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Teatro

Naturaleza escénica del Quijote

'El Quijote', es un texto esencialmente dramático, una visión del mundo como un teatro inmenso, defiende Javier Villán en este texto donde contrapone la esencia escénica de Cervantes a la simpleza popular de Lope

6 enero, 2005 01:00

El carácter escénico de Cervantes no está solo en su teatro, entremeses, comedias o tragedias. Esta también en El Quijote, un texto esencialmente dramático, una visión del mundo como un teatro inmenso. Los elementos dramáticos pues son numerosos. Por eso la mejor escenificación que pueda hacerse de este libro primordial será aquella que más lo aproxime a su sustancia dramática. Gracias al traductor arábigo, Cide Hamete Benengeli, y al propio Cervantes objetivado como personaje, podemos entrar en el laberinto metanarrativo de la novela; lo cual genera inmediatamente una refracción metateatral.

La teatralidad de El Quijote no nace solo de unos pasajes específicos como el retablo de Maese Pedro o la compañía de Angulo el Malo, sino de la idea reafirmada más tarde por el Barroco del gran teatro del mundo; en este sentido Cervantes carente, para su mayor virtud, de elementos sacros y doctrinales, se anticipa a Calderón. Y, si eso es así, si el mundo es un teatro, el hombre es, por necesidad, un actor; y la vida, drama o comedia. La locura de Don Quijote es una dramatización de la realidad: rebaños de ovejas vistos como ejércitos, molinos como gigantes; y el caballero de los espejos y su narigudo escudero convertidos, por perverso arte de encantamiento, en Sansón Carrasco y en Cecilio Tomé, amigos y vecinos.

En la aventura del retablo de Maese Pedro Don Quijote modifica la historia titiritera a mandobles contra los muñecos porque no le gusta el desarrollo de la misma. Este incidente, de manera involuntaria e imprevista, deriva, además, en un imprevisto ajuste de cuentas con el marrullero Ginés de Pasamonte que le birló el rufio a Sancho Panza. En el episodio de la carreta de la Muerte y los actores de Angulo el Malo se condensa no solo ese carácter primordial del mundo como teatro, sino el amor de Cervantes por la farándula. Aquí coinciden un loco, Don Quijote, que se cree un actor, y un actor, la bojiganga, disfrazado de loco. No repuesto aún de la supuesta venganza de los encantadores, que convirtieron a la bellísima Dulcinea en fea y montaraz aldeana, topa Don Quijote con la compañía de Angulo el Malo donde los actores, por las prisas de la representación, viajan ya caracterizados: muerte, ángeles, demonios, emperadores.

Se alzó Lope con el cetro de la monarquía cómica en detrimento de Cervantes, y eso ha sido malo para la escena hispánica

Muestra Sancho Panza su recelo sobre los cómicos; pero éstos ya están salvados por Don Quijote: “andad con Dios buena gente (...) porque desde muchacho fui aficionado a la carátula y en mi mocedad se me íban los ojos tras la farándula”. Y más adelante, tras ensalzar comedias y comediantes, tras recomendar a Sancho benevolencia hacia ellos, reafirma la teatralidad del mundo en el que unos figuran reyes, otros pontífices, otros aldeanos, etcétera... Igual en la comedia, "porque todos son instrumentos de hacer un gran bien a la república, poniéndonos un espejo a cada paso delante donde se ven al vivo las acciones de la vida humana".

Y así, "uno hace el rufián, otro el embustero, este el mercader, aquel el soldado, otro el simple discreto, otro el enamorado simple. Y acabada la comedia y desnudándose de los vestidos della, quedan todos los recitantes iguales". La muerte de Alonso Quijano es la caída definitiva del telón; más la comedia ha concluido antes, al rendir Don Quijote las armas y sumergirse en la melancolía. Imaginar a los personajes cervantinos viviendo otra vida es literatura; legítima, aunque al margen del teatro del mundo imaginado por Don Miguel; una prolongación artificiosa, pues prescinde de esa sustancialidad escénica.

Concluyendo, se alzó Lope con el cetro de la monarquía cómica, se le entronizó como genial creador del teatro español, en detrimento de Cervantes, y eso ha sido malo para la escena hispánica. Poco bueno puede salir de la filosofía lopesca: el vulgo es necio y para tenerlo contento hay que hablarle en necio. Ahí radican muchos de los males del teatro español. Pese a Miguel de Cervantes. De aquella frivolidad lopesca se ha nutrido el peor teatro español durante siglos . Y se sigue nutriendo.

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