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El debate sobre la educación especial llega a Vigo: ¿Qué se dice del modelo inclusivo?

La nueva LOMLOE pretende "reducir al máximo" el alumnado de los centros de educación especial: ¿supondrá esto una ventaja o una desventaja para niños y niñas con discapacidad intelectual?
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La nueva Ley Celáa ha levantado ampollas en muchos puntos, y uno de los más discutidos es la "casi desaparición" de los centros de educación especial. El alumnado en estos últimos, según reza el proyecto de Ley, se quiere limitar al máximo en el plazo de diez años, y que "los centros ordinarios cuenten con los recursos necesarios para poder atender en las mejores condiciones al alumnado con discapacidad".

Esto quiere decir que el Estado dotará de recursos (económicos, materiales y de formación) a los centros ordinarios para que puedan ofrecer una educación integrada a alumnos con capacidades especiales.

Padres y docentes de centros de educación especial aseguran que no todos los niños con discapacidad pueden integrarse en un centro ordinario.

Mientras, asociaciones como Down Vigo y Down Galicia abogan por la educación inclusiva y aseguran que es positivo que el Gobierno tenga como objetivo integrar todo tipo de perfiles en el mismo aula.

Herramientas para un futuro inclusivo

"Un niño con discapacidad intelectual sabe que es diferente al resto y nota que no consigue integrarse". Pablo tiene 24 años y síndrome de Down, y sus primeros años de escolarización fueron en un colegio ordinario. "Al principio fue bien, pero se fue haciendo mayor y él mismo se dio cuenta de que era diferente".

María José, la madre de Pablo, cuenta que su hijo llegó a entrar en depresión, en clase lo desplazaban y él no entendía por qué. "Dejó de ir a cumpleaños, no contaban con él para ningún plan, y eso Pablo lo notó y le entristeció", cuenta, aunque en ningún momento culpa a los compañeros de colegio de Pablo, "que no tenían las herramientas para saber tratar a alguien diferente". Por eso para sus padres fue tan importante conocer el centro de educación especial en el que Pablo terminó su formación académica.

"Nos cambió la vida, porque Pablo volvía feliz del cole, se moría de ganas por volver a clase, quedaba con sus amigos y tenía vida social: era un niño diferente".

María José, madre de un niño con síndrome de Down

Para Pablo y para sus padres la educación especial fue y es un salvavidas, "los docentes de la educación ordinaria tampoco tienen las herramientas para saber tratar a niños con esas necesidades. Hubo alguno que sí se interesó e intentó aprender cómo ayudarle, pero tienen otros 25 niños y niñas en el aula, ¿de verdad pueden prestar toda la atención que necesita a alguien con necesidades constantes?"

Esta madre se queja de que la educación combinada tampoco debería ser una opción viable "porque cambias las rutinas del niño a diario: tres días en el cole 'normal' y dos en el centro de educación especial, ellos no se adaptan y les resulta muy difícil entender esa situación". La educación especial, afirma, tiene las "armas necesarias para enseñar a estos niños lo que necesitan".

El ritmo académico es demasiado rápido en los centros ordinarios

Pedro es un chico de 17 años con un Trastorno del Espectro Autista (TEA). "Nuestro hijo estuvo hasta hace dos años en un colegio ordinario y estábamos encantados, lo trataban muy bien y realmente creíamos que estaba integrado", dice Alfonso, su padre. "Hasta que un día una inspectora de educación nos convenció para que lo cambiásemos a un centro de educación especial: la diferencia es abismal".

Como estaban muy contentos con el colegio tardaron mucho en decidirse a cambiar a Pedro, que se "integraba" como podía en una clase de 25 alumnos. El ritmo de la clase era muy superior al que él podía seguir y no avanzaba académicamente, "ahora lo que notamos es que en un año ha avanzado lo que en el colegio ordinario le costaba tres cursos", dice Alfonso.

"Para mí es una aberración que intenten cerrar estos centros"

Alfonso, padre de un niño con TEA

"También aprenden cocina o jardinería además de enseñarles a leer, como a cualquier niño, pero con un ritmo adaptado a su capacidad de aprendizaje". Alfonso lamenta también la poca preparación de los docentes fuera de los centros especiales, "tienen otros 25 alumnos y no pueden hacer más, no tienen la preparación necesaria para tratar con niños con TEA. Yo no creo que en diez años cambien tanto las cosas como para que los centros ordinarios tengan las herramientas necesarias".

