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Bernardo Alfageme, el buque más polémico de la ciudad de Vigo

Hace ya seis años que el alcalde ordenó "anclarlo" a una rotonda en el barrio de Coia, ocasionando un enorme malestar entre los vecinos. Ahora envejece a la espera de una necesaria renovación exterior, que el alcalde de Vigo ya ha anunciado que ocurrirá este verano
Barco 'Bernardo Alfageme' en la rotonda de Coia, en Vigo.
Roi González
Barco 'Bernardo Alfageme' en la rotonda de Coia, en Vigo.
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Hace ya más de seis años que se construía en la ciudad de Vigo la rotonda más polémica de su historia: un barco presidiría el punto neurálgico del barrio de Coia. Manifestaciones multitudinarias, un enorme revuelo mediático y muchas (muchísimas) críticas al Concello acabarían en agua de borrajas una noche de febrero de 2015, cuando un gran despliegue policial precedía la instalación del histórico pesquero en su hogar definitivo.

Viendo la imagen de la rotonda en cuestión parece algo descabellado pensar que generase tanta polémica como para adquirir titulares incluso en la prensa nacional. Todo tiene un sentido, y es que el verdadero problema no fue el barco, sino el dinero. El "barquito" tuvo que ser restaurado y costó un buen pellizco a la administración local, que no vaciló decidiendo el lugar donde se instalaría: uno de los barrios obreros históricos de la ciudad.

Ahora, con seis inviernos sobre su lomo, el Bernardo Alfageme empieza a presentar un tono más cobrizo que el día de su instalación, tiene un aire vintage que recuerda más a un buque en activo que a un elemento decorativo. Por eso el Concello ha decidido que es el momento de darle un lavado de cara, volver a pintarlo y restaurarlo y que continúe siendo el reclamo turístico que ha sido en el último lustro.

La historia de una familia conservera

Empecemos por el principio. El Bernardo Alfageme se construyó en los astilleros Hijos de J. Barreras en 1944, donde se botó para comenzar su singladura como barco de pesca. El nombre del buque hace honor al fundador de la conservera Miau, fundada en Vigo y conocida en toda España durante buena parte del siglo XX.

Fue Antonio Alfageme del Busto, nieto de Bernardo, el que ordenó construir la embarcación, que sería curiosamente la última de acero remachado producida por el astillero vigués, además de ser de las pocas de la primera mitad del siglo XX que se conservan. Podía almacenar hasta 70 kilos de pescado y se dedicaba al arrastre en el sur de Portugal y el Gran Sol. Estuvo en activo más de cincuenta años, pero en 1998 se dio de baja y pasó a formar parte del "cementerio" de Barreras.

Barco 'Bernardo Alfageme' en la rotonda de Coia, en Vigo

En el año 2000, la empresa decidió desguazar la pieza, pero los marineros del barrio de Bouzas se opusieron y lograron salvarlo. Ese mismo año, tras la orden del Ministerio de Pesca para desguazarlo, el alcalde Lois Pérez Castrillo daba la orden de incorporar el barco al patrimonio marítimo de la ciudad: formaba ya parte de los bienes municipales. El Bernardo Alfageme volvería a la actividad, aunque previsiblemente como museo naval, pero hacían falta varias reparaciones y restauraciones para que esto fuese posible.

La llegada de la polémica

La idea de musealizar el Bernardo Alfageme fue decayendo año a año, mientras el buque esperaba en una dársena de Bouzas en la que se oxidó durante más de una década. Hasta el 2014 se dejó que la embarcación languideciese mientras se decidía qué hacer con ella, aunque los herederos de Alfageme habían dejado claro que la donaban al Concello para su exposición.

La primera de las propuestas de restauración del barco partió del gobierno popular de Corina Porro, cuando se propuso que formase parte del Museo del Mar como exposición flotante. El escaso calado de la playa donde se asienta este museo impidió que se llevase a cabo, pero el plan se recuperó en el primer gobierno de Caballero, en su bipartito con el BNG de Santiago Domínguez. El presupuesto proyectado, no obstante, paralizó su movimiento y el barco continuó oxidándose en Bouzas.

Fue ya durante el gobierno en mayoría del Partido Socialista cuando se propuso la posibilidad de que formase parte de la rotonda más transitada de Coia. Se trasladó entonces el barco al astillero Cardama y se comenzó su reparación, que supuso un desembolso de unos 200.000 euros al Concello. E hicieron falta otros 300.000 euros para el traslado a su ubicación final: un total de medio millón de euros para que el Bernardo Alfageme fuera expuesto, aunque sin cumplir la función docente que esperaban sus dueños originales.

La ironía del barrio obrero

El verdadero problema nunca fue el barco, su restauración o el coste de su traslado: el problema es que se colocó en uno de los barrios con más paro de Vigo. Las protestas y las manifestaciones fueron continuas durante el final del año 2014, cuando el gobierno local anunció que el 'Bernardo Alfageme' sería trasladado a Coia.

"El barco en el mar y el dinero para usos sociales", decían las pancartas en el entorno del destino final del pesquero. La ironía de la situación, en la que Abel Caballero actuó desoyendo a los vigueses y a la oposición, se hacía realidad a finales del mes de febrero del 2015, cuando se colocó el buque de noche y con ayuda de un enorme despliegue policial.

Desde las 00.30 de la madrugada, el Bernardo Alfageme emprendía su particular peregrinación hasta Coia, donde descansa desde aquella noche. Los vecinos, convocados por Asamblea de Coia, se concentraron en la avenida de Castelao, donde un centenar de policías les hizo frente y permitió que se instalase finalmente el barco en la rotonda.

El símbolo y homenaje "a las gentes del mar", según decía Caballero en aquel momento tan polémico, pudo haberse convertido en un símbolo de precariedad y paro. Lo cierto es que, bien sea por la constante lucha de los colectivos y asociaciones vecinales o por el durísimo año de crisis que acabamos de vivir, el Concello ha reforzado su inversión en bienestar social y ha aumentado esta partida en los presupuestos anuales.

Por su parte, más de un lustro después de su instalación, el casco del Bernardo Alfageme vuelve a estar oxidado, víctima del viento cargado de salitre y la lluvia que cada invierno asolan Vigo. Quizás la promesa del alcalde de pintarlo y restaurarlo vuelva a levantar ampollas cuando se conozca la partida destinada a este fin.

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