El otro día viendo Late Motiv, Buenafuente llevó de invitado a Carlos Cuevas, el protagonista absoluto de Merlí: Sapere Aude, que ha estrenado su segunda y última temporada en Movistar+ -donde cada viernes irán estrenando un nuevo episodio-. Cuevas está magnífico en la serie. Tiene un carisma bestial y hace crecer a su Pol Rubio. En la entrevista le preguntaron por cómo definiría a su personaje, y lo tuvo claro: “es un working class hero. Lo que más me gusta es que es un personaje que socialmente estaba condenado a fracasar, porque era un chaval que había repetido dos veces, de una clase social baja, al que un maestro estupendo de la educación pública le hace patapán, parriba, y reconduce su vida”.

En ese momento me di cuenta de lo importante que es que haya actores como Carlos Cuevas, que con sólo 25 años no tiene ningún miedo a llegar a un show de máxima audiencia y defender: la filosofía, la bisexulidad, la educación pública y a hacer un elogio de la clase obrera, tan denostada por la ficción en nuestro país. Por desconocida o por poco tratada. En todas sus entrevistas hace una defensa rabiosa de todos estos asuntos. Por desgracia, no es normal que haya muchos actores que ‘den estos titulares’. Mojarse cuesta, y siempre es mejor una estrella blanca, con millones de seguidores en Instagram y poca opinión sobre los asuntos que realmente importan. Gente que conteste cuál fue la escena más complicada de rodar.

Carlos Cuevas prolonga lo que ya era su personaje, Pol Rubio, un chaval al que las series de ahora no suelen mirar. O si lo hacen es por encima, o como excusa. Ahora prima la evasión, el entretenimiento por encima de todo, y olvidamos que lo divertido no tiene que ser fútil, inofensivo. Que eso de ‘mi serie no es política’ significa que has querido huir de toda conexión con la realidad, porque, lo siento, todo es político. Que tu personaje pida un Glovo es político. Y que Pol Rubio remarque siempre de dónde viene, se muestre con tanta dignidad y nos enamore a todos, es muy importante.

Los dos protagonistas de Merlí.

Ahora se habla mucho de los referentes. Pues, sinceramente, yo quiero que el referente de los jóvenes sea Pol Rubio y no la Marquesita de Élite. Una serie en la que los pobres son invitados de la función, los que traen los problemas y los que para subir necesitan ir a una escuela privada de lujo. No. La clase obrera debe volver a las ficciones, queremos que vuelva Valle, con su padre dueño de un bar y viviendo en una casa que todas las personas de un barrio de España puedan reconocer.

Yo no reconozco Las encinas como mi colegio, ni las casas en las que se mueven son como las que yo he conocido. Muestran un escaparte aspiracional para que los jóvenes quieran vivir ahí, en vez de decirles que lo normal no es eso, y que la dignidad y el éxito no debería depender del dinero que tienes, aunque la sociedad nos inculque lo contrario.

Pol Rubio no es sólo un referente de clase obrera, también del colectivo LGTB. Hasta ahora la bisexualidad tampoco se trataba, y menos con esta naturalidad. Un personaje que no se etiqueta, sino que se acuesta con quién le da la gana, no está definido por ello. Un paso de gigante que también hay que agradecerle. En la primera temporada hay un momento icónico en el que el personaje dice “Yo, sinceramente, si me paso la vida pagando religiosamente mis impuestos, me gustaría recibir una carta del Ministerio de Hacienda diciendo 'Pol Rubio, queremos follar contigo'”. Después de ver Merlí, todos deberíamos escribir esa carta.