Tenemos un problema en España. Bueno, tenemos muchos, pero uno que tiene que ver con nuestro teatro. Tenemos unos dramaturgos excelentes, unos actores espléndidos, unos técnicos brillantes y salas que apuestan y arriesgan. Públicas y privadas. La escena en nuestro país es bestial… y la gente no la conoce. Desde todas las puntas de España se fletan autobuses para ir a ver El rey león, y lo entiendo, es un espectáculo descomunal, pero son pocos los que vienen para ir a ver una obra al Canal, al Español, al CDN o al Kamikaze. El teatro se ha convertido en algo para un nicho que le encanta. De vez en cuando alguna obra despunta y se convierte en fenómeno, pero parece algo destinado a Madrid y Barcelona, además de algunas producciones que giran por otras capitales.

Me gustaría vivir en un mundo donde la gente sabe quién es Pablo Messiez, Alex Rigola, Nao Albet y Marcel Borrás; en el que además de a Blanca Suárez conozcan a María Morales. En el que Carmen Machi además de Aida sea reconocida como una de nuestras grandes actrices. Parece una utopía, pero podría intentarse, y a lo mejor la clave estaba en acercarles el teatro hasta casa, ponérselo en bandeja de plata para que cualquier interesado pueda verlo. Recuperar el espíritu de aquel Estudio 1 que llevaba grandes obras de teatro a los televisores.

Ha tenido que venir una pandemia para que se recupere esa tradición, y lo ha hecho adaptada a los nuevos tiempos. Ha sido HBO la que se ha arriesgado, porque producir ahora una serie que adapte obras de teatro para televisión en forma de serie antológica es un doble mortal con tirabuzón. En tiempos de algoritmos, de fórmulas, de adaptaciones literarias y series adolescentes, alguien ha decidido que nuestra escena tiene un hueco en las plataformas. El proyecto se llama Escenario 0, un título que es un guiño a aquel programa de TVE, aunque en la práctica esto sea una evolución. La propia frase promocional dice que son seis obras ‘reimaginadas’, y es cierto. Esto no es teatro filmado, tampoco una adaptación cinematográfica. Se trata de hacer una película pero trasladando el espíritu de la obra original.

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Para ello han mezclado al dramaturgo original con un director de cine, y han elegido seis de las obras más importantes de los últimos años. El resultado es fascinante -sí, también irregular al tratarse de episodios independientes- y digno de aplauso. Poder ver con un lenguaje nuevo Hermanas, Vania, Juicio a una zorra, Mammon, Todo el tiempo del mundo y Los mariachis es un lujo y toda una experiencia. Muchos descubrirán de lo que es capaz nuestro teatro, y a muchos intérpretes que aunque no tengan millones de seguidores en Instagram le dan sopas con honda a los pavisosos que habitan el star system cinematográfico.

Escenario 0 se lo debemos a dos mujeres. Bárbara Lennie e Irene Escolar. Quizás las dos mejores actrices de su generación. Dos bestias pardas que se batieron el cobre en el teatro con Hermanas, y cuya adaptación se puede ver en el proyecto de HBO. Quienes no las hayan podido ver en escena que se preparen. Hay muy pocas actrices que puedan defender ese texto como lo hacen ellas. Se desgarran y desgarran. Lo mismo hace Carmen Machi en Juicio a una zorra, que ha unido al dramaturgo Miguel del Arco con Clara Roquet para la reimaginación de este monólogo que arrasó en el Teatro Kamikaze.

Carmen Machi en Juicio a una zorra.

Rodar un monólogo siempre es complicado, y aquí está salvado con elegancia y centrándose en lo que importa LA MACHI. Nuestra Meryl Streep. Una actriz capaz de cambiar de registro en un segundo, de hacer creíble lo increíble y de emocionarnos con esa Helena de Troya que bebe y deja claro que la historia la escriben los hombres. Uno podría pasar horas mirando a Carmen Machi y no se aburriría. Irene Escolar repite en Vania, donde Álex Rigola se une a Carla Simón y cumple su sueño de trasladar el texto de Chejov a la montaña. Es la adaptación más alambicada, la que suena más teatral y rimbombante.

La que sigue funcionando como un tiro es Mammon, el fenómeno creado por Nao Albet y Marcel Borrás y con Irene Escolar y Ricardo Gómez demostrando lo que valen. Una obra que sorprendió a todos por sus guiños tarantinianos, referencias al pop y juegos con el espectador. Era la adaptación más complicada, precisamente por sus constantes roturas de forma. Mammon mezclaba el audiovisual, el teatro, la ruptura de la cuarta pared, la interacción con el espectador y todo en un mismo escenario en el que la mímica se convertía en un elemento esencial. La complicidad del espectador en directo era esencial. Pero Albet y Borrás se las han apañado para seguir siendo brillantes y que no chirríe. Encima meten nuevas bombas como ese “se lo vendemos a HBO” que define muy bien lo jugones que son.

Bárbara Lennie e Irene Escolar, impulsoras de Escenario 0.

Las otras dos obras son la oportunidad de conocer a dos de los mejores dramaturgos en activo. Pablo Remón y Pablo Messiez. El primero -del que me hubiera encantado ver en adaptación la brillante El tratamiento- disecciona a un político corrupto de provincias que regresa a su pueblo natal en Los Mariachis. Cabezudos, cocaína, una puesta en escena que muestra el artificio y un Israel Elejalde que demuestra que puede hacer lo que le dé la gana. Messiez se junta con Carlos Marqués Marcet, un matrimonio artístico que parecía condenado a existir. El gusto del cineasta por la imagen documental y su interacción con la ficción se integra de forma mágica en Todo el tiempo del mundo, el precioso texto -con tintes autobiográficos- de Messiez donde sobresalen Íñigo Rodríguez Claro y la enorme María Morales.

Escenario 0 es un gusto, una serie tan arriesgada en su concepción como placentera. Tenemos que estar felices de que exista, y pedir que haya muchos más. Para que la gente descubra a nuestros dramaturgos, nuestras obras y abarrote los teatros ahora que tanto nos necesitan.

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