Educación inclusiva sí, especial también

"Lo que defendemos es que existan las dos opciones, porque sabemos que hay casos que responden bien a la inclusión en centros ordinarios, pero hay muchos otros que no consiguen integrarse", dice Soledad Pazo, directora del Centro Juan María de Nigrán. Sole lleva años trabajando en educación especial y defiende que estos centros son una herramienta clave para el desarrollo social de muchos niños.

Hay niños que sí logran integrarse en aulas de centros ordinarios, "pero sabemos que hay etapas del desarrollo muy complicadas y hay niños que no solo no llegan a integrarse, sino que incluso sufren discriminación". Esta docente habla, principalmente, de la adolescencia, pues en ese momento "ellos empiezan a verse realmente diferentes, dejan de tener cosas en común con sus compañeros".

Este es uno de los aspectos en los que más hincapié hace Sole: niños más pequeños juegan y se involucran, "pero no puedes culpar a un chico de 14 años porque no quiera quedar con alguien con quien no encaja, que tiene otros horarios o simplemente no tiene permiso para hacer las mismas cosas que tú". Insiste en que no hay que irse al bullying o al acoso, "si a tu amigo no le gustan las mismas películas que tú, dejas de ir con él al cine, imagínate si no tenéis ningún gusto en común".

Por eso insiste en que es necesario que existan centros de educación especial, "pues nosotros les damos las herramientas para que puedan tener un futuro inclusivo, pero además les proporcionamos esa red social que tanto necesitan". Habla también de la importancia que esta mejora tiene para las familias, ya que la mayoría de los niños incluso somatizan esa discriminación y llegan a tener trastornos físicos (dolores de estómago o vómitos) o psicológicos (depresiones o comportamientos agresivos).

Por eso, Sole insiste en que "no estamos en contra de la inclusión que promueve la nueva Ley, pero hay que llegar a esa inclusión ofreciendo todas las opciones posibles: somos necesarios para ellos y para las familias".

Actualmente los centros de educación especial son concertados, por lo que el debate también se centra en las posibilidades económicas de las familias para que sus hijos puedan acudir a ellos.

La sociedad debe cambiar para que la integración sea efectiva

"Lo primero que hay que hacer es evitar el discurso falaz, que es lo que se está haciendo ahora: la Ley Celáa no va a cerrar los centros de educación especial, eso no se dice en ningún punto", asegura Edelmiro Prieto, presidente de Down Galicia.

Tanto en la asociación de Vigo como en su homónima gallega dicen que hasta que no haya una publicación en el BOE no van a emitir una opinión institucional, pero sí aseguran que siempre tienen como objetivo la integración completa de todas las personas con diversidad funcional.

"Las cosas o están juntas o están separadas, y si están separadas no se puede decir que estén integradas", afirma con seguridad Prieto, "si la educación no es inclusiva no estamos hablando de educación, y la educación especial lo que hace es segregar".

Desde Down Galicia aseguran que lo más importante es que la Ley añade la necesidad de dotar a todos los centros de educación ordinaria de las herramientas necesarias para atender a toda la población. "Y digo toda la población en un ambiente inclusivo porque favorece a las personas que tienen alguna dificultad y, al tiempo, ayuda a ofrecer una educación en valores y en solidaridad".

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Posted by Down Galicia on Tuesday, June 25, 2019

Prieto asegura que, en diez años, sí es posible una integración real "si se dota a los centros y al propio sistema educativo de las herramientas necesarias". Él habla de su propia experiencia, pues su hijo tiene síndrome de Down y siempre ha formado parte del circuito ordinario: "fue difícil porque fuimos de los primeros en demandar esta opción y, aún así, 25 años después puedo decir 'a los hechos me remito'".

La gran barrera, aseguran desde la asociación, es precisamente la sociedad. "Es necesario un cambio de mentalidad, no estamos socialmente preparados para la integración", afirma Prieto. Convencido de que la educación debe ser la base de este cambio, "la integración ocurrirá cuando todas las personas formen parte de un único sistema educativo".

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