Hasta ahora siempre hemos pensado que en Netflix hay dos estilos para producir. El primero es el que quiere arrasar, convertirse en un fenómeno de masas y entrar en el ránking de las ficciones más vistas de la plataforma. Series y películas que alimentan un consumo voraz que no es más que el signo de nuestros tiempos. Normalmente son producciones sin una personalidad estética ni narrativa, hechas con piloto automático basadas en otros casos de éxito. La otra línea es la del prestigio. Netflix sabe que no vale sólo con un tipo de usuarios.

Aquí entra también una cuestión de orgullo, de crear una película que les pueda hacer ganar un premio en un Festival internacional o un Oscar, un premio que se les resiste aunque siempre parezca que tienen la película perfecta para lograrlo. Aunque parezca un poco ciclotímico, es la misma plataforma la que ha producido Roma o El poder del perro quien luego aprueba cuatro títulos de Adam Sandler y el último filme de acción de chichinabo.

Esa dicotomía se observa muy bien con la producción cinematográfica en español y la que realiza con el objetivo claro de ganar el Oscar. Mientras uno ve cómo fuera se produce El irlandés, aquí no hemos tenido todavía una obra magna que indique que las películas que quieren aquí sean adultas o con autores. Pero parece que algo se mueve en la producción internacional cinematográfica de Netflix.

'Distancia de rescate' | Tráiler | Netflix Belén Prieto

Aunque sea una coproducción entre Chile, Perú y España, la llegada de Distancia de rescate es una grandísima noticia. La película se ha presentado en el Festival de Cine de San Sebastián, donde compite por la Concha de Oro. La película de Claudia Llosa no es cine convencional, sino cine personal, con un sello de autor claro. Con una mirada personal y con un filme que no apuesta ni por una narrativa ‘mainstream’ ni por las formas de los títulos que suelen llegar a la plataforma.

Que Netflix haya decidido producir un filme a Claudia Llosa -directora que tras arrasar con La teta asustada y ganar el Oso de Oro se atascó con No llores, vuela- es la muestra de que otro cine es posible en las plataformas y que no sólo los grandes autores anglosajones merecen un cheque en blanco para hacer los filmes que desean.

Además de eso, Distancia de rescate es una película interesante, sensorial, mágica e hipnótica. Tiene algo especial, como todo el cine de Llosa. Algo que le acerca incluso al thriller con un toque casi sobrenatural. Es difícil hablar de la trama del filme sin destripar los giros que van llegando. Digamos que se trata de una joven madre que acude a su casa de veraneo, donde conoce a una vecina que le cuenta un secreto que afecta a todos.

Todo ello con una voz en off presente que no narra lo que ocurre, sino que dialoga con el personaje principal. Le avanza cosas, le dice que se fije en los detalles, que todo lo que está recordando -como si todo lo que viéramos no fuera más que producto de una memoria- es importante para entender lo que ocurre. Una apuesta narrativa arriesgada, pero qué funciona. Distancia de rescate se consigue situar en un punto intermedio.

Es críptica, llena de simbolismos, pero no es ininteligible.Una reflexión sobre las relaciones marternofiliales, sobre el miedo a la muerte y, en última instancia, una crítica al poco cuidado medioambiental. Una mezcla del realismo mágico y el cuento de terror. La obra coquetea con el género en la puesta en escena y le aporta un tono oscuro que cuadra perfectamente con su temática sobre los miedos del día a día de una madre.

María Valverde en 'Distancia de rescate'.

Lo que consigue Claudia Llosa tiene mucho mérito, ya que consigue adaptar una novela inadaptable. De esas que cuando las lees te preguntas si un texto como ese podría ser trasladado a imágenes de alguna forma. Llosa lo logra junto a la autora de la novela original, Samanta Schweblin. Una traslación que no pierde los elementos claves y esenciales, pero que simplifica de alguna forma y hace más entendible la historia.

Aunque sea el estilo de Llosa lo que más destaca, con un inteligente uso de la música, la fotografía y el montaje, también lo hace el trabajo de sus dos protagonistas. Por un lado, María Valverde en su mejor papel en mucho tiempo, y sin duda el más adulto. A su lado ese todoterreno llamado Dolores Fonzi, que tiene ese don de los intérpretes argentinos de hacer creíble cualquier línea de díalogo, por muy pomposa que parezca escrita. Un filme interesante, que muestra que otro cine en español en Netflix puede ser posible.

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