Hay nueva reina en el Buckingham Palace de The Crown, cuya tercera temporada se estrena este domingo; y también chantajes, traiciones y relaciones amorosas muy controvertidas. Más allá del intercambio de actrices que dan vida a la reina Isabel II de Inglaterra —Olivia Coman ha recogido el testigo de Claire Foy—, y de las buenas críticas que está suscitando, la nueva entrega de la producción de Netflix ya ha sido reprobada por adentrarse en terreno pantanoso: las vidas privadas de varios integrantes de la casa real británica.

Y como la vida de Isabel II constituye el eje de la serie, no se iba la monarca a librar de un episodio que abunda en todos los dramas, un affaire con una persona de su círculo cercano. Porque lo primero que habría que tener en cuenta al sentarse delante del ordenador y ver la maravillosa The Crown es que se trata de una ficción, no de un documental que pretende ser totalmente fiel a los hechos históricos.

Al exsecretario de prensa de la reina, de nombre Dickie Arbiter, le ha molestado que los creadores de la serie, con Peter Morgan a la cabeza, hayan dejado caer en uno de los capítulos la posibilidad de que Isabel II mantuviera una relación secreta con Lord Porchester, el entrenador de sus caballos y con quien conservó una amistad muy cercana hasta su muerte en 2001. "Esto es muy desagradable y totalmente sin fundamento. La reina es la última persona del mundo que consideraría mirar a otro hombre", dijo a The Sunday Times.

Según ha informado la prensa británica, Arbiter puede estar en lo cierto: no hay ninguna prueba de que Isabel II y Porchie, como así le llamaba cariñosamente, fuesen algo más que amigos. Pero el propio exsecretario de prensa se responde a sí mismo señalando que el debate gira en torno a una serie, que dramatiza los eventos, aunque esta sea especialmente sensible: "The Crown es ficción. Nadie conoce ninguna conversación entre los miembros de la familia real, pero la gente contará la historia que quiera y la hará sensacionalista".

En uno de los capítulos de esta tercera entrega se muestra a la hipotética pareja pasando un mes juntos visitando granjas en Francia y América. A su regreso a Buckingham Palace, el príncipe Felipe, duque de Edimburgo y consorte de la reina —interpretado por Tobias Menzies—, manifiesta sus sospechas y la interroga. Irritada por la actitud de su esposo, la monarca le inquiere: "Si tienes algo que decir, dilo ahora. De lo contrario, si no te importa, estoy muy ocupada". Él comienza a alejarse pero la escena termina con un beso entre ambos.

Además de levantar sospechas sobre el supuesto amante de Isabel II o de retratar a la princesa Ana en ropa interior y en medio de un cuadrángulo amoroso, la serie también ahonda en los inicios de la relación entre Carlos, el príncipe de Gales, y Camila Shand, duquesa de Cornwall, pero la forma en la está tratada en la ficción ha sido criticada por los historiadores especializados en la familia real. Según un artículo de The Daily Telegraph en el que se recogen las opiniones de los expertos, estas escenas, y en concreto las supuestas conspiraciones orquestadas por la reina para obstruir el romance del heredero al trono, "podrían causar mucho daño".

Erin Doherty se mete en el papel de la princesa Ana. Netflix

Los diez capítulos de la tercera temporada de The Crown van a examinar de nuevo la postura habitual de Buckingham Palace de no entrar en debates públicos sobre qué aspectos son verdad y cuáles no sobre una serie que comenzó con la aprobación de Isabel II, aunque luego haya visto cosas que no le hayan gustado tanto, según han ido filtrando fuentes de la monarquía británica. Peter Morgan se defendió hace unos días en una entrevista con The New York Times diciendo que se ha "ganado" el derecho de incluir "un poco de sexo, de guasa", por el serio trabajo que ha realizado en las anteriores entregas.

La tercera temporada de The Crown cubre el intervalo de tiempo comprendido entre la elección del laborista Harold Wilson como primer ministro en 1964 y el jubileo de plata de la reina, en 1977. Entre medias, los capítulos también se centran en temas menos morbosos y más serios como el nombramiento de Carlos como príncipe de Gales o la crisis económica que asfixió a Reino Unido en aquel entonces.

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