el intelectual que necesitaba la Real Academia Española para enfrentarse con el desafío digital. A mi manera de ver, el libro impreso -novela, poesía, ensayo, filosofía, historia, teatro- se salvará al menos al 50 por ciento del acoso del libro digital. Diccionarios y enciclopedias, no. Son ya cadáveres de cuerpo presente a los que se dará sepultura en plazo muy breve.

El Diccionario normativo de la Real Academia Española, que firman los académicos de 22 naciones, ha concluido su andadura de 300 años en versión papel. El gran desafío digital con el que se enfrenta el director de la Real Academia Española es solucionar la nueva planta -obligadamente digital- del Diccionario. Es necesario también aprovechar las inacabables ventajas de la tecnología electrónica, amén de encontrar la fórmula inteligente para explotar económicamente el Diccionario del futuro, un Diccionario consultado cada mes por 50 millones de visitantes. Darío Villanueva, en fin, está sobradamente preparado para superar el desafío digital como Dámaso Alonso y Lázaro Carreter embridaron en su día el riesgo de la dispersión del idioma.

Y no solo eso. En un mundo culturalmente globalizado parece imprescindible que se establezca en Madrid, en la capital de España, la gran Casa del Idioma, en la que los directores de todas las Academias dispongan de despachos y servicios auxiliares. El gran tesoro de la cultura española es el idioma que, además, según estudios cualificados, roza el 15 por ciento del PIB. El edificio adecuado para instalar la Casa del Idioma es el antiguo museo del Ejército y el Gobierno, ningún Gobierno, sea conservador o socialista, debe entorpecer de forma cicatera lo que exige el esplendor de un idioma que, con 550 millones de hablantes como lengua materna, es el primero del mundo, reconociendo que el inglés ha sustituido al latín como la indiscutible primera lengua internacional, a mucha distancia de todas las demás.

Para atender los nuevos desafíos con los que se enfrenta la RAE, Darío Villanueva deberá también resanar sus finanzas y trabajar hasta la extenuación para enderezar el rumbo económico de la Casa. Estoy seguro de que acertará. Y por tal razón, esta no es la salutación del optimista, sino una salutación esperanzada y con optimismo.