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La historia de cuando Vigo pudo tener su propia pista de carreras: así era el 'scalextric'

Hace 45 años comenzaba la construcción de un extraño proyecto urbanístico, el que más polémica ha despertado en la historia de la ciudad y que acabó siendo derribado tan solo diez años después debido a las fuertes presiones de los vecinos y las autoridades políticas
Calle Lepanto antes de las obras.
Calle Lepanto antes de las obras.
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En el año 1976 se erigía en Vigo una extraña construcción: un paso elevado que prometía descongestionar el tráfico del centro y que sería bautizado popularmente como "el scalextric". Comparándolo con el popular juego de carreras de coches teledirigidos, el proyecto urbanístico más impactante de Vigo fue, quizás el que más polémicas ha ocasionado entre los ciudadanos y los políticos de la ciudad.

Un puente futurista pretendía "hacer volar" a los coches sobre la Gran Vía viguesa, transportándolos directamente desde el centro de la ciudad a la Autopista del Atlántico (la AP-9). Un proyecto que comenzó con la definición del trazado de la autopista entre Vigo y Pontevedra en 1965 y que terminó siendo derribado en 1986 sin siquiera haber sido abierto al tráfico.

Lo único que quedó de aquella aberración, calificada así por muchos alcaldes posteriores, fue el paso elevado sobre Alfonso XIII, que unía la calle Lepanto directamente con la AP-9. En enero de este año, no obstante, se derribó por fin el último vestigio del scalextric, que se convertirá en un túnel que canalice el tráfico eliminando el ruido y el estorbo a los vecinos.

Crónica de una muerte anunciada

Cuando comenzó a planificarse el proyecto enseguida saltaron las primeras alarmas, y las voces de los vecinos y la oposición alertaron sobre el error que supondría construir aquel puente. El principal escollo para la alcaldía, eran, sin duda, los habitantes de la Gran Vía: el nuevo scalextric pasaría a escasos dos metros de muchas de las viviendas, restando intimidad y sumando ruido a los vecinos.

Aunque la redacción del proyecto empezó en 1965, no fue hasta la llegada a la alcaldía de Joaquín García Picher en 1974 que se aprobó su construcción. El Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo ratificó en 1975 la obra, que terminó poniéndose en marcha en 1976. Cuatro años después, en 1980, termina la construcción de un puente a 9,60 metros de altura y a 2,40 metros de distancia con respecto a las edificaciones.

La oposición también venía de los comerciantes de la zona, que auguraban una importante disminución de la clientela si la autopista tenía el tráfico previsto, de unos 27.000 vehículos diarios en 1990. La polución, la contaminación acústica y la escasa seguridad vial de aquel tramo en curva entrando en la calle Lepanto zanjaron el debate que había supuesto una construcción de 90 millones de pesetas.

La discusión, de todos modos, no estaba solo en la calle, pues en la propia casa consistorial la polémica estuvo servida durante aquellos diez años. La llegada de Manuel Soto a la alcaldía, cuyo programa aseguraba que derribaría el scalextric, implicó que aquella mole de hormigón sobre la Gran Vía no llegase siquiera a inaugurarse. El apoyo del entonces ministro de Obras Públicas y Urbanismo, Javier Sáenz Cosculluela, ratificó la decisión de Soto y precipitó la demolición.

El eterno problema del tráfico

La excusa para la construcción de aquella aberración de hormigón era la de desviar el tráfico del centro hacia la autopista, un debate que todavía hoy se discute en el Concello y que parece ser el protagonista de todos los nuevos planes de urbanismo. La promesa de la descongestión, no obstante, no debería ser el fin que justifica los medios, como bien quedó demostrado con la demolición del scalextric.

Se construyó en 1994 lo que era considerado "una solución de emergencia", el puente provisional sobre Alfonso XIII con dos metros y medio de gálibo. Los continuos accidentes por vehículos que quedan atrapados no fueron suficiente para decidir derribarlo, lo que ha ocurrido veinte años después, con el derribo del paso elevado que conectaba Lepanto con la Autopista del Atlántico.

Ahora se espera que la solución al tráfico en el centro sean los túneles, la solución del actual alcalde para descongestionar la ciudad, incluyendo uno de ellos entre la Gran Vía y la AP-9.

Cuarenta años después todavía no se conoce la "fórmula mágica" para enlazar el tráfico del centro con la autopista, aunque se descartan por completo los coches voladores. Muchos vigueses recuerdan, casi con terror, aquel puente que sobrevolaba sus cabezas en los últimos metros de la calle más concurrida de la ciudad (en el tramo que discurre sobre la estatua de los Redeiros).

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