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Tribuna Abierta

Sistemas de dispersión de semillas entre dioses y parábolas

La biotecnóloga e investigadora predoctoral del CSIC reflexiona sobre la simbología de la semilla a través de la literatura y de algunas enseñanzas religiosas poniendo en valor la trascendencia de su dispersión
Sonia Coves Mora
Por Sonia Coves Mora
Representación de la parábola del sembrador.
Representación de la parábola del sembrador.

La semilla simboliza el paso de la potencia al acto. En la tradición hindú, esta semilla original se representa por la sílaba OM (o AUM) que según se explica en los Vedas (los textos más antiguos de la literatura india y en los cuales se basa el hinduismo moderno), es el sonido primigenio del dios creador, Brahma, el nacido de sí mismo, de este sonido; como de una semilla se generan todas las cosas. Para muchas culturas y religiones, este símbolo y su vocalización ha significado el principio y el fin de todo o el pasado, presente y futuro de todas las cosas; razón por la cual se dice que Om representa a Dios, fuente de conciencia universal, porque tiene el poder para crearlo todo. 

En los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas se describe, a través de la Parábola del sembrador, a la persona de fruto espiritual abundante como aquella que recibe y obedece las enseñanzas de Jesús. En ella se narra cómo un sembrador esparce la semilla, que cae en diferentes terrenos según los cuales esta morirá o dará fruto. Una parte de la semilla cae junto a un camino, otra en un terreno pedregoso, otra cae entre espinos y una última parte en tierra fértil. Las semillas que caen junto al camino quedan accesibles y las aves terminan por comérselas, representando a aquellos que escuchan la palabra de Dios pero no la entienden y caen en las garras del Maligno. Las del terreno pedregoso pueden brotar pero al poco tiempo se secan por falta de humedad, al igual que los que oyen la palabra y se esfuerzan por cumplirla mientras todo esté bien; pero cuando son puestos a prueba y sienten las presiones de la gente por sus creencias, se echan atrás y no perseveran. Las semillas que acaban entre espinos se “ahogan” intentando crecer con estos, y representan a aquellos que oyen la palabra pero las preocupaciones, los afanes de este mundo y la seducción de las riquezas ahogan la palabra y queda estéril. La que cae en buena tierra y consigue salir adelante son los que oyen la palabra, la reciben y dan fruto mediante la perseverancia. Así, se advierte de las circunstancias y actitudes que podrían impedir que cualquiera que haya recibido la semilla del mensaje del Evangelio produzca una buena cosecha.

"Antes cuando me hablaba de mí misma, decía: si yo soy lo que soy y dejo que en mi cuerpo, que en mis años suceda ese proceso que la semilla le permite al árbol y la piedra a la estatua, seré la plenitud”.

En su Parábola de la inconstante, Rosario Castellanos se debate en un juego de contrarios en que su identidad oscila voluble en busca de un camino donde encontrar la plenitud. En esta búsqueda entre antítesis, la autora se compara en su viaje con distintos elementos de la naturaleza que hacen las veces de hilo conductor en ese tejido que es la construcción del Yo. La semilla encarna de nuevo la simbología de latencia, ese potencial casi divino de engendrar el inicio del ciclo de una vida.

Las semillas no solo están cargadas de simbología e inspiración: llevan consigo la vida a la que darán lugar y las vidas a la que sus frutos podrán alimentar. Por eso es importante, además de conservarlas, favorecer que se encuentren alejadas, unas de otras, con tal de disminuir la depredación; así como alejarse de sus semillas “hermanas” para evitar competir por los mismos recursos como el agua, los nutrientes o la luz del sol. 

Es aquí donde entran en juego las diferentes formas de dispersión de las semillas. Se trata de un mecanismo evolutivo que ha permitido a las plantas desplazarse a nuevos territorios y colonizarlos para, con el paso de los años, aclimatarse a las nuevas condiciones y resistir en ambientes de lo más dispares. El viento (anemocoria) es una de las formas más habituales de dispersión de las semillas y suele facilitar, especialmente, el transporte de semillas de pequeño tamaño, que muchas veces cuentan con pequeños filamentos que facilitan su circulación por las corrientes de aire. El ejemplo más conocido en emplear la anemocoria es el diente de león. El agua (hidrocoria) también puede hacer de vehículo para estas semillas: si no son demasiado pesadas y las plantas producen el fruto a orillas de un río, estas pueden caer al agua y ser trasladadas a zonas de tierras más bajas. La hidrocoria puede darse en infinidad de especies pero un ejemplo curioso es el coco. Otros encargados habituales de esta logística pueden ser los animales (zoocoria): al adherirse las semillas a las plumas o a la piel, pueden recorrer grandes distancias hasta que se sueltan y caen. Pero esta no es la única forma en que los animales pueden intervenir en el transporte de semillas: algunos, como los roedores, acostumbran a enterrarlas a modo de reserva para tiempos de escasez, como hace compulsivamente Scrat en Ice Age (que, lamentablemente para una buena parte del fandom de la película, no seguirá formando parte del reparto por una demanda de su creadora original a la productora Blue Sky Studios de la firma Disney). De hecho, este mismo acto de acopio de alimento en presagio de penurias venideras puede implicar, no solo el transporte de las semillas a largas distancias, sino también una contribución a su conservación frente a las inclemencias del tiempo. Al comer los frutos, los animales, tanto terrestres como acuáticos, también pueden contribuir a la dispersión de las semillas cuando se desplazan y las excretan lejos de la planta madre. La versión de esta dispersión por cuenta propia (sin asistencia de terceros) es la autocoria: el fruto estalla al deshidratarse provocando que las semillas salgan disparadas en busca de un suelo fértil en el que germinar. La autocoria se da habitualmente en especies de tipo leguminosa, que liberan las semillas con la apertura de las vainas. 

El poder de las semillas permea desde las más antiguas enseñanzas de las tradiciones religiosas hasta las metáforas de la literatura de nuestros días. Y es que en ellas subyace la fuerza casi mística de dar origen a todo fin. No solo como fuente de vida en sí misma, sino como antesala de cualquier destino. 

Sonia Coves Mora
Sonia Coves Mora
Investigadora predoctoral en mejora genética de Brásicas de la Misión Biológica de Galicia - CSIC, biotecnóloga por la Universidad Miguel Hernández de Elche y posgrado en Genómica y Genética por la Universidad de Santiago de Compostela. Escritora novel entusiasta de la comunicación.