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Opinión

Hacer el humor en tiempos de coronavirus

Cuando nos vimos arrollados por la situación sanitaria provocada por el coronavirus olvidamos que contábamos con una de las armas más poderosas de todas para luchar en primera línea contra el impacto emocional de la pandemia, el humor
Pedro Arenas Barreiro
Por Pedro Arenas Barreiro
@todoregulinchi

Cuando por desgracia apareció el coronavirus en nuestras vidas allá por 2020, los seres humanos tuvimos que sacar todo nuestro arsenal para protegernos y luchar contra sus efectos. Así, desempolvamos e intentamos sacarle el máximo brillo a una semi-olvidada ciencia que se convirtió en la herramienta más poderosa con la que desarrollar una vacuna que protegiese nuestra salud, intentamos (con mayor o menor éxito) alinear a nuestros políticos para establecer medidas con las que minimizar los efectos sobre la economía y lo que denominamos sistema de bienestar social… Pero lo que tal vez desconocíamos, es que contábamos con una de las armas más poderosas de todas para luchar en primera línea contra el impacto emocional de la pandemia, el humor.

Una sociedad incrédula ante tal guion de ciencia-ficción y comprimida por unas restrictivas medidas que minimizaban la relación social hicieron del humor la válvula de escape necesaria para conservar, en la medida de lo posible, el nivel de cordura aún a riesgo de estrechar aún más la ya de por sí delgadísima frontera entre la tragedia y la risa… y es que como bien predijo Sigmund Freud “el humor es la manifestación más elevada de los mecanismos de adaptación del individuo” y en plena lucha por la supervivencia de la especie, el séptimo sentido (el del humor) se convirtió en un hilo con el que evadirse y atarse colectivamente a la esperanza de que todo lo que estaba sucediendo se tratase de una gran broma del destino. 

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Además de su poder de conexión social y de su capacidad de contagio, el humor nos ayuda adicionalmente a digerir una realidad compleja, sin llegar a negarla ni banalizarla pero estimulándonos a sobrellevarla con mayor energía y fortaleza como grupo y como individuo. 

El “meme” se ha convertido desde entonces en el formato estrella de nuestra defensa y las redes sociales en un vehículo de transmisión más eficaz e infeccioso que el mismísimo virus. Sirva como muestra, que el año 2020 disparó en España el número de usuarios de redes sociales un 27% con respecto al año anterior (55% de aumento si consideramos sólo el periodo de confinamiento) y el tiempo de navegación web alcanzó la escalofriante media de 6 horas y 11 minutos diarios.

Nunca el mundo fue tan absolutamente democrático ni internet tan absolutamente desternillante y cualquiera con una cuenta de TikTok y suficiente ingenio tenía la oportunidad de convertirse en líder espiritual de una audiencia necesitada de liberar tensión y sin miedo a una sobredosis de buen rollo. Así, El Covid-19 nos ha permitido conocer masivamente a grandes humoristas como Martita de Graná cuyos videos se viralizaron desde el comienzo de la pandemia reflejando a la perfección las emociones de la sociedad y su evolución a lo largo del confinamiento. El obligado encierro también consolidó como pareja artística a Carolina Iglesias y Victoria Martín para delicia de todos los oyentes de “Estirando el chicle” y su original forma de acercar, desde el humor, diversos temas tan importantes como la igualdad de sexos o la salud mental. 

Miles de anónimos destacaron por su inteligencia, desparpajo o dinamismo y así, por poner un ejemplo, toda España (y parte del extranjero) conoció a la gerontóloga de Noia Laura Franco (@laurafranco111) gracias a sus originales publicaciones conjugando ironía, sátira y crítica en un cóctel a través de la cual manifestar nuestro sentir o incluso el descontento social antes unas medidas a veces complejas de entender.

Al igual que el virus, el humor también ha mutado desde entonces, surgiendo nuevas variantes que han provocado oleadas de carcajadas y que nos han permitido sobrellevar mejor las previsiblemente inagotables olas de contagios. Convivir 24 horas con uno mismo o con tu pareja, teletrabajar, ejercer de improvisados profesores con nuestros hijos, hacer deporte en casa o relacionarse socialmente a través de video-conferencia supuso la apertura de territorios desconocidos en los que construir nuevos argumentos sobre los que despertar carcajadas, por no hablar de las tristemente célebres (y frecuentes) frases de muchos políticos y representantes institucionales que demuestran que la realidad, una vez más, puede superar a la ficción. En definitiva, toda una explosión de oportunidades para nuevas risas frente a una realidad más transmutada por la reducción de libertades y el miedo a la infección que el más surrealista de los chistes existentes hasta el momento.

Estoy seguro de que nuestros hijos, nietos y bisnietos estudiarán y evaluarán (el tiempo suele ser buen juez) si la política o la ciencia estuvo a la altura de un momento histórico y sanitario tan crítico como el actual, pero espero que también analicen cómo, juntos, hicimos el humor para ganarle la guerra al coronavirus.

Nota del autor: Gracias a Bea Castro por “retarme” a escribir mi opinión sobre este tema y por contribuir desde Quincemil a leer algo más que desgracias. 

Pedro Arenas Barreiro
Pedro Arenas Barreiro
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Pedro Arenas es, ante todo, un tío de acción (y nunca utiliza dobles aunque haya muchas escenas de riesgo). A lo largo de sus más de 15 años de carrera, ha sido autónomo, emprendedor, empleado por cuenta ajena e incluso responsable público en la Axencia Galega de Innovación. Ha sido el promotor principal de 2 empresas (Ingenyus, Marketing Inteligente y Qubiotech) y ha participado en la constitución de otras dos startups de base tecnológica. Actualmente colabora con diversas compañías en el asesoramiento y fortalecimiento de sus capacidades estratégicas y de innovación.