Miles de toneladas de toallitas, bastoncillos, chicles, pelo y otros productos de higiene acaban cada año en el inodoro. Las cifras fluctúan, pero la realidad que subyace tras esta práctica de dudoso civismo tiene una gran incidencia en las infraestructuras y en el medioambiente: se trata de un hábito indeseable para el que sobran argumentos.
Estas razones están muy ligadas entre sí. Es cierto que el foco se pone especialmente en las toallitas. Canal de Isabel II indica que estos residuos tienen un protagonismo mayoritario dentro de las más de 30.000 toneladas de sólidos que llegan a sus infraestructuras de drenaje y a las depuradoras cada año. Es una amenaza derivada de su mal uso: en los propios envases se recomienda desecharlas en la papelera y nunca en el inodoro.
Sin embargo, ya sea por desconocimiento, por error o por la creencia de que no tendrá mayores consecuencias, lo cierto es que este tipo de residuos puede generar problemas en la infraestructura, incluso dentro de la propia vivienda.
El motivo es que, a diferencia del papel higiénico, que se degrada enseguida, las toallitas se mantienen casi intactas durante el trayecto desde el inodoro hasta la depuradora. Además, esta circunstancia se agrava si también se vierten elementos como detergentes, aceites, etc., sustancias que, en determinadas condiciones, influyen negativamente en estos caudales.
Todo ello genera un riesgo real de bloqueo de la red de saneamiento. Se producen tapones en las tuberías interiores o, a mayor escala, en colectores, arquetas, estaciones de bombeo y equipos de depuración. Aunque Canal de Isabel II dispone de estructuras y mecanismos específicos para retener los residuos de mayor tamaño antes de que el agua residual llegue a las plantas de depuración, la acumulación de estos objetos hace que se enreden en las rejas o tamices instalados y afecten a las operaciones.
Además, estas situaciones suponen un riesgo para el personal que desarrolla su labor en esas instalaciones, ya sea en tareas de limpieza y retirada de residuos, ya en labores de reparación de la maquinaria implicada.
Por eso, es clave que cada residuo acabe donde debe. Y es algo a lo que todos podemos contribuir con la actitud que tengamos en el hogar y en la vía pública. La falta de civismo también cuenta: tirar basura en la calle, además de afear el espacio común, provoca que, cuando hay episodios de lluvias intensas, esa suciedad sea arrastrada hacia las alcantarillas, replicando el mismo problema.
Para hacer frente a este caudal de residuos sólidos, Canal de Isabel II cuenta con tanques de tormentas, que retienen las primeras aguas de lluvia. También dispone de aliviaderos, distribuidos a lo largo de toda su red, de unos 16.000 kilómetros.
Hay aproximadamente un millar de este tipo de infraestructuras, de las que unas 300 cuentan con mallas, rejas u otros dispositivos de retención de sólidos. Aunque suponen un respiro, la función de estos puntos de desbordamiento es paliativa, según la empresa: una solución puntual para evitar que los residuos que circulan por la red de saneamiento acaben en los ríos. Y es que si el alcantarillado ve sobrepasada su capacidad, como puede ocurrir en días de fuertes lluvias, el excedente de aguas residuales y pluviales desborda directamente —sin tratar— a los cauces.
Por eso, este conjunto de aliviaderos equipados con sistemas anticontaminación es una primera defensa frente a estos episodios. El año pasado fue capaz de recoger unas 2.000 toneladas de residuos sólidos, pero las cifras totales y el hecho de que cada madrileño vierta anualmente por el váter más de 4 kilos de basura de media ponen el problema en su verdadera perspectiva.
La buena noticia es que paliar el problema depende de nosotros: de la educación, la conciencia y la voluntad de hacer lo correcto. Con esa idea, Canal de Isabel II impulsa la campaña ‘Encesta las toallitas en la papelera’, con la que pretende fijar un mensaje simple: cada residuo debe acabar donde corresponde. No se trata de dejar de usar este producto, sino de desecharlo bien cuando se ha usado: si acaban en el contenedor, el problema desaparece.
De hecho, incluso las toallitas que se publicitan como desechables son claras candidatas a la basura. Su composición facilita una desintegración más rápida que la de una toallita convencional, pero, aun así, abusar de esa posibilidad nos devuelve a la casilla de salida. Aunque el proceso se acelere, difícilmente hay tiempo suficiente para que se complete entre que sale de una vivienda y llega a la depuradora. Por eso, el problema persiste.
Todo ello conduce a un problema añadido: el incremento de los costes que genera la presencia de toallitas en las infraestructuras de saneamiento y depuración. La Asociación Española del Agua Urbana (DAQUAS) lo cifra entre un 10% y un 15%. Ese porcentaje se traduce en un sobrecoste anual estimado de aproximadamente 230 millones de euros.
Puede parecer una factura elevada, pero reparar estos desperfectos implica la retirada y el transporte de estos residuos, las tasas de vertedero, el incremento del gasto energético y la mano de obra dedicada a la limpieza de los equipos, además de la reposición y reparación de lo que pueda quedar inoperativo.
Hacer frente al problema, pues, requiere una respuesta integral por parte de Canal de Isabel II. Estas medidas físicas para proteger el correcto ciclo del agua y el impulso de la sensibilización ciudadana, entre otras, forman parte de una inversión anual de más de cinco millones de euros para evitar que los residuos sólidos comprometan el buen funcionamiento de las depuradoras, instalaciones esenciales para la salud pública y la calidad ambiental de los ecosistemas acuáticos.
¿Sólo toallitas?
Las toallitas son, con diferencia, el residuo que más retiramos, aunque no podemos clasificarlas por separado del resto. Y no llegan solas: compresas, preservativos, bastoncillos, algodones, discos desmaquillantes, pelusas o bolas de pelo también se tiran al retrete de forma inadecuada, generando atascos y averías en la red.
¿Cómo se retiran los residuos sólidos en una depuradora?
Primero, un operario extrae con una gran cuchara los sólidos más gruesos y las arenas acumuladas en el fondo del pozo de llegada de las aguas residuales. Posteriormente, hay rejas que van reduciendo su tamaño para retener los residuos que han pasado el primer filtro. Muchas toallitas y trapos ocasionan problemas en estos equipos y terminan atascándolos. Toda la basura retirada se deposita en un contenedor y se lleva al vertedero.