Este siglo ha traído consigo una nueva manera de relacionarnos, y, por tanto, una nueva manera de amar donde la espera, las pausas y la paciencia denotan fracaso: no hace tanto, nuestros padres aguardaban con ánimo infinito -al otro lado del teléfono fijo- los tonos correspondientes y el beneplácito de los señores de la casa para poder charlar unos minutos con la mujer que rondaban y, sólo si había suerte, invitarla esa semana a dar un paseo y tomar un helado. Para la celebración del primer beso podían hacer falta meses. Y para escarbar hondo en su sentimentalidad y en su intelecto, ni hablemos: entonces se sabía que conocer de verdad a alguien era una tarea a la que encomendar la vida.

Sin embargo, ahora que los dioses llevan por nombre Facebook, Twitter o Instagram, el enamorado siente que puede cercar al objeto de su deseo estudiándose sus perfiles públicos, asistiendo con detalle a sus stories, interpretando sus tweets, analizando sus fotos e identificando a su familia, sus viejos romances y sus amigos a golpe de etiqueta. Lo que no está en Internet, parece, no existe. Esta inédita barra libre de la personalidad es carne de cañón para los neuróticos y hace que las angustias se multipliquen: resuenan las taquicardias en España cada vez que alguien deja un whatsapp en leído.

De ese afán de control disfrazado de amor va You: Joe, gerente de una librería, conoce a Beck, aspirante a escritora. La fiesta del stalkeo arranca cuando consigue su nombre completo y comienza a perseguirla, a espiarla, a diseccionar su vida y, lo peor, a tratar de interceder en ella para protegerla de los males del mundo. La trama, que en principio esboza un exceso paranoide fruto del amor romántico, pronto se identifica como un cristalino caso de violencia machista púber. Aquí cinco razones por las que You debería emitirse en los colegios: 

1. Porque advierte del mal uso de las tecnologías

Ya en el primer episodio, You pone el foco en el exceso de información personal que publicamos en nuestras redes sociales: partiendo de algo tan inocente como los gustos culturales pasamos a prestar un organigrama de nuestras relaciones personales hasta desembocar en las ubicaciones de nuestro lugar de trabajo o nuestra propia casa. A menudo se hace de forma desenfadada e inconsciente, confiando en que no vaya a caer en malas manos, pero Joe, el protagonista, se sirve de estos recursos para intervenir en la vida de Beck. Los móviles -propios y ajenos- son su mejor arma, y la información privada que se guarda en ellos acaba convertida en elemento de chantaje. 

2. Porque retrata la hipocresía del escaparate millennial

Más allá del empleo perverso de las redes sociales para dominar a alguien, You dibuja la amalgama de inseguridades, traumas y dolores que laten bajo el perfil de Instagram de personas aparentemente hermosas, exitosas y felices. La serie muestra cómo la mayoría de sus protagonistas -en concreto, Beck y sus amigas- están pavorosamente ocupadas en dar la mejor versión de sí mismas a fuerza de tweet ingenioso y foto arrolladora. Debajo de eso no hay más que soledad. Nadie es lo que parece. El siglo XXI es un juego de máscaras.

3. Porque diferencia entre “amor” y “obsesión”

A pesar de que You está narrada con la voz en off de Joe -y eso facilita cierta empatía con el psicópata y sus asociaciones mentales- muy pronto se convierte en el soliloquio de un acosador: por ejemplo, el protagonista critica que los demás interfieran en la vida de Beck cuando él es el primero que lo hace, o se esfuerza en recordar que sólo quiere “cuidarla” y “protegerla” cuando la está minando. Joe deshumaniza a Beck en cuanto no la admite como sujeto autónomo, capaz de llevar las riendas de su propia vida. La infantiliza. La anula. Se afana también en aislarla de los suyos -violencia machista de libro-. 

No obstante, para que esta serie sirviese como material de educación sentimental y sexual en los colegios, haría falta que fuese acompañada de las explicaciones de los expertos: el actor Penn Badgley (Joe) ha tenido que contestar con rotundidad a ciertos comentarios de espectadoras, como “secuéstrame” o “me estás rompiendo el corazón, ¿qué tienes?”. A esos alegatos, él respondió: “No, gracias” y “El personaje es un asesino”, respectivamente. Es fácil que la mitomanía ciegue el verdadero mensaje de la serie. 

4. Porque presenta diferentes casos de agresión sexual

Durante toda la trama de la primera temporada, Beck tiene que lidiar con los oscuros intereses sexuales de distintos hombres que tratan de aprovecharse de su cuerpo, empezando por Joe, que roba sus bragas y se masturba espiándola por la ventana. También tenemos a Benjamin, su presunto novio, que representa a la perfección al patán que finge tener una relación con ella pero sólo quiere sexo: la engaña con otras, la utiliza para satisfacerse cuando le conviene -es el rey de la llamada del ahorro a las tres de la mañana- y no se preocupa en absoluto por sus problemas.

Lo más descacharrante es que aunque él se siente un noble proveedor sexual, cuando sale por la puerta de casa de Beck ella se masturba, porque Benjamin desconoce los mecanismos de su deseo y es incapaz de satisfacerla: no es más que un hombre enganchado a una erección. 

Escena de uno de los capítulos de 'You'.

Más tarde, la dulce Beck va endureciéndose, encontrando su sitio y utilizando su valor para parar los pies a otros indeseables, como el tutor de su tesis literaria, que alaba su escritura únicamente para llevársela a la cama. Cuando ella se niega a mantener relaciones sexuales con él, la llama “calientapollas” y le hace ver que su prosa es mediocre. Lo mismo sucede con un célebre representante de escritores. Estas situaciones reflejan los denigrantes abusos de la industria cultural, de la que a veces se espera -erróneamente- una sensibilidad especial para las cuestiones de género. No ha dejado de reproducir los vicios de cualquier sector: estatus a cambio de sexo.

5. Porque da importancia a la literatura y a la escritura

Algo hermoso que hay en You es su marco literario: Joe, por ejemplo, dice no tener más aspiraciones en la ciudad de los sueños que dedicarse a lo que ya se dedica, es decir, a cuidar y vender libros. Le obsesionan las primeras ediciones: las protege con más premura que a las personas. También le presta ejemplares al niño Paco, su vecino, para que pueda insonorizarse de los problemas de drogas y maltrato que hay en su hogar.

Beck, por su parte, vive entregada a la escritura y a la búsqueda enferma de la temática correcta y descorazonadora. Siente envidia de la prosa de los otros y anda siempre desenterrando morralla dialéctica para acercarse a lo esencial. Ojo a esta frase suya: “Lo eres todo para mí. Bueno, eres lo mejor que le ha pasado a mi escritura, y eso lo es todo para mí”.

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